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Jorge Yarur Bascuñán: «La familia conmigo ha sido tremendamente hipócrita» MERCADOS Crédito: fotógrafo Ignacio Rojas

Jorge Yarur Bascuñán: «La familia conmigo ha sido tremendamente hipócrita»

Natalia Saavedra Morales
Por : Natalia Saavedra Morales Editora periodística El Mostrador Mercados
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Rearmado después de varios enfrentamientos, es el único hijo del expresidente del BCI, Jorge Yarur Banna, y siguió un camino lejos de lo que se espera en Sanhattan, lo que le ha valido varias peleas con peces gordos. Así y todo, sigue vigente como el segundo mayor accionista del banco, tras su primo Luis Enrique, que, al contrario de él, con los años pasó a tener el mayor peso en la entidad. Hoy está concentrado en su Museo de la Moda, su lucha contra la depredación urbana en las dunas de Concón y tiene un equipo que le propone proyectos que mantengan en buena salud su patrimonio. Su visión de la elite empresarial: no ha cambiado nada en los últimos veinte años.


Su padre era abogado, pero fue banquero por oficio, nació poco después de la Primera Guerra y con 35 años se hizo cargo de la empresa familiar, Yarur Manufacturas Chilenas de Algodón –la mayor textil de Sudamérica– y también de la presidencia del Banco de Crédito e Inversiones (BCI). Jorge Yarur Banna, el empresario que estuvo liderando los pasos de la entidad bancaria hasta que murió en 1991, tuvo un solo hijo Jorge con Raquel Bascuñán, y su casa en Vitacura, hoy transformada en el Museo de la Moda, es el lugar donde se crió el «Toto», como se le apoda.

Una familia de tres integrantes con un linaje de riqueza que recibía en sus fiestas a lo más variado de la sociedad chilena, sin ningún tipo de discriminación social, recuerda Jorge Yarur en conversación con El Mostrador MercadosAsí, sus pasajes infantiles incluyen a ex presidentes y a Zalo Reyes en la misma casa. Su padre, siendo un gran banquero, corría autos, le gustaba el arte y la fotografía. Es de las cosas que recuerda con mayor nostalgia.

El «Toto» Yarur salió de todo molde. Tuvo que someterse a un estricto programa de rehabilitación tras una adicción a las drogas, proceso que vivió bastante solo y, mientras tanto, pasaron muchas cosas a nivel familiar. Murieron sus padres con poca diferencia de tiempo y vendió gran parte de sus acciones en el banco, quedándose hoy solo con cerca del 5%, con lo que es el segundo accionista persona natural de la compañía.

«Tomar control del BCI en 1994 lo catapultó a la lista de los hombres más ricos y poderosos de Chile. Pagó casi un 50% menos del valor de mercado, usó un crédito de su propio primo y se hizo en el extranjero para no pagar impuestos. La historia se repitió en 2002», reza un reportaje de El Mostrador en torno a Luis Enrique Yarur, su primo, hoy el mayor accionista del banco.

A la par, varias demandas y querellas mantienen viva una disputa con su primo Daniel, quien administró por varios años su fortuna. El último capítulo sacó a colación el poco feeling entre las ramas de la familia, ya que Jorge Yarur acusó al banco BCI de haber realizado movimientos hacia la cuenta de Daniel Yarur por cerca de mil millones de pesos. «A nadie voy a aguantar que traicionen la rectitud que mi papá tenía», advirtió.

-¿Qué costos le ha traído no seguir la tradición de haber continuado la carrera de su padre?
-Creo que fui honesto conmigo mismo. Lo que veo en la familia Yarur, hasta donde yo sé, hay muchas generaciones donde no hay ni un arquitecto, no hay doctores, y todos, aunque sean cuatro hermanos en una familia, son ingenieros. Y lo encuentro tremendo, porque no hay libertad de expresión y de hacer lo que tú quieres. Sino que debes seguir. A mí me gustaría, por ejemplo, que alguien continúe con el museo.

-¿No creció en una burbuja social?
-Crecí en una elite, pero entre comillas. En mi casa vi desde Frei y estuve en sus brazos, pero también en los de la Fresia Soto. A mi papá le habría encantado que hubiera seguido su legado, pero él tenía una dualidad. Estaba todo lo formal y, a la par, un perfil muy moderno, los dos eran así. Ellos no se relacionaban demasiado con el resto de los Yarur, que era una familia conservadora católica. Tenían como un grupo aparte. Eran bien distintos.

[cita tipo=»destaque»]»Por eso esté país está podrido. La gente tiene que sobresalir por méritos propios. Soy súper tajante en eso. En este país estamos podridos de hipocresía. Estamos en el siglo XXI y miremos todo lo que pasó en el siglo XX. Fue oscuro, guerras mundiales, el inicio del terrorismo y todo sigue igual o peor. Lo ves acá en Chile, vino la UP, vino Pinochet y siento que la gente no cambió nada. Veo al país más dividido, políticamente, socialmente. Seguimos siempre en lo mismo. Acá te parten catalogando por lo físico y ahí queda un montón de gente fuera».[/cita]

-¿Y cómo fue para usted no seguir su legado?
-Mira, hasta el cura que casó a mis papás llegó furioso acá, que cómo iba a poner un museo, pero sí quería que le diera plata para una cuestión católica y, dependiendo de cuánto le daba, le iba a poner el nombre de mi mamá a todo el lugar o a una pura banca. Lo divertido es que cuando estaba en la peor etapa de las drogas, el que me bautizó, y que mi papá fue su padrino cuando se hizo cura, ni me pescó. Le daba lo mismo. Pero, volviendo al tema, creo que mi papá por eso formó a Luis Enrique Yarur. El problema es que no le resultó, por lo que ya sabemos.

-Igual su apellido está rodeado de una serie de expectativas.
-Yo no podría haber hecho otra cosa. Con los años he descubierto que la gente tiene diversas inteligencias. Gente más emocional y más de números. Yo tengo una inteligencia que me permite apreciar, por ejemplo, ahora que estoy haciendo un libro, cosas que la gente no ve. Me conozco de memoria todo el depósito de piezas del museo, pero si me llevas a las finanzas no me entra, no lo entiendo.

-¿Y no era opción mantenerse en el banco con un representante? 
-Es que, sabes, siempre me sentí discriminado. De verdad que voy a ser bien honesto. La familia Yarur conmigo ha sido tremendamente hipócrita.

-¿Pero lo han discriminado por no saber de números o por haber tenido un pasado de drogas?
-Por ser distinto, por cómo me vestía, por cómo me comportaba, por lo que hacía. Yo estaba haciendo lo que mi generación hacía, pero no acá en Chile. Cuando viajé el 87 a Londres y antes a Nueva York con mis papás, me di cuenta que yo era casi pavo al lado de como eran acá. Chile era bien hipócrita.

-El haber sido excluido igual tuvo un precio, podría haber sido mucho más rico.
-El tema de la plata me carga, pero es la verdad. Si no me hubieran robado Luis Enrique Yarur y Daniel Yarur, sería más rico. Hay un tema que se arrastró con mis acciones como persona natural. Si no hubiera vendido mis acciones y todo lo que después pasó, el peso, sería relevante. Eso pasó en la época en que yo estaba pésimo, porque mi papá se había muerto y mi mamá se había enfermado.

-Más de veinte años después, ¿ha cambiado lo que se espera de un gerente general? Esto en relación con pertenecer a un círculo social, haber salido de tal o cual colegio.
-Por eso esté país está podrido. La gente tiene que sobresalir por méritos propios. Soy súper tajante en eso. En este país estamos podridos de hipocresía. Estamos en el siglo XXI y miremos todo lo que pasó en el siglo XX. Fue oscuro, guerras mundiales, el inicio del terrorismo y todo sigue igual o peor. Lo ves acá en Chile, vino la UP, vino Pinochet y siento que la gente no cambió nada. Veo al país más dividido, políticamente, socialmente. Seguimos siempre en lo mismo. Acá te parten catalogando por lo físico y ahí queda un montón de gente fuera.

-¿Alguna vez los Yarur lo llamaron para que bajara el tono de sus pugnas con ellos?
-Voy a hablar sin mucho filtro. En el caso de la demanda al BCI, que es por el giro de los $ 1.000 millones, podría haberme quedado callado. Pero el banco aún no encuentra los papeles y ahora alegaron duplicidad. No se trata del monto y no es un escándalo de plata, pero independiente de todo, el banco y Daniel Yarur tienen responsabilidades. Manejar mis finanzas no les daba derecho a robar y el banco tiene como deber custodiar la plata, la mía, la tuya, mil pesos o mil millones. Ellos les pasaron a personas sin ningún poder, a un tercero, plata para que depositara en la cuenta de Daniel afuera. Se saltaron todos los protocolos.

-¿Recibió presiones explícitas de los Yarur para abandonar las acciones legales?
-Una vez me llegó la carta de unos abogados hablando del acuerdo que alcanzamos por las acciones, que no me pareció. Fue una carta muy displicente para que «le recordara a su cliente» que firmé un contrato por las acciones del BCI, un acuerdo, que en rigor fue una negociación. No podía revelar detalles de esa operación, pero no voy a vender a ningún precio mi libertad de expresión. Y mi carta de respuesta no fue muy amable.

-¿El poder y la plata enferman a la gente?
-Entiendo cuando alguien ha pasado hambre, pero en esta familia nadie ha tenido esa necesidad. Era hacer las cosas bien o mal, pero no les iba a influir en nada.

El Yarur de las pizzas 

Jorge Yarur viene poco a Santiago. Hace años que vive en Reñaca, donde busca refugio de la locura capitalina. Desde allí maneja sus negocios, que hoy son asesorados por Peter Raby, quien le filtra aquellos en los que puede invertir.

Estos días está planificando el lanzamiento de un libro que realizará en París en la Semana de la Moda. La temática es la relación de lo vintage con la modelo Kate Moss. Cuando estuvo en Chile la profesional tejió un vínculo particular con Yarur, en parte por la historia de valiosas piezas de moda de la madre de Jorge.

Ahora tiene concentrado su patrimonio en inversiones inmobiliarias, el museo y una fundación que apoya a perros vagos, entre otros ámbitos. Con la asesoría de Raby, ya es dueño de cerca de 120 MW de centrales de energías renovables y es socio de una cadena de comida rápida.

-¿Cómo cuidas tu patrimonio?
-Peter Raby ve todos los temas técnicos. Estoy invirtiendo en energías renovables, en una cadena de pizzas, que se llama Melt, y también tengo un stock de inversión inmobiliaria. Pero con lo que tengo ya estoy colapsado.

-¿Pierdes plata con el museo?
-Sí, es algo que te pide invertir constantemente y no te devuelve.

-¿Tuviste la idea de hacer un museo del deporte?
-Mira, tenemos colecciones y hemos hablado con mucha gente, pero no nos pescan. Tuvimos una completa exposición del Mundial de 62, con el apoyo de Harold Mayne-Nicholls y no vino nadie. Entonces, fanáticos del fútbol, pero hasta ahí.

-¿No les ha faltado difusión?
-Sí, también hay un trabajo pendiente. Pero me voy a seguir quejando, porque hemos recibido muy poco apoyo de la Municipalidad de Vitacura. Siendo una casa con un valor patrimonial, pero, de verdad, cero vínculo.

-¿No será un proyecto muy elitista?
-Mira, cuando viene gente del barrio alto reclama que no hay estacionamiento, pide descuento, pero cuando fue la de Michael Jackson venía gente de todos lados y te daban las gracias. Se llevaron todos los souvenirs. Hay interés de otros sectores, ¡la elite chilena es una lata!

-¿Por qué decidiste entrar en las energías renovables?
-Lo hice por una convicción de lo que implica ese negocio. De hecho, estoy interesado en temas sustentables. He apoyado, por ejemplo, todos los recursos contra la destrucción de las dunas de Concón. Y el tema de las pizzas, a mi papá le gustaba mucho el segmento. Mi papá compró hace muchos años Cena y luego de que estuviera casi quebrado, lo vendió.

-Te has ganado varios enemigos por tu oposición a la construcción en las dunas de Concón.
-Es que simplemente no se está respetando. Se puede decir mucho que los empresarios acá y allá, pero mi foco va por el tema de quién da los permisos, quién pone el timbre. El municipio no tiene buenos antecedentes. No defiendo a la empresa, pero ellos hacen su negocio y, si te gusta o no, bien, pero los que no están haciendo lo que deben hacer es el municipio. Proyectos que no tienen estudio de impacto ambiental y, además de destruir las dunas, están colapsando un lugar que no da para más.

-También te mostraste en contra del proyecto del hotel Punta Piqueros en Concón, que pertenece a los Said, los Bolocco y los Urenda. 
-Siento que eso partió raro desde que comenzaron a dinamitar las rocas. Punta Piqueros es de inversionistas y cuando dije que no me parecía, mandaron a preguntarme qué tenía yo en contra de ellos. Yo les mandé a decir de vuelta que no tenía que ver con ellos. Si es que esto está mal hecho, no es viable. Así de simple.

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