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Pisando el acelerador hacia el subdesarrollo Opinión

Pisando el acelerador hacia el subdesarrollo

Diego Rojo Martel
Por : Diego Rojo Martel Académico de Facultad de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad Arturo Prat. Geólogo de la Universidad Andrés Bello y candidato a doctor de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Investigador de la relación tectonomagmática en la Patagonia.
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A modo de corolario, se hace necesario establecer un cambio en la concepción de riqueza, es decir, un territorio no será ni es más rico por sus recursos naturales, sino más bien su riqueza dependerá de la proporcionalidad de inversión y respaldo hacia las ciencias y las tecnologías de sus presentes y futuras generaciones, considerando además que los recursos naturales futuros se encuentran en el espacio sideral y no en nuestro sistema Tierra, por lo tanto, un país que no invierte en ciencia y tecnología está destinado a la pobreza. 


En la actualidad, Chile anhela la ambiciosa meta de alcanzar el desarrollo a nivel país, mirando de manera idónea a grandes potencias mundiales tales como Alemania, Suiza, Francia, España, Japón, entre otras. Quizás, los posibles equivalentes candidatos que aparecen dentro del espectro visible son Australia y Nueva Zelanda, quienes han sabido convertirse en referentes a nivel mundial con un importante realce de sus recursos renovables. Sin embargo y como se dice coloquialmente, “no solo hay que serlo, sino parecerlo”. Al realizar una tomografía a nivel global en la concepción del presupuesto estipulado a nivel individual y mundial de las naciones en proporción al Producto Interno Bruto (PIB) declarado, se destaca que el promedio mundial del presupuesto en Investigación y Desarrollo (I+D) es cercano al 2.27 % del PIB mundial, según los datos otorgados por el Banco Mundial para los años 2017 y 2018. Por este motivo, varias naciones han comprendido que el mejor recurso de un país corresponde al desarrollo del recurso humano. 

En este contexto, hoy en día existen naciones que destinan sobre el 3% del PIB en I+D, tales como Israel (4.95 %), Corea del Sur (4.81%), Suiza (3.37%), Japón (3.26%), Alemania (3.09%), entre otras, mientras que Chile solo destina un 0.36% del PIB para Ciencia y Tecnología.

De manera paralela, existe un resultado alarmante al sobreponer el gasto militar de Chile (1.89 % del PIB) con respecto al presupuesto que nuestra nación estipula en I+D, donde el presupuesto para Ciencia y Tecnología chileno es cinco veces más reducido que el presupuesto otorgado para gastos militares. Análogamente, a nivel mundial, para el año 2019 el porcentaje del PIB de gasto militar de algunas naciones, tales como Corea del Sur, fue equivalente al 2,7%, China 1,9%, Francia al 1,9%, Australia 1,9%, Brasil 1,5%, España 1,2%, Japón 0,9%. Es decir, existe una tendencia a nivel global en los países con elevado índice de desarrollo (IDH) en destinar proporcionalmente el doble o incluso más del presupuesto para Ciencia y Tecnología en relacional con el presupuesto destinado para gasto militar. 

Entonces, ¿por qué es más relevante invertir en Ciencia y Tecnología (I+D) que en gasto militar?

Quizás la respuesta puede ser establecida de manera explícita a través de las siguientes proposiciones. Singapur, por ejemplo, que corresponde a una nación establecida en el segmento insular al sur de Asia, en la actualidad presenta un elevado IDH y corresponde a una potencia económica a nivel mundial. Lo relevante de esta situación es que el actual estatus y equilibrio encontrado por Singapur no es azaroso, sino más bien sustentado por las buenas prácticas tomadas en tiempo previos, resaltando particularmente la decisión adoptada a mediados del siglo XX de elevar el porcentaje del PIB en I+D, considerando además que Singapur no se caracteriza por poseer importantes recursos naturales, como aquellos registrados en las magníficas franjas metalogenéticas de los Andes chilenos, las cuales se destacan a nivel mundial por sus importantes yacimientos de tipo pórfido cuprífero y corresponden al actual sustento de la economía chilena. 

Por otra parte, y de manera análoga, está el escenario mostrado por Israel, que lidera el porcentaje del PIB estipulado para I+D. Esto sorprende al contemplar el historial de conflictos geopolíticos-religiosos de esta nación. Sin embargo, Israel no consideró optar por una actitud sosegada, sino más bien todo lo contrario, ante este escenario dicho país potencio la innovación, emprendimiento y educación, entendiendo que este es el camino idóneo para ser mejor que ayer. En la actualidad, Israel cuenta con el Silicon Wadi,que corresponde a un análogo y mejorado centro de emprendimiento, tecnológico, educación e investigación, incluso adoptando el apodo del Silicon Valley de Silicon Valley. A su vez, una característica amenazante es que Israel presenta un déficit del recurso hídrico, sin embargo, corresponde a una potencia agrícola a nivel mundial. Ante este contexto, se puede reflexionar sobre cómo una política decretada hace más de 60 años contempla que el recurso humano es la clave para el progreso de una nación.

Esta gran enseñanza entregada por otras naciones alimenta aquel codiciable sueño que hoy tiene la comunidad científica local de fomentar el presupuesto en I+D en nuestro territorio. Hoy en día, queda a la vista cómo los países han concientizado que el mejor camino para un próspero futuro es potenciando la salud, educación, ciencia y tecnología. 

Está claro que la economía es un factor preponderante para las naciones, pero, aun así, debemos hacer entender a las entidades gubernamentales que existe una relación positiva entre nivel de desarrollo/crecimiento económico con los países que más invierten en I+D, y de manera complementaria, corresponden aquellos que se ven menos afectados ante una disminución económica en periodo de crisis a nivel global o fenómeno natural. Un claro ejemplo es Chile, que corresponde a un territorio que es intensamente amenazado por un gran abanico de fenómenos naturales (sismos, erupciones volcánicas, tsunamis, deslizamientos de masa, variaciones eustáticas, entre otras) y en donde poca importancia ha sido otorgada a investigar y mitigar la compresión de estos fenómenos.

Sin embargo, cada vez que ocurre un evento geológico, los daños monetarios a nivel estatal son elevadísimos, sin considerar lo más importante y que corresponde a los decesos de nuestros seres queridos, las cuales no tienen valor ni remediación alguna. Por este motivo, invertir en Ciencia y Tecnología es el mejor mecanismo de defensa para evitar drásticos e irreparables resultados. Un caso muy latente corresponde a lo vivido en el terremoto del 27 de febrero de 2010, en donde el daño monetario correspondió al 14% del PIB nacional, y de manera invaluable más de quinientos seres queridos perdieron su vida. Esto se pudo haber evitado y/o disminuido en gran parte si Chile hubiera potenciado el presupuesto en I+D. 

A modo de corolario, se hace necesario establecer un cambio en la concepción de riqueza, es decir, un territorio no será ni es más rico por sus recursos naturales, sino más bien su riqueza dependerá de la proporcionalidad de inversión y respaldo hacia las ciencias y las tecnologías de sus presentes y futuras generaciones, considerando además que los recursos naturales futuros se encuentran en el espacio sideral y no en nuestro sistema Tierra, por lo tanto, un país que no invierte en ciencia y tecnología está destinado a la pobreza. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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