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La ilegitimidad de los partidos políticos “emprendimiento” EDITORIAL

La ilegitimidad de los partidos políticos “emprendimiento”

Una democracia como la chilena, en la cual los partidos políticos están desfondados en su coherencia programática, carece de una aptitud de estabilidad y, por lo mismo, de una adhesión ciudadana que les dé legitimidad y estabilidad a los gobiernos. El neocorporativismo político está desatado en todos los niveles del Estado, y la multiplicación de partidos políticos que hoy se da, evidencia que ellos son especies de emprendimiento en busca de poder partidocrático.


Quince partidos vigentes, diez en formación, cinco en trámite, cincuenta y uno caducados, tres rechazados, señala como información la página web del Servicio Electoral (Servel) sobre partidos políticos en Chile. Ella los define, de acuerdo a la ley, como “asociaciones autónomas y voluntarias organizadas democráticamente, dotadas de personalidad jurídica, integradas por personas naturales que comparten unos mismos principios ideológicos y políticos, cuya finalidad es (…) ejercer influencia en la conducción del Estado (…).”

Una democracia como la chilena, en la cual los partidos políticos están desfondados en su coherencia programática, carece de una aptitud de estabilidad y, por lo mismo, de una adhesión ciudadana que les dé legitimidad y estabilidad a los gobiernos.

La persistente caída en la aprobación de los sucesivos Presidentes y sus gobiernos en la última década, indica la existencia de una crisis ideológica y de representación de larga data. A la que se agrega la baja valoración del Congreso Nacional y de los partidos políticos, junto a la tendencia al fraccionamiento de todas las organizaciones políticas.

La historia del siglo XX tuvo un momento en que el aumento de la participación política del ciudadano común pareció anunciar la consolidación de democracias más sólidas, representativas y estables. Y que grandes partidos o movimientos políticos de masas, con estructuras orgánicas semiprofesionalizadas y capacidad de determinar las agendas de los gobiernos, eran la expresión misma de la representación política y el desarrollo de agendas gubernamentales con amplio apoyo ciudadano. En corto tiempo histórico, ello ha quedado en evidencia como una ilusión. Los desarrollos tecnológicos, una economía globalizadora y concentradora, y absolutismos doctrinario-burocráticos en las mediaciones políticas, hicieron que la sociedad diera un brinco ideológico hacia la fragmentación y feudalización del Estado nacional y la política, prácticamente en todas partes.

Actualmente en Chile el neocorporativismo político está desatado en todos los niveles del Estado. Y la enorme multiplicación de partidos políticos que hoy se da, evidencia que ellos son –a estas alturas– una especie de emprendimiento en busca de poder partidocrático. Y la democracia vaga en la incertidumbre.

Peor aún, se ha transformado al financiamiento público de los partidos –algo en principio virtuoso– en un instrumento  de concentración vertical del poder, pagadero, entre otros beneficios, en un amplio repertorio de cargos o cupos políticos en un esquema de concordato corporativo.

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