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Plebiscito y pandemia: lecciones de las elecciones en Francia Opinión

Plebiscito y pandemia: lecciones de las elecciones en Francia

Tomás Fuentes Barros
Por : Tomás Fuentes Barros Cientista político.
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En Chile, debemos tomar nota de lo ocurrido en Francia. Es vital que el plebiscito sobre la Constitución goce de una alta participación que le provea legitimidad, sea cual sea el resultado. A la luz de la evidencia que nos muestra el caso francés, postergar el plebiscito surge como la alternativa más razonable en este período de incertidumbre en torno a la pandemia. De lo contrario, estamos arriesgando no solo un evento electoral con poca participación, sino que también manchado por un sesgo de clase, exclusión tácita de la tercera edad y un temor inherente al contagio.


La participación electoral es el oxígeno de la democracia representativa. En ese sentido e independientemente de si uno está a favor de la opción «Apruebo» o el «Rechazo» en el plebiscito del 25 de octubre, es fundamental que este acto electoral goce de una alta legitimidad y ello depende, precisamente, de la participación de la ciudadanía.

Lo ocurrido en la segunda vuelta de las elecciones municipales en Francia el 28 de junio, sugiere que la opción más sana para nuestra democracia es postergar el plebiscito. Específicamente, el caso francés deja tres lecciones objetivas: 1) una baja drástica en la participación, comparando con comicios anteriores; 2) un sesgo de clase, con una mayor abstención entre los franceses de los sectores más pobres y vulnerables; y 3) una brecha etaria, con un incremento drástico del abstencionismo en la tercera edad.

Respecto al primer punto, cabe señalar que esta elección, que se debía realizar originalmente a fines de marzo, fue postergada para finales de junio. Más allá de las medidas de resguardo adoptadas y los reiterados llamados del gobierno a participar, el abstencionismo aumentó considerablemente: participó solo el 41,6% del padrón electoral, muy por debajo de los comicios locales anteriores (64% en 2014).

[cita tipo=»destaque»]Al mismo tiempo, nadie en su sano juicio quiere que en Chile participen los más ricos a tasas mucho más altas que los más pobres en el plebiscito. De igual manera, podría incluso ser discriminatorio el realizar el plebiscito en condiciones que “tácitamente” condicionan el derecho a voto a un grupo de la población, como son los adultos mayores.[/cita]

Este guarismo también contrasta, por ejemplo, con el 75% de los electores franceses que concurrieron a votar en la segunda vuelta de 2017 en que resultó electo Macron. Casi en el 90% de los municipios franceses la participación cayó y esta fue, incluso, más baja en las provincias correspondientes a las grandes urbes, precisamente donde se dieron las disputas más importantes, como Burdeos, Lyon, Marsella y París.

En segundo lugar, estos comicios en Francia sugieren que la pandemia puede crear un sesgo de clase. De acuerdo con el Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP), mientras en el quintil más rico la abstención habría sido de un 48%, en el quintil más pobre llegó al 61%. IPSOS Francia muestra un sesgo de clase incluso más fuerte: la abstención en estratos medios y altos fue de un 49%, mientras que en los segmentos de ingresos bajos alcanzó el 71%.

En relación con la brecha etaria, la pandemia habría invertido la tasa de participación histórica entre los jóvenes y la tercera edad. De acuerdo con los datos del IFOP, la tasa de abstención de la tercera edad se incrementó desde el 38% a un 50% en ese grupo, mientras que la de los jóvenes no varió mayormente.

En Chile, debemos tomar nota de lo ocurrido en Francia. Es vital que el plebiscito sobre la Constitución goce de una alta participación que le provea legitimidad, sea cual sea el resultado.

Al mismo tiempo, nadie en su sano juicio quiere que en Chile participen los más ricos a tasas mucho más altas que los más pobres en el plebiscito. De igual manera, podría incluso ser discriminatorio el realizar el plebiscito en condiciones que “tácitamente” condicionan el derecho a voto a un grupo de la población, como son los adultos mayores.

A la luz de la evidencia que nos muestra el caso francés, postergar el plebiscito surge como la alternativa más razonable en este período de incertidumbre en torno a la pandemia. De lo contrario, estamos arriesgando no solo un evento electoral con poca participación, sino que también manchado por un sesgo de clase, exclusión tácita de la tercera edad y un temor inherente al contagio.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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