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Cuando la denuncia de abuso sexual afecta al Gobierno Opinión

Cuando la denuncia de abuso sexual afecta al Gobierno

Edison Gallardo
Por : Edison Gallardo Escritor. Director Fundación Ynes
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Pareciera que nosotros, en nuestra calidad de víctimas, tendremos que seguir obligados a exponernos al escarnio público por denunciar a abusadores supuestamente santos, quienes fueron así declarados por los propios hombres, pero con más pecados que el mismísimo diablo. Y es en situaciones como esta en que me cuestiono la calidad de santo de Alberto Hurtado, toda vez que quienes lucharon por su pontificado fueron declarados abusadores, existen procesos en su contra y más víctimas de las que se pudieran contar. Me refiero a Renato Poblete y al ya conocido Fernando Karadima.


No ha transcurrido ni un mes desde que se aprobó la Ley de Imprescriptibilidad de Abuso Sexual, ante la cual el Gobierno del Presidente Sebastián Piñera celebró con jolgorio, incluso, con un gran eslogan que decía «El tiempo no es excusa».

Nadie cuestiona –ni se atrevería a hacerlo– lo importante que fue y lo que significó esta ardua pelea que llevó en sus hombros Vinka Jackson, junto a James Hamilton, de la cual tampoco me resté producto de mi propia experiencia de abuso, ya denunciada en contra de Francisco José Cox.

Sin embargo, hoy nos encontramos con una contradicción que solo viene a mostrar el peor y verdadero rostro de nuestro Mandatario, ante la primera denuncia que apareció ahora en contra de Bernardino Piñera, su tío arzobispo de casi 103 años. El Presidente dijo a los medios de comunicación que le «cuesta creer en una denuncia que se hace después de 50 años”.

Sin duda que esto transgrede la dignidad de la víctima, toda vez que nuevamente se les trata de mentirosos. Entonces, cabe preguntarse: ¿qué celebraba el Gobierno con la aprobación de la ley?

[cita tipo=»destaque»]Ruego al Presidente comprender que, familiar o no, si se comprueba el abuso tendrá que salir a dar explicaciones públicas, debido al nivel de protección que, de seguro y de forma oculta, entregarán para mantener el buen apellido, porque estoy convencido que lo que menos importa es si es verdad o no. Estar vinculado a una acusación de abuso es manchar el nombre, el prestigio forjado, que por décadas ha significado poder y estatus.[/cita]

La respuesta solo el Gobierno podría entregarla, más aún sabiendo que las víctimas de abusos sexual cada día que pasa van en aumento y que el daño emocional, psicológico de haber sido abusado de niño, es uno de los más severos e irrecuperables en el tiempo. Pareciera que nadie es capaz de entender que una víctima habla cuando puede y no cuando quiere o se quiere.

Estamos en una época en que la vieja escuela del sacerdocio pareciera que preparaba a sus seminaristas para abusar y depredar almas infantiles, más que para sanarlas. Tanto así, que ya tenían penitencias en cantidad y tipo para exculpar dicho pecado, porque, una vez realizada la confesión, vamos escogiendo a otro niño, total, tienen conexión directa con Dios.

Me llama la atención lo tan naturalizado que tenemos el abuso sexual en contra de niños, niñas y adolescentes en nuestro país, que la exclusión más que la inclusión es más relevante que el abuso mismo. Un profesor homosexual en un colegio católico es drásticamente recriminado y despedido, pero un sacerdote abusador es protegido.

Con esta declaración del Presidente Piñera quedó reflejado que existen abusadores de elite y deben ser protegidos contra todo escándalo, separando a los abusadores en primera y segunda categoría, conservando los primeros aquella imagen sacrosanta que los vuelve intocables. Así, también, queda de manifiesto el poder que sigue ejerciendo la Iglesia católica con el Gobierno de turno, aunque ambos actores lo nieguen.

Pareciera que nosotros, en nuestra calidad de víctimas, tendremos que seguir obligados a exponernos al escarnio público por denunciar a abusadores supuestamente santos, quienes fueron así declarados por los propios hombres, pero con más pecados que el mismísimo diablo. Y es en situaciones como esta en que me cuestiono la calidad de santo de Alberto Hurtado, toda vez que quienes lucharon por su pontificado fueron declarados abusadores, existen procesos en su contra y más víctimas de las que se pudieran contar. Me refiero a Renato Poblete y al ya conocido Fernando Karadima.

Sin duda, la imagen presidencial –en vez de desmarcarse– ha sido capaz, con una simple declaración, de amedrentar a la víctima y denunciante de Bernardino Piñera, ya que este presunto abusador no solo toca las puertas de La Moneda, sino que también el living de la mismísima casa del Mandatario, porque se trata de su pariente directo, consanguíneo, su tío Piñera.

¿De qué lado se pondrá la justicia? Quizás hoy, más que nunca, se esclarezca el interés desmedido del Fiscal Nacional, Jorge Abbott, por firmar con la Iglesia católica un acuerdo de cooperación. No cuesta nada preguntarse si la Iglesia, en ese momento, ya estaba enterada de esta denuncia y, para intentar proteger a futuro al presunto abusador, quiso tener la justicia más cerca de lo que ya la tenía.

Es extraño cómo Bernardino Piñera –con 103 años– puede emitir un comunicado rechazando las acusaciones en su contra y Francisco José Cox presuma deterioro cognitivo.

Hoy el Presidente se ha mostrado como es, un servidor menos público y más protector de los suyos.

Hoy me pregunto si lo denunciado por Gema Bueno, en el año 2004, era todo una mentira realmente. Estamos conscientes de que existen falsos denunciantes, lo que es un número inferior al que muchos abogados de abusadores han pretendido dar a conocer. Ante eso, no se debe confundir la presunción de inocencia con un ataque a las víctimas como un intento desesperado de desacreditar su testimonio.

Hay que recordar que la teoría del abuso siempre se da en contexto de poder, que ello es, sin duda, una figura asimétrica en donde va dirigido al uso y abuso de ejercer un poder de control de conciencia de la víctima, y Bernardino Piñera encaja a la perfección con dicha condición.

Por mi parte, yo me pongo en el lugar de la víctima, porque también lo fui y lo sigo siendo. A pesar de haber sido ninguneado, humillado y desmentido, me pondré siempre en el lugar de las víctimas. ¿De qué lado se pondrá el Gobierno, ya que celebró la imprescriptibilidad en favor de estas?

Ruego al Presidente comprender que, familiar o no, si se comprueba el abuso tendrá que salir a dar explicaciones públicas, debido al nivel de protección que, de seguro y de forma oculta, entregarán para mantener el buen apellido, porque estoy convencido que lo que menos importa es si es verdad o no. Estar vinculado a una acusación de abuso es manchar el nombre, el prestigio forjado, que por décadas ha significado poder y estatus.

Los mismos atributos que han tenido los abusadores sexuales de la Iglesia católica.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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