Siguiendo el formato de los debates sobre ciencia que acostumbramos a ver por Netflix, la conferencia sobre los costos que implicará la reducción de las emisiones de carbono que se realizó en Santiago revela que la realidad es mucho más compleja. Por ejemplo: el reemplazo de combustibles fósiles por biocombustibles puede estimular la escasez de agua en el mundo.
La puesta en escena está armada. Bjorn Lomborg ataca cada peso –habla en pesos y no en dólares– que se invierte en remediar el cambio climático. Gabrielle Walker es la típica gringa buena onda que lo mira con ojos de “no puedo creer lo que estoy oyendo” y le replica con una gran sonrisa que hay cosas importantes que están sucediendo y no se da cuenta. Está también Kumi Naidoo, activista y ex director ejecutivo de Greenpeace, sudafricano por cierto, que habla desde la emoción y ataca con todo a Lomborg, quien es director del Centro de Consenso de Copenhagen.
Como telón de fondo, un experto en recursos hídricos –Arjen Hoekstra– bastante más acuoso en sus dichos y los dos representantes chilenos: el senador Guido Girardi, que despilfarra cifras sobre el calentamiento global, todas alarmantes, y Ricardo Katz, experto en contaminación, que termina dando un ejemplo bastante más clarificador para los chilenos de lo que sucede en el mundo: “Durante los últimos 20 años, nos hemos comprometido con metas para bajar la contaminación en Santiago. Nada ha dado resultado. Las Condes tiene los mejores índices de aire y las comunas pobres, los peores. Eso mismo sucede en el mundo con el cambio climático y sus efectos”.
Esta diversidad de puntos de vista suele no encontrarse en los seminarios o encuentros de este tipo. Menos se le deja a la audiencia la tarea de formarse su propia opinión. Esto fue lo más valioso del encuentro, moderado por John Mulholland, editor del diario inglés The Observer, que tenía un título largo: “Reducir en forma masiva las emisiones de carbono, no compensa los costos de inversión”. Quizás la crítica viene más por la teatralidad de algunos de los expositores, pero eso es parte del riesgo que Claudia Bobadilla –representante de RAD Fundación– decidió tomar y bien por ella.
Bjorn Lomborg dice lo que nadie se atreve a decir y apela a la racionalidad individualista del ser humano. Desde su perspectiva, el esfuerzo que el mundo hará en retrotraer el cambio climático será un dinero malgastado con poco impacto. En primer lugar porque cada peso que los chilenos inviertan en rebajar las emisiones de CO2 irán en beneficio de todo el mundo y no propio, “quizás haya mejores maneras de gastar ese peso en educación, salud, o vivienda”. “Por cada US$ 100 invertidos en clima, el beneficio apenas llegará a los US$ 2. ¿No sería mejor invertir en tecnología para mejorar la calidad de los combustibles?», pregunta.
Y esto es lo que luego causaría el enojo del activista Naidoo: usando una encuesta realizada por Naciones Unidas señala que cuando se le preguntaba a los pobres por el cambio climático o el medio ambiente, este tema no figura entre los diez principales de preocupación. “El problema más grave no es el calentamiento global, es el hambre, la pobreza, la energía, la salud…”. Lo que lo lleva a concluir que los intentos de reducir las emisiones de CO2, como lo acordado en la Cumbre de París, son un desperdicio de dinero y es inmoral enfocarse allí cuando “se puede hacer tanto bien aquí y ahora”.
Cuando le llega su turno a Naidoo, éste le replica que los pobres no contestan las encuestas por internet, por lo que escasamente representan sus puntos de vistas. “Yo sé lo que es vivir en una sequía extrema como sucede en Sudáfrica ”, dando a entender que el medio ambiente es la prioridad para los más pobres. En otra parte de su intervención sacó todo su histrionismo al decir: “La naturaleza no negocia, lo único que podemos cambiar es la voluntad política”.
Y coincidente con este punto, Gabrielle Walker, experta en cambio climático e industria energética, afirma que “no podemos esperar. Los modelos no pueden pronosticar los cambios porque estos son muy rápidos y catastróficos. Se puede llegar a dar un punto de inflexión que podemos pasar a un estadio de clima totalmente diferente y desconocido. No sabemos si podremos soportar este cambio. El clima es como un perro que está durmiendo y que nosotros constantemente estamos molestando, en cualquier momento se despertará y no sabemos cómo va a estallar”.
Poniendo en duda la tesis de Lomborg, señala que resulta realmente difícil calcular los costos, pero que ella cree más en la capacidad de innovación y creatividad del ser humano para sortear las dificultades. “No podemos esperar 20 años. Hay que poner límites y objetivos creativos. Lo que salió en París fue mantener la temperatura por debajo de 2 grados celcius”, eso ya es un incentivo.
La voz de completa alarma la terminó de poner el senador Guido Girardi, quien graficó que desde 1850 a la fecha la tierra se ha calentado 0,85ºC y la mayor parte del alza de temperatura se produjo desde 1950 a la actualidad (subió 0,75ºC). “Es un proceso que se acelera… Si no hacemos nada, la temperatura subirá 3ºC en 2030. Con tres grados celcius más en un período de 30 o 40 años, ningún ser vivo es capaz de adaptarse a ese cambio”, explicó. Por último, acotó no hay nadie presente en esta sala que haga fotosíntesis y “todavía no entendemos nuestra relación con la naturaleza”.
Desde la perspectiva de Lomborg, la posición de Girardi –aunque no lo menciona directamente–, pero sí se refiere a los políticos en general, “es fácil para ellos (los políticos) sacar buenos dividendos del impacto del cambio climático, porque hablan de grandes catástrofes y aparecen como los salvadores de una solución que se tendrá en 50 años más”.
Pero Girardi dice estar convencido de lo que habla y los ejemplos que dio fueron múltiples. Si la economía mundial sigue creciendo a 2,3% anual hasta 2.050 y se llega a una población de 9 mil millones de habitantes, habrá un 80% más de emisiones de CO2, por nombrar solo un caso más.
Eso lleva a Arjen Hoekstra a señalar que la reducción de las emisiones de carbono no es una cuestión de dinero. “Una tierra sostenible es precondición para la economía” y cuando se estudia economía se debe partir de esta premisa. El ingeniero que creó la huella hídrica tal como existe la huella de carbono, advierte que no cualquier política de reducción de las emisiones de carbono es positiva.
“La reducción de la huella de carbono aumentará la escasez de agua porque se reemplazarán los combustibles fósiles por biocombustibles, lo que afecta a los recursos hídricos”, alerta Hoekstra, quien dice que este es el mayor dilema para un país como Chile.
Aconseja por esto reforzar las políticas que incentivan las energías eólicas y solar y desincentivar las de biomasa, porque las dos primeras solo requieren de tierra, en cambio la tercera necesita de tierra y agua. “Hay que tener conciencia que necesitamos ahorrar tierra y agua para la naturaleza y sus necesidades”, dice.
En este sentido, Ricardo Katz quien es investigador asociado del Centro de Estudios Públicos (CEP), señala que los impuestos verdes que se aplican en Chile no recogen los costos de las emisiones del presente y menos de las futuras. Lo mismo ocurre en el mundo. “¿Podemos volver a lo que éramos? Es muy difícil… Sí se puede compensar el pasado y corregir el futuro”. ¿Cómo? Los países desarrollados deben pagar por el impacto al medio ambiente que tuvieron y este monto debe ser calculado no solo al costo presente, sino también futuro. De otro modo, los países pobres seguirán sufriendo el impacto mayor.
Lo que las encuestas mencionadas por Lomborg revelan, a juicio de los otros participantes, es que no hay conciencia entre la población de la gravedad de la situación aunque la sufren de manera directa. En las encuestas del CEP Chile, el medio ambiente tampoco figura entre las prioridades de las personas, añade Katz. Y mientras este tema no se democratice y la ciudadanía no ejerza presión, los políticos no tomarán conciencia, argumenta Guido Girardi.
La sala se mantiene llena pese a que han pasado casi dos horas desde que comenzó el debate que está a punto de terminar y Naidoo logra sus dos mejores minutos cuando le toca cerrar: “Les tengo una buena noticia, el planeta no necesita salvarse. Si seguimos calentándolo, nosotros vamos a desaparecer y cuando eso ocurra, el planeta seguirá ahí. Bajará la temperatura, se volverá a reforestar, habrá nuevamente agua y todo se reequilibrará”.