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Vía pacífica al desarrollo: la inevitabilidad política de la socialdemocracia en Chile Opinión

Vía pacífica al desarrollo: la inevitabilidad política de la socialdemocracia en Chile

Mario Waissbluth
Por : Mario Waissbluth Ingeniero civil de la Universidad de Chile, doctorado en ingeniería de la Universidad de Wisconsin, fundador y miembro del Consejo Consultivo del Centro de Sistemas Públicos del Departamento de Ingeniería de la Universidad de Chile y profesor del mismo Departamento.
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Dada la situación en que se encuentra Chile en este momento, la única vía pacífica al desarrollo es la inevitabilidad política y socioeconómica de un modelo socialdemocrático para Chile, estilo Alemania, Canadá o Finlandia. Por ello, el principal acuerdo empresarios-trabajadores-derecha-izquierda es la velocidad y ritmo de estos cambios… como ha ocurrido en los países OCDE. Para partir habría que hacer una gasfitería política urgente para lograr una mayor justicia socia; cambios constitucionales de mediano y largo plazo; recuperación de la ética, valores y educación ciudadana en la escuela; recuperación del “vilipendiado crecimiento”; un Estado fuerte, eficiente y con recursos; fortalecimiento del Estado de Bienestar socialdemócrata; control del narco, los vándalos y la adicción; y la madre de todos los cambios, pasar al régimen semipresidencial.


Esta semana quedará registrada en nuestra historia, no solo por la masiva rebelión de las clases bajas y medias legítimamente indignadas, sino también como aquella en que el fenómeno vandálico adquirió una dimensión tal que sus imágenes recorrieron el mundo. El texto denominado Inevitabilidad Socialdemocrática de Chile puede bajarse en www.mariowaissbluth.com.

Si las encuestas están correctas, hay entre uno y dos millones de chilenos mayores de 14 que aprueban los métodos violentos o delictuales. Aventuro una opinión: hay un pequeño grupo anarquista que opera en Chile por años, que ha tenido al Metro como blanco preferente, que aprovechó esta oportunidad social, que ha reclutado a un par de miles de “soldados de la anarquía” de perfil sociopático (no tienen nada que ver con los manifestantes pacíficos) que está logrando poner de rodillas al país, el Gobierno, su economía y su imagen internacional.

Si el Gobierno no logra identificarlos, capturarlos y encerrarlos, por mucho que se anuncien mejoras sociales, continuaremos indefinidamente sumergidos en esta crisis y el costo, al final y como siempre, lo pagarán los más pobres y sin recursos. Por cierto, estos “soldados de la anarquía” fueron incubados por la sociedad chilena, y ahora no vale quejarse de que son delincuentes que nos mandó la ira de Dios. En el trasfondo esta la inequidad estructural del modelo actual.

Si bien en Chile la pobreza en 1990 superaba el 43%, y hoy es 10%, y el Indice de Desarrollo Humano de Chile es por lejos el mejor de América Latina, la distribución del ingreso (Gini) calculada antes de impuestos es virtualmente igual a la distribución después de impuestos y transferencias directas del gobierno a los ciudadanos. Así, el 1% más rico de Chile se lleva nada menos que el 33% del PIB cada año, mucho más que en USA y Rusia, 20%, que nos siguen.

En el otro extremo, están los Países Bajos y Dinamarca con 6%. Esto se agrava, irritando aun más a la gente, porque los ladrones de cuello blanco no se lo han ensuciado casi nunca en la cárcel, por millonarios que hayan sido sus desmanes. El Código Penal castiga con cárcel al ladrón de gallinas y no al empresario o político cuyas estafas se miden en millones de gallinas.

En materia de recursos, los países OCDE muestran una tendencia estadísticamente indesmentible: entre 1965 y 2014, a medida que el PIB per cápita fue aumentando, desde un promedio de US$ 14 mil a US$ 36 mil por año, la suma de la carga tributaria más las contribuciones sociales fue también aumentando continuamente desde 25% del PIB hasta 35% en promedio.

Chile está hoy como la OCDE en 1965, y su trayectoria tributaria futura es obvia. A medida que las clases medias más educadas vayan demandando y exigiendo más prestaciones de parte del Estado, el aumento de la carga tributaria es inevitable. Al reducirse la pobreza de 43% a 10% de la población, surgió una nueva clase media baja altamente vulnerable, endeudada en un 73% de su ingreso, con permanente riesgo de recaer en la pobreza. Ellos son los nuevos indignados: un tercio de la población. Por cierto, aumentar la carga tributaria conlleva un requisito sine qua non: modernizar el Estado y mejorar su eficacia, eficiencia y transparencia para administrar los recursos adicionales.

Los planes para hacerlo ya están bastante trazados y son factibles, gradualmente. Se destaca asimismo que el modelo actual llevó a una cultura de individualismo inculcada masivamente. Primero yo, segundo yo, y los demás que se jodan… lo cual da derecho a estafar o saquear, y en tiempos de paz, a dejar las botellas de cerveza botadas en la arena de la playa o coludirse por el papel confort.

Se indica también que los países con mayor inequidad de ingresos, de manera independiente de su ingreso per cápita promedio, es decir, no importando si son países ricos o pobres en el promedio, tienen peores índices de salud, obesidad, delincuencia, violencia intrafamiliar, confianza interpersonal, enfermedad mental, embarazo adolescente, esperanza de vida, y otros males sociales. Como la salud mental, la delincuencia y la confianza interpersonal no se miden en el PIB, no han influido mayormente en las decisiones de los economistas de ningún gobierno. Han creído que somos únicamente homo economicus, lo que básicamente significa que todos somos perfectamente egoístas, racionales e implacablemente automaximizados. Craso error técnico.

Tecnócratas con errores técnicos: una paradoja. Se menciona asimismo a Acemoglu y Robinson, en su magistral libro ¿Por qué fracasan los países?: es la alianza entre algunas fuerzas políticas (de todos colores) y empresariales, con su contubernio tácito o explícito, la que ha permitido la “extracción” de recursos de una a otra clase social, en una suerte de megacohecho a nivel sistémico.

Por las razones anteriores, planteo la inevitabilidad política y socioeconómica de un modelo socialdemocrático para Chile, estilo Alemania, Canadá o Finlandia. En un país con la trayectoria de inequidad y vejaciones que ha tenido el nuestro, es la única vía pacífica al desarrollo. Por ello, el principal acuerdo empresarios-trabajadores-derecha-izquierda es la velocidad y ritmo de estos cambios… como ha ocurrido en los países OCDE.

En el texto se define socialdemocracia como un modelo diferente de capitalismo de mercado, en que la carga tributaria es mayor, y esos recursos adicionales el Estado los administra eficientemente, ya sea para redistribuir a los más pobres, o para ofrecerle a la clase media servicios que no lograrían obtener de otro modo.

Para transitar a la socialdemocracia en el caso chileno, se definen aquí ocho pilares estratégicos:

1. Gasfitería política urgente: Para lograr mayor justicia social y eliminar irritantes de la situación actual, habría que comprometerse formalmente con: a) terminar de aplicar todas las propuestas de la Comisión Engel; b) eliminar la reelección indefinida de parlamentarios y alcaldes; c) aumentar la duración del período presidencial, fuente esencial de actitudes demagógicas; d) reforma rápida al Código Penal, para castigar más draconianamente a los delincuentes de cuello blanco; e) obligación de transparentar la propiedad de todas las empresas; f) validar la responsabilidad civil y penal de las empresas y de sus directores; g) profundizar el tímido alivio económico que representaron los últimos anuncios, recurriendo a la amplia capacidad de endeudamiento del fisco.

2. Cambios constitucionales de mediano y largo plazo: Con más tiempo, que lo tomará inevitablemente, hay muchos temas a abordar en una nueva Constitución, en materia del equilibrio y reparto del poder político, derechos sociales básicos, derechos de propiedad sobre el territorio, autonomías de los pueblos indígenas, entre otros. Esto no tiene por qué “competir” con varias leyes de rango constitucional obvias y de rápido trámite.

3. Recuperación de la ética, valores y educación ciudadana en la escuela: Se postulan cuatro medidas rápidas e indispensables: a) fortalecer con muchos recursos a las escuelas de pedagogía, en particular las de educadoras de párvulos; b) aumentar el salario de educadoras de párvulo aun más que lo previsto en la Ley de Carrera Docente, de modo de convertirla en una profesión lo más atractiva posible; c) crear una verdadera carrera directiva escolar; y d) masificar el método de “tutoría entre pares”, que ya se está usando con éxito en Chile a baja escala, lo que permitiría mejorar el aprendizaje de temas curriculares y, más importante aún, las habilidades para el siglo XXI, como empatía, ética y valores.

4. Recuperación del “vilipendiado crecimiento”: Para un país de ingreso medio, los recursos no van a bastar ni siquiera con una reforma tributaria. Nuestra productividad laboral es bajísima. La Comisión Nacional de Productividad ha elaborado muchas propuestas útiles, que han sido insuficientemente atendidas por sucesivos gobiernos.

5. Un Estado fuerte, eficiente y con recursos: Uno de los pilares del modelo socialdemocrático es una reforma tributaria que vaya, lenta y progresivamente, incrementando los recursos que el Estado puede gastar en redistribución y/o la mejora en los servicios que le provee a la ciudadanía. Por otro lado, el Estado chileno debe dar garantías de que gastará esos recursos bien, para prestar servicios de calidad, eliminar las largas 4 colas y listas de espera y trámites eternos, y para ganar la confianza y credibilidad de la ciudadanía. La modernización del Estado es indispensable y ya hay bastante claridad sobre cómo hacerlo.

6. Fortalecimiento del Estado de Bienestar socialdemócrata: Es vital abrir un proceso de consulta ciudadana para priorizar los bienes públicos que la ciudadanía requiere. Es el proceso consultivo y participativo más importante, antes que la Constitución: la elaboración de un pacto social de largo plazo y vinculante, en que se concuerde el ritmo y monto de las reformas tributarias, así como los servicios ciudadanos que estos recursos podrán financiar.

7. Control del narco, los vándalos y la adicción:. Son nuestra principal amenaza. Todavía estamos a tiempo de controlar esta lacra con gran energía, pero nos queda poco. Por otro lado, el combate al consumo de alcohol y drogas ya ha sido probado exitosamente en Islandia, con escaso avance acá y no hay razón para no masificarlo.

8. La madre de todos los cambios: régimen semipresidencial: Esta fórmula constitucional evita el problema de la duración de los períodos de gobierno. Tiene la ventaja de que “obliga” al Poder Ejecutivo a gobernar con un Parlamento que le es favorable. Lo ha propuesto un grupo plural de senadores, como Andrés Allamand, Carlos Montes, Hernán Larraín, Felipe Harboe y Andrés Zaldívar.

En un régimen hiperpresidencial como Chile, en democracia, el Presidente de la República es el único que podría avanzar a la máxima velocidad posible en estas materias, que ojalá sean más fácilmente consensuables que antes en el Congreso actual. Es su desafío transformar la crisis, de amenaza grave, a oportunidad histórica.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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