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Apliquemos el método Columbo Columna de opinión

Apliquemos el método Columbo

«La Reforma Tributaria se propuso un objetivo que va contra esa realidad, y lo hizo sin aplicar el ‘método Columbo’. Es decir, no hizo ninguna pregunta. No revisó su aplicación en el Derecho comparado. No recogió lo que los expertos indicaron. Menos lo que los gremios oportunamente dijeron. Asumieron que estaban en lo correcto, y que quienes se oponían no querían que Chile creciera con igualdad. Preferían mirar hacia delante y avanzar sin transar. El problema es que avanzaron al despeñadero y nos llevaron con ellos».


Columbo resolvía siempre sus casos porque lo preguntaba todo. El detective de la famosa serie de televisión no se conformaba nunca con la primera respuesta, ni muchas veces tampoco con la segunda. Solo se daba por vencido cuando lo que le respondían era lógico y consistente.

Si persistía una duda, por mínima que fuera, no se daba por satisfecho. Como era más inteligente que el resto, solo lo convencían los argumentos fundados en hechos probados. Jamás buscaba llegar a una respuesta fácil y rápida. Menos basarse en presunciones sin base, y en dichos sin prueba.

Si uno siguiera el ejemplo de Columbo, y aplicara esa fórmula a las decisiones que toma en todos los ámbitos, indudablemente que se equivocaría mucho menos. En materia de inversiones, por ejemplo, no perdería su dinero con un administrador como Madoff. No lo perdería porque haría preguntas y no permitiría que lo engatusen. Pero el problema de la sociedad de hoy es que a la gente le gusta que le mientan. Están acostumbrados a eso.

Cuesta en verdad asumirse como menos inteligente. Se prefiere, en cambio, dar la imagen de astuto. Es al resto al que engañan, a mí no, pareciera ser la máxima. Se llega incluso a pontificar desde la tribuna virtual o audiovisual, y criticar desde ahí, lo que el resto hizo o no hizo. Eso es más fácil que asumir la realidad. Si fuéramos Columbo, preguntaríamos hasta que obtuviéramos la verdad. Solo en ese momento decidiríamos.

Lamentablemente no lo hacemos y lo pagamos demasiado caro. En lo personal me basta repasar un poco mi historia para comprobar que muchas cosas que hice y que no hice, y cuyas consecuencias asumí, obedecieron a que no pregunté como lo hizo Columbo. Aunque debí hacerlo, me alivia saber que en este viaje trágico me acompañó poca gente, porque mis decisiones apresuradas me incumbieron solo a mí y a mi entorno.

Distinto es lo que ocurre con los políticos, cuyas decisiones arrastran a mucha gente. Por lo mismo, es que más que nadie debieran estar eternamente preguntando y no improvisando. Pensar aplicando la lógica y no las tincadas, ni las emociones. Cada vez que impulsan un proyecto, debieran escuchar muy en serio lo que les dicen. No para la galería ni para los registros. Debieran despojarse de su mente partidista y pensar en el país. Escuchar a los expertos y revisar los efectos no en el laboratorio del Parlamento, sino en la calle.

Todo lo anterior lo subrayo a propósito de la Reforma Tributaria (RT) promovida por el Gobierno de Michelle Bachelet, en la que evidentemente no se aplicó el “método Columbo”.

De hecho, nadie todavía asume en propiedad la paternidad de esta RT. Lo que hay son indicios de que un grupo de expertos financiados directamente por Martelli, e indirectamente por el poder económico que repudian, concordaron en que en Chile había desigualdad y que la forma de enfrentarla era multiplicando el presupuesto en educación. Como los recursos eran insuficientes, se propuso buscarlos en los impuestos. Ayudó, en esta mirada, la pasantía que la Presidenta hizo en Nueva York, porque probablemente allá la invitaron a hacer cambios, pensando en un win win. Financiamos a los que compran (créditos) con los recursos que nos entregaran los que vendan (ahorros). Para lograr eso, bastaba con que la Presidenta y su equipo incluyeran en el Programa Tributario los siguientes puntos: 1) Una reducción de la utilidad marginal de los dueños actuales (mayores impuestos en las empresas y en las personas), y 2) ello incrementando la tasa de retorno del inversionista extranjero (conservando el crédito por el 100% del impuesto pagado).

Nadie preguntó si estábamos siendo utilizados, o quiénes eran los que estaban detrás de los que financiaban estos estudios. Se asumió de buena fe que eran buenos para Chile, porque así lo decían organismos internacionales. Nadie cuestionó que el discurso era equivocado, porque se partía de la base de un hecho falso, y que es que en Chile se pagaba poco impuesto.

No se inquirió nada, porque a nadie le importó que se reemplazará a los antiguos dueños del capital local, que tienen mala fama, porque evaden y se coluden, con multinacionales extranjeras. Influyó evidentemente el que se trata de megaempresas y que sus dueños extranjeros no entran en las estadísticas locales. No importa que en su historia carguen con más colusiones que los locales, y se estructuren bajo formas elusivas en offshore. Lo relevante es que, después de un tiempo, los chilenos seremos más iguales que antes. Da lo mismo que los pobres sean más pobres. Mientras reciban subvenciones y bonos gratis. Todo bien. Así se pensó.

No se consideró, sin embargo, que el principio que rige nuestro quehacer cotidiano ya no es el que seamos iguales, sino cómo logramos diferenciarnos. Así funciona la publicidad y la economía que hemos adaptado. Se trata de distinguirnos del resto. Por eso es que la gente se endeuda. Quiere, en concreto, todo lo que el resto tiene y en lo posible lo que sus vecinos no tienen.

La RT se propuso un objetivo que va contra esa realidad, y lo hizo sin aplicar el “método Columbo”. Es decir, no hizo ninguna pregunta. No revisó su aplicación en el Derecho comparado. No recogió lo que los expertos indicaron. Menos lo que los gremios oportunamente dijeron. Asumieron que estaban en lo correcto, y que quienes se oponían no querían que Chile creciera con igualdad. Preferían mirar hacia delante y avanzar sin transar. El problema es que avanzaron al despeñadero y nos llevaron con ellos.

Ahora que nos encontramos al borde de un precipicio, sugiero que nos pongamos rojos, y rehagamos el camino, para que desde la partida asumamos en conjunto una Reforma Tributaria que, además de conciliar la recaudación con el crecimiento, implemente un sistema flexible, que se adapte eficientemente a los vaivenes económicos; un sistema que permita financiar el gasto; que sea cómodo y de fácil cumplimiento; y, finalmente, que sea simple y económico, es decir, que su fiscalización no sea cara.

Christián Aste
Abogado tributario

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