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Opinión: el fútbol en tierra de nadie

Opinión: el fútbol en tierra de nadie

Apenas culminó la idílica Copa América retornaron los vándalos a los estadios y nadie quiere hacerse cargo de la la «pelota». A cuenta de las contradicciones, los clubes se justifican en los problemas sociales mientras el Gobierno se empeña en invertir millones fiscales en una actividad privada…


Tras el oasis de la Copa América, cuando Chile vivió en una burbuja aséptica y nacionalista hasta que Gary y compañía celebraron desaforadamente en los patios de La Moneda, el fútbol criollo volvió a su realidad doméstica de estadios anegados y vándalos sueltos en las tribunas.

No pudo haber mejor aterrizaje forzoso que pasar del Sudamericano a nuestra vieja y querida Copa Chile, que se juega para completar calendario y repartir cupos internacionales a los equipos más competitivos.

Un escarceo sobre el rekortán del Nacional en el partido de la «U» con Curicó precedió a la asonada del Sausalito, donde los hinchas y barristas de Everton y Wanderers se enfrentaron incluso con estoques, obligando a suspender el clásico para evitar tragedias. Tras la primera investigación de la intendencia se determinó la responsabilidad del club viñamarino, junto sancionarse la suspensión indefinida del flamante escenario de la ciudad jardín y una multa económica para la institución.

Mientras esperaba algún atisbo de apoyo de la ANFP -que nunca llegó-, el presidente evertoniano justificó la evidente falta de guardias que impone el protocolo de seguridad y se disculpó por la negligencia organizativa atribuyendo el incidente a «un problema social».

Como sea, el conflicto repuso una discusión casi sociológica sobre el campo de acción del fútbol y su frontera con la ocurrencia de situaciones que pertenecen a la dinámica social.

Para los viejos puristas que crecieron bajo el imperio de los hinchas en el estadio, cuando la televisión aun no imponía su dictadura y se adueñaba del negocio, los seguidores de los clubes son parte intrínseca del espectáculo y más allá de sus niveles de virulencia corresponden al entorno natural de la actividad futbolera.

Sin embargo, a ellos se contrapone la visión de quienes -como algunos administradores de los clubes devenidos en sociedades anónimas- sostienen que las lacras sociales de los tiempos modernos simplemente contaminan la fiesta de los estadios como una manifestación más de su comportamiento ajeno a las normas.

En rigor, la duda se gráfica en una pregunta exenta de cualquier tinte diplomático: ¿los «flaites» en los estadios son responsabilidad del Estado o del fútbol?

Sin embargo, la contradicción enseña diversos planos de una pugna entre los distintos intereses en juego. Y una vez más se puede concluir que en su nueva dimensión jurídica (SADP) los clubes siempre intentan socializar los costos y privatizar las ganancias. El retiro de la fuerza de Carabineros de los estadios para su remplazo natural por guardias privados aún se debate por parte de los dirigentes, como si la entrada a un partido y los derechos comerciales del CDF no bastara para financiar la seguridad que requiere un evento masivo de esas características.

De otro lado, ciertas actitudes mediáticas de las autoridades contribuyen a generar mayor confusión en quienes gerencian las actuales sociedades anónimas deportivas. Y es que mientras Estadio Seguro establece exigencias y e impone reglamentos para el nuevo escenario, por otro carril asoma el perceptible interés político de establecer una alianza oportunista con los emblemas futboleros. Por ejemplo, la presencia de Jorge Sampaoli en La Moneda lo demuestra con tanta fuerza como el interés de la jefa de Gobierno por «ayudar» en la construcción del nuevo centro deportivo para la Selección que proyecta hace años la Federación de Fútbol. Y de nuevo salta a la vista la tremenda paradoja de emplear recursos fiscales en un ámbito propio de la empresa privada…

Al fin, la controversia pública bajo ese cuestionamiento (¿los «flaites» en los estadios son responsabilidad del Estado o del fútbol?) enriquece el análisis para consensuar finalmente la receta que contrarreste la violencia en las canchas. Y que probablemente requiera esfuerzos públicos y del propio fútbol profesional para desterrar a los «flaites» que aún campean en la tierra de nadie…

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