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Una Constitución que administre nuestras legítimas diferencias Opinión

Una Constitución que administre nuestras legítimas diferencias

Ahora debemos avanzar con rapidez y claridad. Por ello, es necesario lograr un amplio y transversal acuerdo que permita continuar con el proceso constituyente en el más breve plazo posible, con reglas claras, plazos acotados, democrático y participativo, aprendiendo de los errores cometidos, para conseguir lo que la mayoría demanda: una nueva Constitución nacida en democracia que represente a todas y todos, y que permita administrar nuestras legítimas diferencias. Chile, las chilenas y chilenos, necesitan certezas y tranquilidad para avanzar con profundidad en las tan necesarias transformaciones sociales.


Hace poco más de dos meses, cuando fuimos convocados por el Presidente Gabriel Boric al Palacio de Cerro Castillo como bancada parlamentaria del Partido Socialista, tuve serias dudas de participar, por cuanto veníamos siendo “ninguneados” en nuestros roles por algunos convencionales y por el propio Ejecutivo. No obstante, opté por participar entendiendo que estas instancias muchas veces sirven para decirnos las cosas “cara a cara”.

En aquella ocasión, y ante la mirada atónita de mis colegas senadores y de los ministros y ministras del gabinete, le señalé al Presidente que “perderíamos estrepitosamente la elección del 4 de septiembre única y exclusivamente por la soberbia de los convencionales, el beneplácito del Gobierno para que siguieran actuando así y el pretender escribir una nueva Carta Fundamental desde las trincheras y no desde el diálogo”. Ya entonces tenía la plena convicción de que la actitud destempladamente totalitaria de los Atria, Barraza, Bassa, Stingo y otros más, le habían ocasionado un daño irreversible al proceso histórico y a la opción del Apruebo.

Agregué a lo anterior una frase que este domingo me dio la razón. “Le estamos regalando al Rechazo entre 2 y 3 millones de votos al incorporar en el nuevo texto constitucional el tema del aborto”, tema que la ciudadanía tenía zanjado con la ley de interrupción del embarazo bajo tres causales, aprobada en el segundo Gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet.

La respuesta del Presidente Boric no me sorprendió, en lo absoluto: “Fidel, respeto tus palabras, pero creo estás profundamente equivocado. Ganaremos con comodidad”, aseguró, dichos que no solo sacaron espontáneos aplausos de sus más incondicionales allí presentes, sino también miradas de culpabilidad hacia mí por parte de colegas senadores, quienes sintieron que a un Presidente no había que decirle la verdad y menos en su propia casa. Yo soy de los que piensa distinto.

Nunca he confundido lealtad con obsecuencia. Es así como he forjado mi trayectoria política, especialmente en el sur del país, con resultados en constante alza tras cada elección, sobre la base de un trabajo cercano con la gente y sus problemáticas.

Recorriendo la región, sus caletas pesqueras, los campos, las poblaciones, conversando con el mundo del deporte y los adultos mayores, entre otros, me fui dando cuenta de que a medida que transcurrían las semanas y que avanzaba el trabajo convencional, íbamos por mal camino. Me decían una y otra vez que “a los chilenos y chilenas no les gusta la polarización, la radicalización de temáticas y el maximalismo”. Por eso me atreví a hablar y a decir que muchas materias excedían la confianza ciudadana y que había que ser prudentes con Chile y nuestro futuro.

Por este motivo pagué un alto costo político, pues fui insultado en redes sociales y acusado de traicionar mis convicciones, principalmente de sectores de la izquierda más intolerante. Recibí, además, amenazas constantes.

A 48 horas del “terremoto” del 4 de septiembre, a ellos les digo que mis convicciones son las de defender los derechos ciudadanos, hablar siempre de frente y con la verdad y jamás callar cuando veo que hay cosas que no se condicen con el país que entre todas y todos queremos construir.

Es hora de mirar para adelante. Las y los señores convencionales responsables de esta debacle electoral ya pasaron a la historia. Sus nombres quedarán grabados por haber contribuido a hacer fracasar un proceso inédito e histórico, boicoteándolo con su soberbia, arrogancia y escasez de diálogo, y por haber escrito la nueva Carta Fundamental desde la rabia y el revanchismo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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