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Carlos Ruiz, mentor del FA, y el aniversario del estallido: “Pasamos del ‘no lo vimos venir a aquí no ha pasado nada’ y eso es jugar con fuego» PAÍS

Carlos Ruiz, mentor del FA, y el aniversario del estallido: “Pasamos del ‘no lo vimos venir a aquí no ha pasado nada’ y eso es jugar con fuego»

Silvia Peña Pinilla
Por : Silvia Peña Pinilla Periodista de El Mostrador.
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El sociólogo, doctor en Estudios Latinoamericanos, no reniega de ser el inspirador-ideólogo de los movimientos de izquierda de la última década, incluido el Frente Amplio. Hoy, siente que han abandonado el lugar de donde salieron, siendo esto una de las causas de la anomia, de la desarticulación, por ejemplo, de los movimientos estudiantiles. «Para ellos (los exdirigentes que hoy están en el poder) que vienen de ahí, con todo el aprecio que les tengo, con todo lo próximo que soy, pero también debo ser crítico, ¿qué ha cambiado? No ha cambiado nada». El juicio también se extiende a La Moneda, donde Ruiz sentencia que las transformaciones estructurales contenidas en el programa gubernamental no se van a dar, porque este –sostiene– no es el Gobierno del FA, ni siquiera de Apruebo Dignidad. «¿El programa de quién? Este Gobierno no tiene nombre, no tiene coalición, entonces no tiene programa», señala. En cuanto a las causas de la revuelta de octubre de 2019, advierte un riesgo latente: “Pasamos del ‘no lo vimos venir a aquí no ha pasado nada’ y eso es peligrosísimo, es jugar con fuego, porque las causas de la crisis social no se han resuelto».


En el Café Literario de Ñuñoa, su territorio en todo el sentido de la palabra, compartimos un agua mineral ad portas del tercer aniversario del estallido social del 18 de octubre de 2019.

Autor de Octubre chileno: la irrupción de un nuevo pueblo, entre una decena de libros, el sociólogo, doctor en Estudios Latinoamericanos, académico de la Universidad de Chile, es reconocido por ser formador de líderes sociales de izquierda y de los movimientos estudiantiles.

Expresidente de la Fundación Nodo XXI, casi fue candidato a constituyente –no pudo porque se contagió fuertemente de COVID-19–. Asimismo, ha estudiado e interpretado los movimientos de protesta en Chile desde los años 2000, especialmente en el ámbito de la educación. Fue fundador y líder del movimiento SurDA (comienzos de los 90), que se desplegó en las universidades chilenas y también a nivel poblacional –toma de Peñalolén y movimientos sociales en regiones–. Más adelante este colectivo daría origen a la Izquierda Autónoma, que junto a otros movimientos estuvo en la creación del Frente Amplio (FA).

Por estos días anda preocupado y ocupado dando vueltas a varias ideas: el destino del proceso constituyente, observando cómo se rearman (o no) los actores que dieron origen al estallido social de octubre –“eso no quiere decir que haya terminado el proceso”, aclara– y también poniendo atención a cómo se configurará la alianza de Gobierno.

Todo ha sido posplebiscito de salida hace un mes y medio. Y cuyo resultado no lo pilló desprevenido.

“En el Laboratorio de Análisis de Coyuntura, del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile, ya teníamos la percepción de que era muy difícil que ganara el Apruebo. Estimábamos un 52% versus un 48%. Lo que nunca pensamos es que iba a ser tan rotundo el resultado. Quedamos impactados. Y más aún con la distribución de los votos. El Rechazo fue más grande en sectores populares, en los quintiles de más bajos ingresos alcanzó más del 75% (ahí está una parte importante de octubre) y el Apruebo no llegó al 25%. En cambio, en los sectores de más altos ingresos quedó en 60-40 por ciento. O sea, los compañeros de Vitacura votaron en mejor proporción que los compañeros de La Pintana, aunque igual se perdieron las dos comunas”.

-¿Cómo lo explica?
-Es una respuesta multifactorial y eso ha dificultado mucho la discusión. Primero hay un voto de derecha duro (unos 3 millones y medio de personas), además se nos olvidó muy rápido que Kast estuvo a punto ser Presidente y tampoco nos dimos cuenta cómo del otro lado se habían caído, en la primaria, todos los partidos de derecha de la transición. Después de la elección de segunda vuelta se entró en una celebración como si hubiésemos arrasado, cuando en realidad no fue así. (“Ha habido mucha jactancia», murmura). A ese voto de derecha suma las fake news que terminaron obstruyendo la deliberación racional de la política, lo que es una agresión a la democracia, pero no es el factor universal, igual se ha exagerado con eso. Se agrega que más de un 43% de personas que no votaban y tenían un rechazo visceral de la política, votaron ahora. Votó el 90% de los quintiles de menores ingresos (el 40% de la población chilena). Lógicamente, en ese porcentaje están incluidos los jóvenes: la juventud de octubre le pasó la boleta al texto.

-¿Los jóvenes de octubre no querían un proceso constituyente?
-No es exactamente eso. En este voto gigantesco hay un rechazo a cualquier conducta medio elitista y/o la jactancia, cuando esa gente vio que ciertos sectores de la Convención aparecían como elites de reemplazo. Porque ahí hubo exceso de ciertas personas, mucha pasarela de vanidades que empañó el trabajo que otros hicieron. Eso generó una repulsión muy grande, en especial en una juventud que tenía un sentimiento antielitario fuerte. Ya había una encuesta del CEP que, en plena revuelta, dijo que había desconfianza ante las elites militares, empresariales, políticas, judiciales… se salvaban los bomberos con suerte. Entonces cuando vieron a los convencionales tomando los mismos comportamientos, los rechazaron.

La revuelta y el nuevo pueblo

Dentro de los términos con que Carlos Ruiz Encina explica el movimiento de octubre está el ascenso del «nuevo pueblo».

“Un concepto que venimos trabajando varios sobre una transformación de la estructura de clases. Esa vieja clase media de hace 60 años y ese movimiento obrero que tenía la estructura sindical industrial, ya no son mayoritarios. Hoy es un trabajador nómade de los servicios, que es dependiente e independiente a la vez, porque tiene media jornada, y después hace pololos por cuenta propia. Se añade el profesional de primera generación que viene de universidades lucrativas, no selectivas, y que entra en condiciones de empleo muy distintas a las de los que vienen de universidades de altos estándares, aunque sean de la misma profesión. Este no es el pueblo del siglo XX, y se comporta de otra manera. Con todo eso fue mutando y madurando una nueva geografía social y cultural”, explica.

-Pero en el movimiento de octubre había grupos muy diversos.
-Esto viene por lo menos del 2006, de la Revolución Pingüina. El 2007 se suman los subcontratistas, después se subieron los movimientos antiextractivistas, los feminismos que no pararon de crecer nunca, llegando a tener los 8 de marzo más grandes de América Latina (más de 3 millones sin pololo), luego los universitarios en 2011. Y llega un momento en que irrumpen contra las elites del Sí y del No, no distinguen unas de otras. Su enemigo es esa neooligarquización de ese neoliberalismo que surgió con los Chicago Boys. Es un pueblo que anida un poder constituyente, pero no vamos a esperar que se comporte como el del siglo XX. Cuando doy charlas para el extranjero, les llama mucho la atención que no hayan estado los partidos de izquierda al frente del estallido, pero eso más o menos lo puedo explicar. Pero que no hayan estado las grandes y viejas organizaciones sociales, es más difícil de contar. Porque acá apareció un enjambre de coordinadoras de otros temas –como el agua– que generan una identidad tremenda alrededor de esas demandas, pero todavía todo eso no tiene forma política concreta.

-¿En qué está ese pueblo organizado de las coordinadoras hoy? ¿Está golpeado?
-Siempre es difícil decirlo. No puedo responder. Todos los que se han arrogado la voz de esos movimientos han cometido errores. Yo mismo he peleado contra la jactancia, con ser un poco más humilde, pero puedo dar un dato: ahí ya están los secundarios, empezaron de nuevo y pronto van a meter la nariz los universitarios…

-Los universitarios están muy tranquilos.
-Es que están carentes de todas las organizaciones que siempre fueron. El Frente Amplio (FA) abandonó los lugares donde nació. Tuvo una succión enorme de gente que debió incorporar a una versión administrativa de la política. Pero la política también es construcción de espacios sociales y eso se perdió. La Fech está clausurada, la dejaron enterrada el FA, la diputada Schneider, no se validó el modelo de conducción. Es importante volver a pensarla. Los estudiantes están tratando de hacerlo sin partidos y, por lo tanto, molestos con el FA.

Les pregunto: ¿qué ha  cambiado para los estudiantes secundarios desde 2006, qué ha cambiado desde 2011 para los universitarios? Para ellos (que hoy están en el poder) que vienen de ahí, con todo el aprecio que les tengo, con todo lo próximo que soy, pero también debo ser crítico, no ha cambiado nada. No pueden llegar y quitarles legitimidad a los estudiantes.

-¿A qué se refiere?
-A la pésima respuesta de la ministra del Interior y del subsecretario cuando les dijeron a los secundarios que no tenían nada por qué protestar. Ahí se me apareció ese discurso que viene de antes, de los 30 años. De los que no entendieron nada de lo que estaba pasando. En vez de invitarlos a una mesa de diálogo. Si siguen con esa actitud obcecada de no reconocer la legitimidad que tienen esos estudiantes secundarios, lo único que están haciendo es dar paso a que las voces que quieren dialogar no tengan peso dentro del movimiento y se tomen el protagonismo los violentos que a nadie le gustan.

-¿Por qué se expresa así un Gobierno que tiene su origen en esos movimientos? ¿Desconoce su origen?
-Este no es el Gobierno del Frente Amplio, ni siquiera es el Gobierno de Apruebo Dignidad. En la segunda vuelta se creó un escenario absolutamente inédito y se expandió un voto gigantesco que es más anti-Kast que pro-Boric y ahí entró a votar hasta la DC. Es el voto determinante y que hoy está en el Gobierno, pero no es pro-Boric, no votó por él en primera vuelta. Recuerden que la senadora más votada, Fabiola Campillai, llamó a votar por Boric no en primera sino en segunda vuelta. La Lista del Pueblo entró a apoyar a Boric en segunda vuelta, como también lo hicieron coordinadoras: feministas, ambientalistas, de las pensiones. Con toda esa entelequia heterogénea hubo que armar un Gobierno y eso genera enormes dificultades de composición. De ahí unos sectores se sienten menos o más resentidos. Es difícil decir: este es el Gobierno del FA, ni siquiera de Apruebo Dignidad.

-Y ahora se sumaron más figuras de la ex Concertación.
-Aquí viene el punto de decir que es porque no tienen experiencia. ¡Pero si la gente se rebeló contra los que tenían la experiencia! Eso quedó clarísimo. Este es un momento para innovar, no para entrar con esa patudez de que traen la experiencia. Aprovecho de tomar las palabras de Carlos Montes, cuando dijo: “Nosotros no hemos hecho un balance histórico de nuestra experiencia…”. Yo agregaría: ¿Por qué creen ustedes –las direcciones de los partidos de los ministros que entraron al Gobierno– que ocurrió el 18 de octubre de 2019? No tienen por qué darme la que me gusta, pero no les he escuchado ninguna. Se han corrido completamente de la discusión y ahora aparecen como los que aportan experiencia. No voy a entender nunca qué balance crítico hacen, qué tipo de experiencia están trayendo. ¿Qué tienen las tanquetas de hoy, que no tenían las de Piñera o de Bachelet en Temuco, que me van a arreglar el problema de La Araucanía? ¿Vuelan, tienen mejores ruedas? Esas estrategias ya fracasaron y venimos arrastrando eso desde hace décadas, entonces, ¿de qué experiencia me hablan?

-Incorporar a esos sectores fue una decisión de Gobierno, una estrategia.
-Es la entelequia del Gobierno, que es de una heterogeneidad… que hay que resolver.

-Pero alguien manda, fue una decisión integrar a la ex Concertación.
-No sé. ¿Apruebo Dignidad se sentó, discutió y resolvió algo de eso? ¿O la respuesta es la recurrencia al viejo presidencialismo seudomonárquico que hay en Chile, del dedazo? ¿Esto se discutió con los partidos? ¿Hubo una reflexión, hay algo que decirle a la gente? Porque, ojo, estamos en tiempos en que hay que ser más transparentes políticamente. Esta es una sociedad que es más demandante de información, no estamos en los 90 que podían hacer todos los arreglos con opacidad, esos tiempos entre Ballerino y Correa… Que la gente por último se tapaba la cabeza y decía: “Bueno, con tal que se estabilicen las cosas y no vuelva Pinochet”. Ahora la gente exige resoluciones, deliberación, pero se siguen corriendo, como que todo se hace sin ningún balance, sin ninguna comunicación política.

-¿Qué debería pasar?
-Solo que respondan: ustedes que vienen entrando y que gobernaron 30 años, ¿qué balance hacen de lo que hicieron? Y ¿por qué creen que se generó el estallido? Y en el caso del Gobierno y de la coalición que se supone es una de las centrales del Gobierno, Apruebo Dignidad, que digan: ¿con qué lectura se hace la incorporación de los sectores de la Concertación? Que perfectamente se puede hacer, pero con qué lectura lo hacen, para poder entender… O entramos en el terreno de la especulación. O también puedo pensar en que no les dieron ninguna capacidad de incidir, entonces ahí están todos los problemas de ahora dando vueltas. El presidencialismo monárquico actuó en detrimento, aceleró el deterioro del sistema de partidos y esa fue una de las grandes “herencias» de Ricardo Lagos a la democracia. Ese estilo faraónico de gobernar que tenía.

-¿El Presidente Boric está cayendo en eso?
-No, recién tiene medio año, no podría decir algo así. Sí le diría que de eso no hay que aprender mucho. Hay que respetar, construir y fortalecer el sistema de partidos o, si no, no vamos a poder encauzar esto en una transformación política de la sociedad. No podemos cambiar la vieja cocina por los livings de ciertas casas… Esto tiene que ser institucionalizado, en una mesa donde se sienten los partidos, las organizaciones, y decidir. De lo contrario, vamos a tener un proceso político sumamente feble y el problema de ser débil en ese sentido es que estamos sumamente susceptibles a que la derecha nos golpee permanentemente y nos patee.

-¿Qué pasa entonces con el movimiento del 18-O de ahora en adelante?
-Pasamos de “no lo vimos venir a aquí no ha pasado nada” y eso es peligrosísimo, es jugar con fuego, porque las causas de la crisis social no se han resuelto. No significa que las cosas aparecen o reaparecen con exactamente la misma fisonomía, pueden tener otra forma. Estas cosas buscan muchos cauces. Además, esos cauces no responden a mandos conspirativos, que es lo que nunca entendió Chadwick, porque lo leía en clave de movilizaciones de los años 80, donde estaba el MIR, el Frente Patriótico, el Movimiento Lautaro… Había cierta forma de buscar cómo descabezarlos; esto no tiene forma de descabezarlo. Lo peor que puedes hacer es perseguir una cabeza que no existe. Vas a estar todo el rato dando bote y eso es lo que nunca entendió Piñera.

-Es un tercer aniversario con una derecha capitalizando el Rechazo y el proceso.
-Creo que saben que en el fondo no son nada. Otra cosa es lo que vociferan. Y lo que se hace muy mal –es peor– del lado de acá, es creerles. Eso me preocupa mucho, que empiecen a ponerse en todo esto a la defensiva.

-¿Hay un seguirle el juego?
-Mientras se muevan en el discurso elitario se van a quedar encerrados ahí. Por eso digo que hay que volver a recuperar la presencia en la federaciones de estudiantes, hay que reconstruirlas, hay que volver a participar en el movimiento de trabajadores, recuperar el diálogo con los movimientos que tienen discusiones con los sistemas de pensiones, los trabajadores por la salud, las mujeres, sobre todo esos movimientos de mujeres que no están en el Gobierno, como la Coordinadora 8M. Hay que pensar en una alianza política más amplia, pero social, la que se abrió en segunda vuelta. En eso, Apruebo Dignidad tiene que tener una discusión estratégica.

-El Chile que despertó, ¿se durmió?
-No, de ningún modo.

-¿Dónde está?
-Tuvimos una andanada de procesos electorales muy fuerte. Una saturación de elecciones. Y después de eso el reacomodo tan fuerte que tiene el panorama político, donde los dos grandes conglomerados que manejaron la política de la transición se hundieron, la UDI, RN, la Concertación. Ante ese cambio feroz del panorama político, todavía estamos ante una situación desconcertada, pero que empieza a retomar su reflexión, su hilo crítico. Las encuestas empiezan a mostrar que se está pidiendo una Constitución de tales características, sin parlamentarios, etc. Ahí hay un tema muy fuerte que sigue presente y es el rechazo a la elite política, y eso hay que tratar de corregirlo porque, sin elite política, no vamos a hacer nada en este país.

-Sin embargo, la elite tiende a volver a lo conocido.
-Pero abajo no. La sociedad civil tiene sus formas de empezar a rodar en estos procesos. Lo vivimos en los últimos años desde el 2006, después el 2007… Pongo el ejemplo de los secundarios porque siempre son los primeros, cuando se empiezan a mover sabemos para dónde va la cosa. Esa película ya la vimos. No hay que tener ningún doctorado en sociología para decirlo.

De bordes y obstrucciones

Sobre el destino del proceso constituyente es tajante: “Estamos ante la versión más obstruccionista de derecha que hemos visto en décadas. La otra derecha buscaba pactos, que eran opacos, lo que se quiera, pero los buscaba. Estos están buscando desestabilizar al Gobierno y obstruir todo tipo de transformación constitucional, condicionando con otros temas: aborto en tres causales, tratados, cosas que no tienen relación. En el fondo es una voluntad obstruccionista… en esas condiciones, ¿qué destino pueden tener las cosas?».

-¿El Rechazo fue a la elite y también al texto?
-Más al comportamiento elitario, pero también a un texto que se iba muy lejos y no recogía las demandas más directas, como de pensiones, salud, etc. Generaba formulaciones, pero no iba al tema que la gente estaba pidiendo ni daba garantías concretas, más allá de si la tierra tiene o no sentimientos, como se formuló. Eso es un tema que les puede interesar a ciertos sectores, pero no era de las demandas más universales.

-Los resultados. aunque multifactoriales, los están capitalizando sectores de derecha.
-Por ser multifactorial es totalmente falso que la derecha o los amarillos se lleven todo esto a su cuenta corriente. Pero se daba por descontado que iban a hacerlo y que íbamos a tener un mes y medio soportando que ellos han descubierto el agua tibia. Pero no van a lograr controlar este proceso. Si creen que lo tienen bajo su control, están perdidos. Aquí lo que queda es una discusión abierta de cómo se va a reformar este proceso. Y en la penúltima encuesta Cadem, ya el 71% quiere nueva Constitución, para el 66% es un tema prioritario y un porcentaje dividido quiere elección universal o una parte electa y otra de expertos. Hay rechazo a los constitucionalistas con militancia política y a los dirigentes sindicales. Ahí hay un campo que recién comienza a tomar forma y que va a devolver la discusión a qué es una representación genuina en este contexto. Y si ante eso la derecha más obstruccionista cree que tiene la sartén por el mango, está perdida, porque lo que sí quedó rotundamente claro en las últimas encuestas es que no quieren que el texto se escriba en el Parlamento. Si no se escucha, esto va a ser un desagravio en contra de la sociedad. Será provocarla.

-La encuesta dice que no quieren saber nada del Parlamento, sin embargo, lo primero que hizo el Gobierno fue reunirse con los presidentes de las Cámaras tras el plebiscito de salida.
-Me dio la impresión de que la vuelta de mano iba para que el sistema de partidos se hiciera cargo, más que para el Parlamento.

-¿Qué le parecen los bordes?
-Se hace esa lectura de que el Rechazo se dio porque lo propuesto era un exceso, una radicalización. Por lo tanto, la respuesta es un giro hacia el centro, hacia la moderación.

¿Y qué es la moderación? Siempre se aplica a algún exceso de “izquierda” o “popular”, pero, por ejemplo, ¿una demanda de Sutil es un exceso o no? ¿Le vamos a aplicar a él un llamado a la moderación? Para qué hablar del Partido de la Gente o los Kaiser… Volvamos a situar el término mejor.

¿Cuál es la posibilidad de transformación en esta cuestión? Porque creo que con todo lo criticable que pueda ser el texto de la constituyente, no era una transformación radical. No estaba planteada la abolición de la propiedad privada, como dijo Sutil en un momento, y la gente pensó que le iban a quitar el auto, el celular, la casa… Y lo otro, la plata es mía, las pensiones y resulta que esa plata no está en el banco, está invertida afuera y a esa gente se le paga con lo que cotizamos nosotros ahora. Si se hubiesen aprobado más retiros, no sé de dónde iban a sacar plata para pagarlos.

-Eso demuestra que hubo desconexión con los sectores populares…
-Es verdad y debe ser parte de una autocrítica, pero otra cosa es que esto fue una votación de la sociedad chilena por una moderación y en función del centro.

-Usted habla de jactancia para referirse a quiénes…
-A una cultura de las últimas generaciones –que no han vivido grandes procesos de derrota–, en la que creen que la victoria está a la vuelta de la esquina y que las transformaciones son una cosa corta. En ninguna parte de la historia y en ninguna parte del mundo las transformaciones de este tipo han sido cortas. Se dan con avances, retrocesos, fracasos, ensayos, y ahí se van construyendo fuerzas para avanzar.

-¿Cuáles deberían ser los tiempos de cambio?
-Desmantelar este sistema que lleva casi medio siglo de neoliberalismo puede tomar toda la década. Habrá avances y retrocesos, ensayos más y menos logrados, donde se van a ir corrigiendo las jactancias que se cometieron y se va a entender que se precisa de más estrategia de lucha y, por otro lado, no hay que olvidar nunca ni perder de vista cómo se está reorganizando la derecha y que además, ojo, tenemos la derecha más orgánica de toda América Latina. En otros países los empresarios, los partidos se pelean entre ellos, aquí son de una orgánica brutal. Hay que dormir con los párpados abiertos.

-¿Qué pasará con las transformaciones del programa de gobierno?
-¿El programa de quién? Este Gobierno no tiene nombre, no tiene coalición, entonces no tiene programa.

-El del Frente Amplio.
-Te repito que este no es el Gobierno del FA, tampoco de Apruebo Dignidad (AD). Disculpa, recién empezó el Gobierno. Y el Gobierno de la segunda vuelta no es el Gobierno de AD. ¿Marcel es del programa de AD? No, pero está desde el principio, puede estar bien o mal, lo importante es saber a qué orientación responde eso. Porque no pueden responder por las transformaciones, porque el programa es de AD, pero no es el que dirige la instancia económica más importante del Gobierno, desde el principio eso tiene que proceder de una discusión política y eso es importante para la propia salud de los partidos que integran esta cuestión. Si van a integrar una coalición o van a ser dos distintas, eso lo tienen que explicar a la ciudadanía para que los pueda respaldar, porque, si no, le están pidiendo una prueba de fe a la gente y los actos de fe en política no existen.

 

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