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La evaluación docente puede esperar (y ser reformulada) Opinión

La evaluación docente puede esperar (y ser reformulada)

Alejandra Placencia
Por : Alejandra Placencia Profesora de Estado en Filosofía. Diputada de la República, integrante de la Comisión de Seguridad.
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Cierta parte de la opinión pública, e incluso autoridades, afirman habitualmente que los profesores y profesoras no quieren ser evaluados. Eso no es así. Lo digo como profesora de aula, las docentes conocemos la importancia que tiene la evaluación en los procesos pedagógicos, y a la vez, sabemos que ellos deben tener como objeto la mejora en los aprendizajes. Lamentablemente los procesos de evaluación docente que están vigentes en la actualidad no cumplen con este objetivo.


Sólo en la comuna de Santiago, en lo que va del año, sobre 800 docentes y asistentes de la educación han presentado licencias médicas, un 27% del total. Cifras similares hay en distintas comunas del país. Tras cada profesor ausente hay colegas que los deben reemplazar, transformando su jornada a estar constantemente en aula, sin posibilidad de preparar clases en horario laboral.

A esta situación crítica debemos sumar las serias falencias en infraestructura, los problemas de salud mental y convivencia escolar que develó el abrupto retorno a la presencialidad. Un contexto así, conlleva más presión en las comunidades educativas, peor ambiente en los colegios, más agobio docente y más licencias médicas. Una tormenta perfecta. Ante este panorama, suspender la Evaluación Docente es de toda lógica.

[cita tipo=»destaque»]Cierta parte de la opinión pública, e incluso autoridades, afirman habitualmente que los profesores y profesoras no quieren ser evaluados.[/cita]

En la actualidad coexisten dos sistemas de evaluación; uno, denominado Evaluación Docente y, otro, vinculado al acceso y progresión en los tramos que contempla el Sistema de Desarrollo Profesional Docente, en el que se debe acreditar el cumplimiento de estándares de desempeño profesional y conocimientos específicos y pedagógicos. Ambos de alta exigencia, que requiere trabajo fuera del horario laboral y que desde su instalación genera altos niveles de cuestionamientos porque no son reflejo de la realidad que se vive en las aulas ni de la labor cotidiana de acuerdo a los contextos escolares.

Como agravante, en el caso de los docentes del sector municipal, deben realizar ambas evaluaciones, un agobio real que no permite la dedicación necesaria al trabajo profesional en la escuela.

Cierta parte de la opinión pública, e incluso autoridades, afirman habitualmente que los profesores y profesoras no quieren ser evaluados. Eso no es así. Lo digo como profesora de aula, las docentes conocemos la importancia que tiene la evaluación en los procesos pedagógicos, y a la vez, sabemos que ellos deben tener como objeto la mejora en los aprendizajes. Lamentablemente los procesos de evaluación docente que están vigentes en la actualidad no cumplen con este objetivo.

Si esta realidad era cierta en un contexto, por decirlo, normal, lo es aún más hoy. En el contexto actual de crisis de las comunidades, los profesores y profesoras deben dedicar su tiempo y trabajo profesional a sortear de la mejor manera posible las urgencias derivadas de la pandemia y generar ambientes propicios para la buena convivencia escolar, atendiendo al mismo tiempo sus propias urgencias como parte de comunidades que requieren contención integral. Eso es lo que no puede esperar, la Evaluación Docente sí.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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