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Nuevo libro de Alberto Mayol desata intenso debate sobre el modelo y una tarde de furia para Klaus Schmidt-Hebbel

Nuevo libro de Alberto Mayol desata intenso debate sobre el modelo y una tarde de furia para Klaus Schmidt-Hebbel

Héctor Cárcamo
Por : Héctor Cárcamo Periodista El Mostrador Mercados
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El ex economista jefe de la OCDE atacó sin cuartel la calidad académica de “Economía Política del Fracaso”, Andrés Velasco jugó al centro y los autores respondieron. Tarde-noche a la uruguaya en la PUC.


Klaus Schmidt-Hebbel, profesor de jornada completa del Instituto de Economía de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), no era el invitado original a la presentación del libro Economía política del fracaso, la falsa modernización del modelo neoliberal, escrito por Alberto Mayol y José Miguel Ahumada. Llegó como reemplazante del decano de dicha facultad, Francisco Rosende, quien no pudo asistir.

Pero Schmidt-Hebbel se robó el protagonismo. Luego de los comentarios del director de El Mostrador, Mirko Macari, y del director de Radio Bío Bío, Tomás Mosciatti, fue su turno.

Empoderado por estar en su casa, el Aula Magna de la PUC, o molesto por la acidez del libro, Schmidt-Hebbel atacó con furia crítica el trabajo del sociólogo de la Universidad de Chile y del cientista político de la Universidad Diego Portales.

«Falta de respeto al método científico», citas antojadizas «motivadas por el amiguismo ideológico e intelectual» de los autores y una completa gama de críticas a un trabajo que él calificó como “supuestamente académico”, dieron vida a una presentación colorida, ortodoxa, aunque siempre elegante.

La tarde-noche en Alameda 340 –la cuna de los Chicago Boys– tomaba una textura política apasionada, mientras la audiencia susurraba cada uno de los latigazos del economista al libro.

Curioso que ningún medio tradicional, ni los de economía y negocios, cubrieran el evento, a pesar de los nombres participantes en el panel y del hecho de que los últimos libros de Mayol hayan sido todos best-sellers.

La excepción vino de otro medio de Edwards, La Segunda, aunque no para dar cuenta del debate sino para publicar las frases de Andrés Velasco que criticaban, como lo ha hecho en el pasado, la condición rentista y poco innovadora del empresariado chileno.

Velasco, el pre-precandidato presidencial que se lo pelean la derecha y la DC, hábilmente mostró coincidencias y disidencias tanto con Mayol y Ahumada como también con Schmidt-Hebbel, ubicándose en el centro-centro de todo-todo.

La respuesta de Mayol y Ahumada, al final del panel y con un intermedio de Marco Kremerman, de la Fundación Sol –a quien le gustó el libro “más que a Klaus”–, sacó los cuchillos. Todo en un grato ambiente académico.

Las críticas del ex economista jefe de la OCDE

Aunque al final de su presentación Schmidt-Hebbel aseguró que tenía grandes coincidencias con el diagnóstico político-económico-social de la actualidad chilena hecho por Mayol y Ahumada, lo cierto es que si uno lo juzga por sus palabras, le disgustó de punta a cabo.

“Lo analizaré críticamente desde el título a la contratapa”, prologó Klaus. Y cumplió con las expectativas.

No le gustó el largo título del texto: Economía política del fracaso, la falsa modernización del modelo neoliberal. “Ese largo título, medieval; en el Medievo se escribían títulos de esta extensión con gran subtítulo”.

El libro, explicó, tiene dos grandes hipótesis: una económica y otra política. La primera indica que Chile no modernizó su economía y que ni siquiera –según el prólogo– ha avanzado hacia el desarrollo. La política: “La Concertación, y algo semejante ocurre con la Nueva Mayoría, no cuestionó jamás las premisas del modelo, aceptó que mercantilizar es crecimiento y crecimiento es desarrollo”.

Como académico, advirtió que un enfoque de ese tipo implicaría validar las tesis con un método científico (observación, mediciones, experimentación sistemática), pues –advirtió– las ciencias naturales y las ciencias sociales, incluyendo la economía política, en el sentido moderno, trata de analizar cómo las fuerzas políticas y los intereses de clase afectan a la elección de políticas económicas y sus resultados, reflejando conflictos distributivos y el rol de políticas económicas, en sus vertientes teórica y empírica.

Por si no se comprendía –o para ser más claro–, Schmidt-Hebbel recurrió a la evidencia empírica: él mismo. En 2014 dirigió un comité de tesis de un doctorado de economía de la PUC, que versaba sobre análisis teórico de evaluación de crecimiento y equidad, para lo cual se formalizó un modelo de intereses de clase combinado con un modelo económico de consumo y producción.

Con esa referencia, el economista de MIT explicó que el libro se sustentaba en cuatro pilares: taxonomía sociológica y política “no falsificable” (que no es capaz de superar pruebas que lo cuestionan); combinación de datos económicos “a veces correctos, otras veces sesgados, erróneos o malinterpretados”; combinación con cita parcial, sesgada y maniquea de literatura previa, y combinación “con total ausencia de hipótesis de comportamiento político económico a la usanza de la economía política moderna, que permita analizar predicciones que sean falsificadas”.

Schmidt-Hebbel describió además dos “limitaciones centrales adicionales”. Por un lado, apuntó a la “ausencia de definición operacional de modernización verdadera en contraste con la falsa, anclado en evidencia internacional que no está en el libro” y, por otro, a la existencia de un “uso impreciso pero cargado ideológicamente y en relación siempre insultante del adjetivo: modelo neoliberal”.

En medio de los cuestionamientos de Schmidt-Hebbel, Mayol y Ahumada reían de buena o mala gana, Mosciatti serio como siempre, Kremerman impertérrito y Velasco revisando distraído su discurso posterior.

Pero Schmidt-Hebbel no paró allí. Luego abordó los “errores y sesgos” del libro. Criticó que el trabajo comparara la dispar evolución del PIB de Chile con Corea y China, pese a que Corea crece “como bala” porque tiene más población.

También dijo que las cifras de producción privada de cobre en el país estaban “totalmente equivocadas” y que existía sesgo en la presentación de la evolución del PIB de Chile en relación con América Latina, pues había cifras sólo hasta 1989. “Los siguientes años, 1989-2014, donde se duplica la relación PIB Chile per cápita a América Latina, se omite y no hace referencia a ello. No hay gráficos, tablas ni referencia verbal”.

El discurso siguió con el “sesgo de interpretación” de gráficos que contenían mediciones sobre la mejoría de distribución del ingreso y, en forma tabular, del crecimiento elevado del PIB, pero sin presentar datos de pobreza. “Conclusión central de la segunda parte del libro afirma que el crecimiento de Chile ha sido empobrecedor. Extraordinario salto mortal de los autores, a la luz de la evidencia presentada en el mismo libro”, recalcó.

Sus dardos más afilados los dejó para el final. “Quizás lo más grave son los datos faltantes, a la luz del sesgo de omisión”, adelantó, agregando que “la evaluación del grado de desarrollo de un país no es una tarea fácil, porque es mutidimensional y porque la ponderación de variables no es incontroversial y tiene elementos de subjetivismo”.

Reclamó que el libro carece de la descripción comparativa internacional de las definiciones “más elementales del desarrollo social y económico de los países”, que para él son tres: PIB per cápita, distribución del ingreso e índice de felicidad.

Sobre el primero, destacó que a 1989 el per cápita de Chile era el 70% de la región y que, “si (los autores) hubiesen entendido”, habrían comprobado que a 2014 representaba el 145%.

Sobre la distribución de la riqueza, reconoció que era mala pero que ha mejorado. Como los números no le acompañaban, cambió el foco academicista y advirtió que, si se compara con China, seguro estaría por debajo (sería mejor) del país que más ha crecido pero que, al mismo tiempo, “más rápido ha echado a perder su inicialmente buena distribución del ingreso”, bajo un régimen “con dictadura férrea y genocidio del pueblo tibetano”. “Eso es China bajo el PC chino. Entre paréntesis, los autores dicen en el prólogo que el PC (Partido Comunista) chino ha hecho más por la modernización que nuestro modelo”, advirtió.

Finalmente, llegó a la felicidad, aunque de paso destacando la rebaja de la pobreza y su efecto en reducción de desnutrición.

Recalcó que un indicador de alta validación internacional revela que Suiza es el campeón de la felicidad y que Chile, entre 2012 y 2014, se transformó en el país número 27 de los más felices entre 156, “casi idéntico a Alemania, que tiene el lugar 26”.

Schmidt-Hebbel seguidamente comentó que “las citas que coinciden con la visión de los autores son presentadas como verdad absoluta, mientras que las citas de visiones opuestas son presentadas como panfletarias”.

A continuación, entonces, citó varias de lo que llamó “descalificaciones e insultos ad hóminem”, pues el libro lanza zarpazos lingüísticos a “adversarios” y alabanzas a gramscianos y marxistas, incluyendo intelectuales como Tomás Moulián (autor de Chile actual: Anatomía de un mito), Andrés Solimano (ex Cepal y ex Flacso), Eugenio Rivera (Chile 21) y Gonzalo Martner (PS), entre otros, los que “estaría en una senda correcta a la crítica radical, pero no todos dan el último paso… denunciar la modernización de Chile como falsa”.

“Por supuesto, hay lista larga de autores profundamente equivocados o enemigos”, dijo el economista, agregando que entre ellos están autores del Ladrillo, como Hernán Büchi (director de SQM y ex ministro de Hacienda de Pinochet) y Joaquín Lavín (UDI)”, a lo que agregó que Mayol y Ahumada criticaban “con particular saña y descalificación escritos y afirmaciones de políticos, investigadores sociales de la Concertación y Nueva Mayoría, quienes se sientan a la izquierda del Dios de la modernización, así como la derecha se sienta a la derecha del Dios de la modernización”.

En esa línea, leyó que eran apuntados con el dedo el ex Presidente Ricardo Lagos (“autocomplacencia”), Eugenio Tironi (“y sus errores sistemáticos”), Alfredo Joignant (“y sus errores sobre lo público y lo privado”) y hasta Carlos Peña (“denostado no por lo que dice, también por lo que dice, pero particularmente por su contradictorio rol público y rector de universidad privada”).

Al mencionar a Bachelet, Schmidt-Hebbel leyó con tono crítico la referencia que hace el libro a que “nuestra Presidenta Bachelet (es) calificada como el dique de contención que sostenía los bajísimos niveles de legitimidad del sistema político, que se acabó con el caso Caval. La desigualdad del elitismo, el nepotismo llegaron a Bachelet desde entonces”.

La conclusión del economista fue categórica. “Más allá de taxonomías, citas y sesgos, este libro plantea dos hipótesis centrales, que son potencialmente falsificables y factualmente falsificadas (NdR: que no superan la prueba de la crítica), en mi modesta opinión, por la evidencia existente. Este libro refleja una posición muy particular y muy minoritaria en Chile, cosa que no digo yo, cuya excepcionalidad queda espléndidamente destacada y plasmada en la contratapa”, sostuvo.

En su opinión, “la mayoría de las impugnaciones al modelo modernizador han evitado cruzar una frontera: todos reconocen el crecimiento y modernización de sus estructuras como consecuencia positiva de su obra. Es decir, impugnadores y, por default, defensores, todos, todos, difieren de la falsedad de modernización que plantea este libro”, afirmó.

Cerró con una dura recomendación como camino alternativo al enfoque de los autores: “En vez de encerrarse con amigos y correligionarios y gente que piensa igual que uno y actúan en forma acorde, practicar el análisis riguroso y la discusión sistemática entre personas de visiones y enfoques distintos, para avanzar en diagnósticos, aunque cueste pelea, sangre, sudor y lágrimas, y plantear propuestas concretas, desde la diversidad, es lo que realmente es el reto de Chile”.

Entonces afirmó que, aunque coincidía con buena parte del diagnóstico de la crisis extrema por la cual pasa Chile, “hacer un diagnóstico más acabado y luego con propuestas requiere de una actividad que implica salir de nuestras pequeñas oficinitas y ponernos a conversar, a discutir en mesas como estas y a proponer cosas concretas”.

Schmidt-Hebbel quería que todos lo comprendieran, así es que nuevamente acudió a sí mismo, recordando que dirigió a un equipo de cientistas sociales de izquierda, centro y derecha, “para primero agarrarnos, llegar a diagnósticos más o menos compartidos y para finalmente plantear 95 propuestas para un Chile mejor”. Ese mundo de izquierda, centro y derecha al que aludía, fue una comisión integrada mayoritariamente por funcionarios del Gobierno de Piñera, además de gente cercana a la derecha y un grupo de personas cercanas a la Concertación.

Mayol y Ahumada por dos

Mayol se dio menos de 7 minutos para responder, aunque advirtió que esperaba que el libro lo hiciera por sí mismo.

En todo caso, dijo que contrariamente a lo que Schmidt-Hebbel cree, los temas accesorios al libro son “muy importantes en la ciencia, por eso la perspectiva estrictamente de analizar enunciados científicos más o menos se dejó de utilizar en el 45”, luego de que se instalara la visión de epistemólogos que hablan fuertemente de contextos.

“Varias aseveraciones que se han hecho sencillamente tienen que ver con que nosotros en el texto, y perdonarán los puristas de la ciencia, nosotros ejecutamos algunas ironías. Las ironía de China dice relación con que gran parte de la gente cree que modernizarse es tener objetos modernos y gran parte de esos objetos, si no todos, vienen de China, y gran parte los produce el PC chino, que de comunismo no tiene mucho. Por tanto, es curioso que digamos que Chile se ha modernizado porque tiene muchas cosas hechas en China”, lanzó primero.

Sin entrar en cada cuestionamiento de Schmidt-Hebbel, Mayol lo enfrentó explicando la tensión entre economistas y cientistas sociales. “Lo que quisimos fue decir una cosa simple que creo que en la ponencia de Klaus se ve muy claramente. Dijimos aquí hay una cosa muy interesante: durante 20 años y más, cientistas sociales no podíamos decir nada de economía, nada, era como hablar de ingeniería eléctrica y, por tanto, guardábamos riguroso silencio. Por el contrario, los economistas, cuando nosotros decimos esto, (afirman que) es malestar social. Nos dicen: momento, esto es bienestar social. Los economistas, Klaus lo hizo, hablan de felicidad, van y nos dicen esto no es una crisis institucional sino política, nos afinan los conceptos. Y nosotros, que somos muy democráticos en las ciencias sociales, decimos: pues bien, que vengan los economistas”, explicó.

Luego, Mayol puso como ejemplo la mutación de economistas en analistas políticos y cómo eso va moldeando la realidad y el debate. “Incluso pasan cosas notables, como que un economista, Bernardo Fontaine, que trabaja y opera contra la reforma tributaria, termina esta, queda transformado y deviene en analista político. Por el solo hecho de haber sido operador político en contra de la reforma tributaria exitosamente. Y eso lo asciende y le permite ser analista político. Pues bien, resulta que nosotros decimos es bueno que haya esa mixtura, es bueno que economistas impugnen nuestros conceptos”, sostuvo.

Acto seguido, Mayol dejó dos perlas para el final: felicidad y el Medievo.

“Le quiero informar a Klaus que toda la literatura sobre felicidad demuestra –y hay correlaciones de las que te gustan– que efectivamente (muestran que) la felicidad y el malestar social no tienen nada que ver. Hay países donde incluso correlacionan positivamente la relación entre felicidad y malestar social. Nuestra sociedad no es productora de felicidad sino consumidora de felicidad. ¿Ustedes se imaginan, en una sociedad como la nuestra, a alguien buscando trabajo llegando deprimido? La gente está obligada a ser feliz, tiene que mostrarse feliz, la gente que no es feliz es desagradable en nuestra sociedad. Por tanto, hay un tema subjetivo interesante”, indicó

Refutó que no distinguieran el modelo neoliberal del capitalismo. “Tengamos claro que el socialismo es capitalista, pues producía excedentes de capital. Lo interesante es que, dentro del marco del capitalismo, nos tomamos las hipótesis y las examinamos, nos paramos a hablar desde el lenguaje de los otros, no desde nuestro lenguaje”, agregó.

Y algo que no esperaba Schmid-Hebbel, luego que lanzara la ironía sobre los “títulos medievales”. “Me siento muy contento porque este libro me ha procurado algo que jamás hubiera pensado que podría vivir y que es el hecho de que a mí me traten de medieval en la Universidad Católica. Estoy muy orgulloso de una cosa como esa. A mí, contrario a la PUC que le encanta olvidarse de su pasado, me parece muy interesante la Edad Media, no soy católico ni mucho menos, pero me interesa históricamente y, por tanto, habiendo hecho tantas cosas esta universidad por la Edad Media (debiéramos) tratarla mejor”, expresó, desatando aplausos del público presente en el Aula Magna de la PUC.

De Andrés Velasco habló poco. Es que el ex titular de Hacienda se ubicó en el centro. Valoró el libro, coincidió en que falta industrializar el país, aunque advirtió que, si alguien entra a Chile y lo compara con la región, no podría no quedar con la sensación de que Chile se ha desarrollado. Y aseguró que ni en la derecha ni en la izquierda hay ánimo para hacer los cambios, deslizando que particularmente él, que se ubica en el centro –como dijo–, podría representar esa visión de futuro.

“Asumo que, después de lo que dijo, Andrés ganó un par de votos. Con Mirko estábamos contando los votos que iba ganando», dijo Mayol.

«El libro podía ser mucho más fácil, gastamos no más de una página para hablar de SQM, Penta, bancos, de integración vertical, casos de la Bolsa, los que la dirigen los mismos que son dueños del IPSA, podíamos mostrar casos como La Polar. Hicimos algo un poquito más profundo, no hicimos una cosa tan panfletaria».

José Miguel Ahumada, que fue alumno de Mayol, que tiene 30 años y cara de niño, entregó en su estilo la fórmula para explicar el libro.

“Supongamos que el modelo es un paciente, que viene a nosotros a pedirnos un diagnóstico, que tiene ciertos síntomas, de malestar, de precariedad, de democracia presa, neocorporativismos entre grupos económicos y políticos, y dice: pero si he seguido todas las recetas de economistas, cómo puedo tener estos síntomas, entiendo que he reflejado fielmente la receta. Como doctores diríamos es que usted tiene una enfermedad terminal o por lo menos un cáncer muy desarrollado y las aspirinas que usted está tomando en realidad no son más que una pérdida de tiempo. Finalmente, este paciente dice esto no puede ser y va a intelectuales como Klaus y le dicen que nosotros seríamos como chamanes que estaríamos inventado un diagnóstico y que, en realidad, el modelo tiene un resfrío, producto de un clima nebuloso, lleno de politización, clima que está afectando el crecimiento económico, con incertidumbre. Es la misma hipótesis que decía Huntington en los años 70, cuando se le pidió a David Rockefeller un informe sobre qué estaba ocurriendo en Estados Unidos, y la respuesta de ellos fue que hay mucha democracia, exceso de democracia, lo que hay que hacer es sacar ese clima político para que venga la modernización. Y la respuesta fue la represión de los sindicatos, neoliberalismo”, explicó Ahumada.

Según él, la situación es similar hoy. “No es casualidad que por donde ha reventado en términos políticos el modelo chileno es por casos como SQM, antes como CAE (Crédito con Aval del Estado) y La Polar, ejemplos prístinos del capitalismo rentista, la esencia del capitalismo rentista, financiarizado, garantizado por el Estado”, recalcó.

Terminado el evento, Klaus –el anfitrión– olvidó la necesidad de abrir espacios de debate académico y tomó su mochila verde, caminó raudo por una puerta lateral y no aceptó tomarse una cerveza artesanal o una copa de vino. Mayol y Ahumada sonreían firmando libros. Velasco, se quedó unos segundos empatizando con Ahumada, pues había trabajado con un profesor indirectamente ligado a un académico que conoce el joven intelectual.

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