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El incómodo desembarco del «interventor» Ubilla PAÍS

El incómodo desembarco del «interventor» Ubilla

Hernán Leighton
Por : Hernán Leighton Periodista de El Mostrador
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Considerando que el manejo de la pandemia se puso cuesta arriba, en el Gobierno explicaron que al Presidente no le habría quedado otra opción que nombrar a una suerte de interventor político en las sombras, alguien que coordine la «operatividad» de decisiones gubernamentales complejas, como lo es la cuarentena total que comienza a regir esta noche en las 32 comunas del Gran Santiago y en otras seis de su entorno. La elección de Ubilla para esa tarea pasó por tres factores: su cercanía histórica con Piñera de casi tres décadas, su reconocida muñeca política y sus amplias redes en el ámbito político.  


En La Moneda no hay dos lecturas. El regreso «part time» del exsubsecretario de Interior, Rodrigo Ubilla (RN), tiene una sola explicación y un solo fin: subsanar el gran déficit político que hay al interior del Gobierno, precisamente en uno de los momentos más delicados y complejos que deberá enfrentar la administración piñerista en las próximas semanas y meses, debido a los efectos sanitarios, políticos, económicos y sociales que generará la pandemia de coronavirus. Un escenario tan complicado, que no deja mucho espacio a desaciertos, desprolojidades y errores como los que se evidenciaron en los últimos dos meses.

Cuando en la derecha, y el oficialismo en general, hablan de déficit político del Gobierno, en la práctica todos apuntan al Ministerio del Interior, hoy manejado por la dupla conformada por Gonzalo Blumel (Evópoli) y Juan Francisco Galli (RN). Una cartera que en el papel debería llevar las riendas políticas de la actual administración, pero que en los hechos ha quedado en deuda en este punto.

El viernes 8 de mayo, cerca de las 21 horas, circuló un escueto comunicado oficial de Presidencia en el que se notificó la decisión del Mandatario de traer de vuelta a Palacio a Ubilla, esta vez como parte del staff de asesores del segundo piso. Una decisión que se tomó esa misma tarde y de la cual la mayoría en La Moneda se enteró por la prensa.

Durante esta semana, en La Moneda prefirieron bajarle el perfil a la “poco sutil” decisión presidencial, porque esta de inmediato generó roces e hirió susceptibilidades en algunas oficinas de Palacio, especialmente en las del Patio de Los Canelos.

Considerando que el manejo de la pandemia se puso cuesta arriba, en el Gobierno explicaron que al Presidente no le habría quedado otra opción que nombrar a una suerte de interventor político en las sombras, alguien que coordine la «operatividad» de decisiones gubernamentales complejas, como lo es la cuarentena total que comienza a regir esta noche en las 32 comunas del Gran Santiago y en otras seis de su entorno. La elección de Ubilla para esa tarea pasó por tres factores: su cercanía histórica con Piñera de casi tres décadas, su reconocida muñeca política y sus amplias redes en el ámbito político.

[cita tipo=»destaque»]Su calidad de piñerista histórico y la confianza que tiene por parte del Mandatario, han instalado a Ubilla desde esta semana en el cerrado y exclusivo círculo de poder con el que Piñera ha tomado muchas de las cuestionadas decisiones para manejar la pandemia, una mesa en la que solo se sentaban hasta ahora el jefe de asesores del segundo piso, Cristián Larroulet, y el ministro de Salud, Jaime Mañalich. Con el primero la relación nunca ha sido buena, solo formal y distante, mientras que con el segundo es mucho más cercana, se conocen desde el primer Gobierno, donde ambos trabajaron coordinadamente el 2010 lo que fue la reconstrucción posterremoto del 27/F y crisis como el estallido de Freirina. De hecho, la «experiencia» del exsubsecretario apagando los incendios que enfrentó la primera administración piñerista es otro de los puntos a su favor.[/cita]

Ubilla es cercano al ministro de Relaciones Exteriores, Teodoro Ribera; posee línea directa con el presidente de RN, Mario Desbordes; y tiene una estrecha amistad con el senador Andrés Allamand, quien sería el artífice del «extraño» aterrizaje del exsubsecretario al Instituto Libertad y Desarrollo, hoy dirigido por Marcela Cubillos (UDI).

En sectores de La Moneda reconocieron que el regreso de Ubilla como asesor fue visto y entendido como una crítica velada al trabajo que se estaba realizando, y que la confianza política que hay entre el exsubsecretario y el Mandatario deja a varios –entiéndase al ministro Blumel y a Galli– en una evidente situación de desventaja a la hora de intentar imponer sus criterios en las decisiones gubernamentales.

No es la primera vez que Ubilla juega este papel ni tampoco que Piñera lo mande a llamar para que lo ayude a «salvar» una situación. La noche de la primera vuelta presidencial de noviembre de 2017, el abanderado de Chile Vamos recibió un balde de agua fría con los resultados que obtuvo: si bien lideró las preferencias (36,6%) y sacó más de diez puntos de ventaja a Alejandro Guillier (22.7%), el rendimiento electoral había estado casi diez puntos por debajo de lo pronosticado y cuatro menos del piso mínimo que se estimó entonces para asegurar el balotaje.

Esa misma noche Piñera llamó a Ubilla para que asumiera como encargado territorial de la campaña de la segunda vuelta, lo que desplazó a Lucas Palacios, actual ministro de Economía, de dicha tarea. El resultado obtenido en la segunda vuelta (54,5%) a favor del actual Presidente, fue adjudicado en gran parte a la labor territorial, la capacidad de gestión y las redes del exsubsecretario.

Una historia que ha salido a colación en estos días en el oficialismo y que ha servido de contrapunto a los cuestionamientos internos que hay en el Gobierno sobre las falencias en la gestión política desde el Ministerio del Interior, puntualmente por su poca coordinación con las carteras de Salud y Defensa, como también a nivel territorial en regiones, principalmente con los alcaldes e intendentes.

Para el director de la Escuela de Gobierno de la Universidad Central, Marco Moreno, el exsubsecretario Ubilla “no es un técnico con experticia en el diseño, implantación o evaluación de políticas (razones que entregaron desde el Gobierno para su llegada), lo suyo es la política y especialmente la interna del partido». Agregó que este «regreso»  tendría una segunda derivada, la de “recomponer el piñerismo y blindar al Presidente con su círculo de colaboradores más estrecho. Su relación con Chadwick y Larroulet es parte de la última línea de defensa de Piñera y ahí vuelve Ubilla”.

Su calidad de piñerista histórico y la confianza que tiene por parte del Mandatario, han instalado a Ubilla desde esta semana en el cerrado y exclusivo círculo de poder con el que Piñera ha tomado muchas de las cuestionadas decisiones para manejar la pandemia, una mesa en la que solo se sentaban hasta ahora el jefe de asesores del segundo piso, Cristián Larroulet, y el ministro de Salud, Jaime Mañalich. Con el primero la relación nunca ha sido buena, solo formal y distante, mientras que con el segundo es mucho más cercana, se conocen desde el primer Gobierno, donde ambos trabajaron coordinadamente el 2010 lo que fue la reconstrucción posterremoto del 27/F y crisis como el estallido de Freirina. De hecho, la «experiencia» del exsubsecretario apagando los incendios que enfrentó la primera administración piñerista es otro de los puntos a su favor.

En el Gobierno dijeron que Larroulet resintió bastante la llegada de Ubilla. No por nada el exdirector del Instituto Libertad y Desarrollo realizó gestiones para neutralizar el margen de acción que en un principio se pensaba para el exsubsecretario, ya que el propósito original era que Ubilla fuera el coordinador de la crisis, pasando por sobre el ministro Blumel, el hijo político de Larroulet, pero al final se acomodó su papel solo como asesor directo del Presidente.

La sombra de Chadwick

La estadía del ministro Blumel en Interior no ha sido nada fácil. Es cierto que asumió ese papel cuando nadie más quería, en pleno estallido social, pero esa lealtad no ha sido suficiente, pues hasta hoy carga con el peso de la sombra que dejó su antecesor, Andrés Chadwick, quien, a pesar de dejar oficialmente el gabinete, sigue siendo desde fuera de La Moneda uno de los «orejeros» y consejeros principales del Jefe de Estado.

En la derecha explicaron que Blumel sigue luchando por demostrar sus capacidades, una pelea en la que cuenta con el respaldo no menor de Larroulet, lo que lo sostiene al final del día, pese a las críticas por su carente gestión política. Pero el hecho que Ubilla fuera durante cuatro años, en el primer mandato, y luego un año y medio, nuevamente, la dupla de Chadwick en el Ministerio del Interior, hizo que no pocos en el entorno de Blumel vieran el regreso del RN como un “desembarco” velado del exministro en La Moneda.

Eso, porque no solo volvió Ubilla, sino que también lo hizo Andrea Balladares, la exjefa de División de Gobierno Interior, quien fue pieza clave de Chadwick en su gestión territorial en las regiones y que había dejado La Moneda para trabajar con él en la campaña por el «Rechazo» para el plebiscito. Balladares, cumplió hasta hace unas semanas funciones como delegada presidencial en La Araucanía y hoy, al igual que Ubilla, está en el segundo piso de Palacio y en el Gobierno afirmaron que ambos vinieron a “tapar hoyos”.

Es sabido que Piñera nunca ha dejado de hablar con Chadwick, pero en estos días –señalaron fuentes de Palacio– esta comunicación es casi diaria. Una influencia que en el Ministerio del Interior cae pésimo, donde reconocieron que «es una afrenta», para el trabajo y esfuerzo que han realizado, cada vez que se hace gala o se publica en los medios que Chadwick sigue presente y activo en las decisiones gubernamentales.

Rencillas más y roces menos, lo concreto es que los números de la pandemia se han transformado en un dolor de cabeza para el Mandatario. Las cosas no salieron como apostaron y las próximas semanas de mayo y junio serán una prueba de fuego para La Moneda, donde se verá en los hechos si la experiencia de Ubilla lo ayuda y, otra vez, le arregla la carga a Piñera.

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