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Zona de Paz: respuesta a una columna de Mladen Yopo Opinión

Zona de Paz: respuesta a una columna de Mladen Yopo

Ignacio Mardones Costa
Por : Ignacio Mardones Costa Jefe de Desarrollo y Estrategia de AthenaLab
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Las buenas intenciones de los países no bastan para solucionar los problemas, más aún cuando podemos identificar que, mientras se realizan elocuentes declaraciones llamando a la paz regional, en forma paralela se aprueban textos claramente confrontacionales, como la reciente publicación de la nueva Política de Defensa Nacional argentina, de fecha 06 de julio de 2021, presentada por el presidente Alberto Fernández, en que junto con señalar que “la política de defensa argentina será reactiva, disuasiva, cooperativa y autónoma”, se refiere al Estrecho de Magallanes y al denominado Mar de Hoces por Argentina, en clara referencia al Mar de Drake, como “un espacio compartido que resulta fundamental continuar fortaleciendo con la exploración, estudio y control conjunto”. A la fecha, no se ha modificado –por parte del documento argentino– dicha pretensión.


Habiendo leído con calma y detención la columna del investigador Mladen Yopo titulada “Zona de Paz: un imperativo estratégico de las políticas exterior y de defensa de Chile”, no puedo dejar de reconocer que comparto plenamente el sueño de un mundo sin guerras ni conflictos que nos permitan avanzar en la anhelada “paz regional”, que no se garantiza con el proceso de democratización de fines de los 80 y principios de los 90 del pasado siglo, ni las innumerables declaraciones, compromisos y mecanismos regionales y subregionales tendientes a fortalecer una Zona de Paz.

Basta analizar brevemente las actuales condiciones de nuestro país, pues aún mantenemos temas pendientes con nuestros vecinos. En efecto, con el Perú, persiste la diferencia sobre el “triángulo terrestre”; Bolivia permanentemente reclama una salida soberana al Pacífico a través de Chile; y con nuestro vecino Argentina, que pretende apropiarse de una porción de nuestra plataforma continental extendida.

Las buenas intenciones de los países no bastan para solucionar los problemas, más aún cuando podemos identificar que, mientras se realizan elocuentes declaraciones llamando a la paz regional, de forma paralela se aprueban textos claramente confrontacionales, como la reciente publicación de la nueva Política de Defensa Nacional argentina, de fecha 06 de julio de 2021, presentada por el presidente Alberto Fernández, en que junto con señalar que “la política de defensa argentina será reactiva, disuasiva, cooperativa y autónoma”, se refiere al Estrecho de Magallanes y al denominado Mar de Hoces por Argentina, en clara referencia al Mar de Drake, como “un espacio compartido que resulta fundamental continuar fortaleciendo con la exploración, estudio y control conjunto”. A la fecha, no se ha modificado –por parte del documento argentino– dicha pretensión.

Basta recordar que no hay, en ningún tratado ni en ningún otro acuerdo con Argentina, referencia alguna a “espacios compartidos” o “exploración, estudio y control conjunto”, ni sobre el Estrecho de Magallanes, así como tampoco en el Mar de Drake (Hoces para Argentina).

Situaciones como las descritas son solo una muestra de que, para que exista una paz regional, se requiere mucho más que intenciones soñadoras que no dicen relación con la realidad que se vive en nuestro continente. De allí que la premisa básica de toda política exterior y de defensa sea actuar con realismo y pragmatismo en el logro de los objetivos e intereses nacionales, comprendiendo que la cooperación no es una finalidad, sino un medio para el logro de mejores condiciones de paz y estabilidad, pero en clara coherencia con un contexto geopolítico y estratégico que siempre se debe tener en cuenta, más allá de todo legítimo sueño o aspiración.

Por cierto, que la cooperación en diversas materias y áreas, incluida la defensa, siempre será un factor o medio que ayudará a una mejor condición de seguridad para Chile, así como también la adhesión y respeto a la Carta de las Naciones Unidas como marco jurídico internacional. Sin embargo, la experiencia continental es contundente y reiterativa en que la volatilidad de las relaciones entre los Estados que producen los cambios de gobierno exige –como imperativo– una cuota relevante de realidad y de capacidades, que se constituyan como “seguro obligatorio”, el que nadie pretende usar, pero que es fundamental para poder enfrentar riesgos y amenazas en un contexto de clara incertidumbre y, así, poder conducir este vehículo llamado Chile con más tranquilidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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