Altos niveles de ansiedad, cansancio físico, fatiga mental, rabia, frustración y sentimientos de inutilidad. Las mujeres se sienten desesperadas y culpables por su caótica situación de vida personal y familiar en pandemia. En la gran mayoría de los casos, este cuadro no se debe a que las madres trabajadoras no sean lo suficientemente resistentes a la presión. La verdadera causa radica en una falla estructural del sistema, que les ha pedido hacer lo imposible para la subsistencia de un sistema socioeconómico que ha postergado históricamente el bienestar de mujeres, niños, niñas y adolescentes. Esto no es “burnout”, esto es traición.
El inicio de la alerta sanitaria obligó a las madres de Chile y al mundo a confinarse, sin abandonar sus obligaciones laborales por medio del teletrabajo y, al mismo tiempo, a mantener las labores del hogar y el cuidado de sus hijos sin disponer de apoyo externo, tales como colegios, guarderías, cuidadoras o abuelos. Esta situación de emergencia rápidamente se hizo la norma, con lo cual devino el agotamiento extremo de las madres, un factor contribuyente al desastre social, sanitario y económico global.
Como psiquiatra dedicada a la salud mental de la mujer, he sido testigo cercana del sufrimiento de las madres durante toda la pandemia. Al momento de la primera consulta, la mayoría de mis pacientes que son mamás presentan altos niveles de ansiedad, cansancio físico, fatiga mental, rabia, frustración y sentimientos de inutilidad en su multiplicidad de roles. Se sienten desesperadas y culpables por su caótica situación de vida personal y familiar en pandemia.
[cita tipo=»destaque»]La salud mental de las madres es esencial para el desarrollo y crecimiento de los hijos. El estrés y la enfermedad mental materna pueden afectar directamente al feto y al recién nacido, con impacto sobre su desarrollo físico, cognitivo y emocional, que puede perdurar en el tiempo y hasta la vida adulta. Por otro lado, la atención y los cuidados hacia la salud mental de la madre proporcionan el apoyo necesario para que las mujeres puedan ampliar sus recursos y capacidades personales, adaptarse mejor a estos desafíos, vincularse afectivamente con su bebé, alimentarlo y cuidarlo, generando factores protectores en el desarrollo y la adultez.[/cita]
En la gran mayoría de los casos, este cuadro clínico no se debe a que las madres trabajadoras no sean lo suficientemente resistentes a la presión, ni a una falla en sus recursos internos de afrontamiento, ni a que les falten habilidades de organización del tiempo. La verdadera causa radica en una falla estructural del sistema, que les ha pedido a las madres hacer lo imposible para la subsistencia de un sistema socioeconómico que ha postergado históricamente el bienestar de mujeres, niños, niñas y adolescentes. Esto no es “burnout”, esto es traición.
Reconocer públicamente la naturaleza sistémica del problema es el primer paso para liberar a las madres de una carga injusta. El segundo paso es posicionar a la salud mental materna como una prioridad sanitaria.
Desde el año 2016, el primer miércoles de mayo, se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental Materna. Este año, bajo el lema #LaSaludMentalMaternaImporta, se busca generar conciencia acerca de los problemas de salud mental perinatal, con la finalidad de que más madres busquen ayuda y reciban tratamiento adecuado.
Según distintos estudios a nivel mundial, sabemos que las mujeres tienen 2-3 veces más riesgo de tener una patología de salud mental que los hombres. Que 2 de cada 10 mujeres presentan algún problema de salud mental durante el embarazo y primer año posparto y que, de estas, casi la mitad no recibirá una atención adecuada. Según cifras locales, el 33% de las embarazadas presenta síntomas ansiosos y/o depresivos en el embarazo, aumentando al 40% en el puerperio (Minsal, 2007).
Estas cifran han empeorado durante el último año. Según la tercera ronda del Termómetro de la Salud Mental, elaborado por la Asociación Chilena de Seguridad y la Pontificia Universidad Católica, el 55% de las mujeres presentó síntomas depresivos (en comparación con el 38% de los hombres) y del total de los encuestados, solo un 6,8% declara haber recibido atención por psiquiatra.
La salud mental de las madres es esencial para el desarrollo y crecimiento de los hijos. El estrés y la enfermedad mental materna pueden afectar directamente al feto y al recién nacido, con impacto sobre su desarrollo físico, cognitivo y emocional, que puede perdurar en el tiempo y hasta la vida adulta. Por otro lado, la atención y los cuidados hacia la salud mental de la madre proporcionan el apoyo necesario para que las mujeres puedan ampliar sus recursos y capacidades personales, adaptarse mejor a estos desafíos, vincularse afectivamente con su bebé, alimentarlo y cuidarlo, generando factores protectores en el desarrollo y la adultez.
Por eso, la salud mental materna importa, cuidar e invertir en ella supone mejorar la salud de la sociedad actual y futura. Pero no debemos olvidar que nuestra labor también debe estar orientada a reparar la traición que el sistema ha ejercido en contra de las madres, acrecentada durante la pandemia, y que esto implica redefinir el sistema, los valores e ideales por los que aspiramos vivir, anteponiendo el bienestar de los individuos por sobre la productividad deshumanizada.