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Boric, Scholz y la tiranía del mérito Opinión

Boric, Scholz y la tiranía del mérito

Renato Cristi
Por : Renato Cristi PhD. Professor Emeritus, Department of Philosophy, Wilfrid Laurier University.
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Scholz interrumpe un día su campaña para entrevistar por video a Michael Sandel, un filósofo de Harvard, autor de «La tiranía del mérito». Estaba interesado en saber por qué los partidos de centroizquierda habían sido incapaces de conquistar el voto de la clase obrera que había emigrado hacia los populismos de derecha. Según este, los partidos de centroizquierda han adherido al triunfalismo neoliberal que instaló la «meritocracia» y se identifican con los valores de la elite educada y exitosa, perdiendo así contacto con la clase obrera. En Estados Unidos, esto es claramente lo que sucede bajo la presidencia de Clinton. Para Sandel, la ideología meritocrática que dominaba ahora en el ámbito de la educación y la cultura, había creado resentimiento en la clase trabajadora, y paralelamente soberbia y arrogancia en la clase empresarial. Y el resentimiento de unos, agravado por la soberbia de otros, habría sido la causa principal del éxito de Trump y su política populista. En definitiva, lo que resulta imperioso y urgente hoy en día es que Gabriel Boric lea rápidamente «La tiranía del mérito» y se entreviste con Sandel.


El miércoles 8 de diciembre, Olaf Scholz asumió como el noveno Canciller alemán de la posguerra. Es el primer socialdemócrata en ganar una elección nacional en Alemania en dieciséis años. Hace un año, parecía imposible que el Partido Socialdemócrata, fundado en 1863, el partido de Ferdinand Lasalle, August Bebel y Wilhelm Liebknecht, pudiera detener su acelerado declive. Había sido derrotado ampliamente en las elecciones locales recientes y a mediados de 2019 las encuestas le asignaban apenas un 12% del electorado.

Enfrentado a este escenario, Scholz interrumpe un día su campaña para entrevistar por video a Michael Sandel, un filósofo de Harvard. Estaba interesado en saber por qué los partidos de centroizquierda habían sido incapaces de conquistar el voto de la clase obrera que había emigrado hacia los populismos de derecha.

The New York Times reporta que ambos conversan una hora en torno a un tema muy simple, tema que llegaría ser central en la campaña socialdemócrata: ¡Respeto! Scholz había leído su último libro, La tiranía del mérito. Según Sandel, la ideología meritocrática que dominaba ahora en el ámbito de la educación y la cultura, había creado resentimiento en la clase trabajadora, y paralelamente soberbia y hubris en la clase empresarial. Y el resentimiento de unos, agravado por la soberbia de otros, habría sido la causa principal del éxito de Trump y su política populista.

En una entrevista para The New York Times, Sandel afirma que la reacción trumpista de 2016 fue consecuencia del evangelio meritocrático que le dice a la gente: “Si realmente tratas, tendrás necesariamente éxito”. Pero ese no es el mensaje correcto cuando se tiene en cuenta el deterioro salarial y el desempleo causados por la globalización. Lo que la elite socialdemócrata no ha captado es que esa manera de ver las cosas constituye un insulto para los trabajadores, pues lo que en el fondo se les está diciendo es: “Si no te va bien en esta nueva economía, tu fracaso es tu culpa”.

Sandel reconoce que Hayek rechaza la idea de que la diferencia en las recompensas que reciben los agentes económicos corresponda a su mérito. En una sociedad libre, dice Hayek, mis ingresos y mi riqueza reflejan el valor de los bienes y servicios que ofrezco, y ese valor lo determina espontáneamente la oferta y la demanda. No tiene nada que ver con el mérito personal.  Esto debería servir de consuelo para los perdedores en la competencia económica y de traba para la soberbia de los ganadores. Pero, observa Sandel, desde un punto de vista psicológico o moral, la distinción entre valor y mérito tiende a esfumarse. Recordarles a los ricos que su riqueza refleja solo el alto valor de sus contribuciones no tenderá a moderar su soberbia. Tampoco se reforzará la autoestima de los pobres cuando se les informe que su pobreza responde al bajo valor de las suyas.  

Según Sandel, el colapso de la Unión Soviética y la caída del muro de Berlín son interpretados como el triunfo de la economía de libre mercado que conduce a la eliminación del control y la regulación de la economía. Cualquier esfuerzo por paliar la desigualdad económica y social conduce a una intolerable intervención coercitiva por parte del Estado. Los partidos de centroizquierda han adherido a este triunfalismo neoliberal y se identifican con los valores de la elite educada y exitosa, perdiendo así contacto con la clase obrera. En Estados Unidos, esto es claramente lo que sucede bajo la presidencia de Clinton. 

En Chile, en 1989, Edgardo Boeninger y Enrique Correa manifiestan ese mismo triunfalismo cuando negocian con la Junta Militar y confirman la continuidad de la Constitución neoliberal de 1980. No toman en cuenta que los plebiscitos de 1988 y 1989 habían efectivamente destruido el poder constituyente de Pinochet, y restaurado la soberanía popular. Se pierde así la oportunidad de restaurar la Constitución de 1925 destruida por Guzmán y la posibilidad de comenzar a desarticular la mentalidad neoliberal. 

Boeninger y Correa habían caído bajo el embrujo de esa nueva mentalidad. A partir del golpe de Estado de 1973 se intenta cambiar la mentalidad a los chilenos para implantar una ética del éxito meritocrático. Lo dice muy claramente Jaime Guzmán en la Declaración de Principios de la Junta de Gobierno de marzo del 1974: “El estilo bajo y mediocratizante que ha caracterizado a la política en el último tiempo ha ido desarrollando una mentalidad que frecuentemente ha llegado a considerar el éxito personal como algo negativo que hay que esconder o hacerse perdonar. Una nueva actitud dirigida a encaminar al país por la senda de la grandeza nacional tendrá que conceder una importancia vital al premio y distinción pública para quien lo merezca en razón del mérito y la superación personal… En definitiva, resulta imperioso cambiar la mentalidad de los chilenos”. 

En definitiva, lo que resulta imperioso y urgente hoy en día es que Gabriel Boric lea rápidamente La tiranía del mérito y se entreviste con Sandel. (Podría quizás también leer mi libro recién publicado: La tiranía del mercado. El auge del neoliberalismo en Chile, cuyo argumento se inspira en Sandel).

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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