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Los chilenos deben prepararse para el efecto que el cambio climático tendrá en sus vidas Ricardo Katz, Investigador Asociado del CEP

Los chilenos deben prepararse para el efecto que el cambio climático tendrá en sus vidas

El experto señala que el país tendría que adaptarse a esta realidad e invertir en nuevas especies forestales, nuevos cultivos agrícolas, abastecimiento de agua, y fuentes de energía renovables. Asimismo, indica que el plan de descontaminación para Santiago nuevamente no ataca el problema global que es limitar la masa de contaminantes.


Mientras se realizaba el V Congreso del Futuro, la ciudad apenas respiraba a raíz del incendio del vertedero Santa Marta. Las imágenes borrosas por el humo recordaron a los santiaguinos los meses de invierno que están por venir y que el plan de descontaminación que el Gobierno lanzó a inicios de enero pretende erradicar.

Ricardo Katz estuvo la semana pasada en uno de las tantas conferencias que se dieron la capital sobre cambio climático, organizado por Rad Fundación. Allí habló como investigador asociado del Centro de Estudios Públicos y no como director gerente de Gestión Ambiental Consultores (GAC), firma que se dedica a la asesoría ambiental a empresas tan diversas como Aguas Andinas, Caserones, VIK, CMPC, Arauco y CAP, según figura en su página web, donde se refirió tanto al efecto invernadero como a la contaminación de Santiago.

-Usted dijo en la conferencia de RAD Fundación que Chile no tenía nada que hacer frente al cambio climático…
-Salvo prepararse (interrumpe Katz).

-La otra afirmación fue que los impuestos específicos que se han puesto con la etiqueta de verdes son irrelevantes frente a lo que verdaderamente se debería cobrar.
-Son irrelevantes porque son irrelevantes en el contexto global. Las emisiones chilenas son menos del 0,5% del total, si las lleváramos a cero –lo que no se puede– nada cambia en el mundo. En segundo lugar, si se quiere aplicar un impuesto a las emisiones de carbón para que mitigaran los daños y los costos, las cifras te dan entre US$ 35 y US$ 40 tonelada de carbón emitido a nivel mundial o carbón equivalente. La tasa, además, debería ser creciente. En 2050 se debería cobrar US$ 80 y a finales del siglo del orden de US$ 250.

-¿Cuánto cobramos nosotros?
-Primero, no les cobramos a todas las fuentes. Transporte no tiene. El impuesto verde se generó para turbinas y calderas de un cierto tamaño y cuando se hacen las conversiones da alrededor de US$ 1,3 por tonelada de carbón. Algo corrige.

-¿Las turbinas y calderas son importantes?
-Las termoeléctricas a carbón o petróleo sí lo son, pero el transporte es muy relevante. También hay industrias que emiten mucho dióxido de carbono en sus procesos y actividades agrícolas que emiten metano. Si fuéramos un país ganadero tendríamos problemas con las vacas.

-Entonces el impuesto que se cobra por este concepto va destinado a recaudar más que a disminuir emisiones.
-Sí y aunque va en la dirección correcta, debería haberse cobrado a todas las actividades y no haber discriminado. Creo que ese fue un error conceptual.

-¿Qué deberíamos hacer para disminuir las emisiones de carbono si es que las necesitamos aminorar?
-Más allá del tema ético, si Chile disminuye sus emisiones, el impacto global que provoca es mínimo. Lo que yo haría sería implementar medidas para solucionar problemas ambientales locales que apunten en la misma dirección. O sea, en la medida que favorezco los combustibles más limpios, disminuyo la contaminación local y por esa vía, aporto a la disminución de los gases de efecto invernadero.

Yo creo que el esfuerzo mayor de Chile debe estar en invertir en adaptación, en investigación y desarrollo para preparar al país frente al impacto que sufrirá con el cambio climático. Investigar sobre nuevas especies forestales, nuevos cultivos agrícolas, abastecimiento de agua y fuentes de energía renovables. Todas estas iniciativas apuntan a la misma dirección y me ayudan a estar en mejores condiciones para enfrentar el cambio.

-Lo que usted está diciendo es que nuestro problema no es la disminución del impacto climático, sino que nuestro problema es el efecto que este cambio tendrá en nuestra forma de vida.
– Exactamente… Además, yo pienso que deberíamos tener una mejor evaluación de los desastres naturales. Los eventos extremos de clima comienzan a ser más comunes y, por ejemplo, llueve mucho en poco tiempo. Cuando estudié ingeniería nos enseñaron que había que usar las estadísticas de los últimos 40 años, ahora ya no se puede. Se diseña para eventos más extremos.

-¿En este proceso de adaptación deberíamos invertir en embalses a lo largo del país?
-Si voy a tener cultivos en zonas donde hay períodos de sequía más o menos prolongados, estoy obligado a almacenar agua. Ya los proyectos mineros se adecuaron y ahora se piensan con agua de mar. Esto es relativamente nuevo y se puede hacer, porque hace cuatro o cinco años había que poner una central térmica para bombear el agua, pero ahora está la energía solar que permite reemplazar esa fuente.

-En ese sentido, empresas como Enel GreenPower tienen un desarrollo que hace diez años no tenían.
-¡Diez años! Hace cinco años nadie pensaba que los costos de energía solar iban a estar a estos niveles y creo que recién estamos comenzando.

-¿Cuál es el valor de la cumbre de Kioto o la de París?
-Que las personas con cierto nivel cultural han comenzado a internalizar que algo está pasando. Todavía no tienen asumido que hay que hacer algo, pero sí que hay un efecto.

-¿Los países que deben esforzarse son Estados Unidos y China?
– Estados Unidos y Europa por su responsabilidad en el pasado y China e India porque deben hacer las cosas de manera diferente.

De un plan a otro plan para Santiago

-Usted dijo que Santiago no ha tenido resultados en materia de contaminación en 20 años.
-Hemos tenido resultados, pero no hemos logrado las metas. Estábamos muy mal y cada vez cuesta más porque la fruta madura ya la recogimos. Los índices de 1978 y 1979 no eran muy distintos a los que Beijing tiene hoy y que uno se asombra. Llevamos 45 años con contaminación… Las Condes tuvo los mejores índices del aire en 2014 e Independencia, Cerrillos, Pudahuel y Cerro Navia arrojaron los peores. Sabemos que tenemos un problema, sabemos quiénes son los afectados y qué lo causa. Sabemos que no podemos permitir que haya más emisiones en la ciudad y nunca hemos dicho –salvo para un sector industrial– que todo lo que ingresa debe restar. Pasamos de un plan que no se cumple a otro plan que no se cumple y así se suma y sigue porque la mayor actividad te come.

-¿Qué se ha hecho en otros países?
-En Singapur se limitó el número de autos que podían entrar al centro, por ejemplo.

-¿Cuál es la regla general que usted impondría?
-En 1990, con el profesor Juan Escudero, definimos que había un millón de autos que emitían 20 gramos por kilómetro de monóxido de carbono, es decir, el total eran 20 millones. Dijimos hay que llegar a 500 mil. Para eso, se debería haber combinado autos eléctricos, diésel y gasolina, pero que no pasaran de 500 mil. Sin embargo, se optó por bajar de 20 gramos a 2 gramos por kilómetro, pero los autos crecieron a 2 millones. ¡Nunca se ha limitado la masa de contaminantes que se debe emitir en la ciudad!

– ¿Y qué se saca con eso?
-Con una masa de contaminantes definida, se puede combinar –por ejemplo– una industria a carbón con autos eléctricos o industrias eléctricas y autos diésel. Los juegos son múltiples, pero con un techo fijo.

-¿Es muy duro impulsar que se fije la masa de contaminantes?
-Muy duro políticamente porque es conducir un cambio cultural que implica una presión sobre el transporte público y el desarrollo urbano. Las personas querrán estar más cerca del trabajo o del colegio de los niños, por lo tanto, vivir en Chicureo o sobre la cota 1.000 se vuelve muy pesado. Es un reacomodo de la sociedad completa, pero es la señal correcta.

-¿Qué ciudades se han reacomodado?
-Londres, Singapur, Curitiba… En rigor, es más caro vivir en una ciudad que corrige sus problemas ambientales que la que no los enfrenta.

-¿Esa afirmación también toma en cuenta los costos indirectos, como problemas de salud u horas de ausencia laboral?
-No, solamente los directos. Por eso, el plan descontaminación tiene beneficios, que son los costos no incurridos, pero las señales hay que darlas. El plan de ahora contempla viviendas más sustentables con mejor aislación para que consuman menos energía en calefacción, asumiendo que no tengan más costos, es una señal correcta.

-¿Cuándo debería estar implementado?
-Asume que vas a cumplir todas las normas en 2026. Este no es el primer plan de la historia, es el quinto y ninguno ha cumplido su meta.

-¿Y este lo va a cumplir?
-No, porque nuevamente no regula la masa de emisiones. Ahora, puede que surjan nuevas tecnologías que abaraten el costo de los autos eléctricos y cambie el panorama, tal como ocurrió con las energías renovables.

Falta una campaña fuerte en la sociedad.
-Los estudiantes implantaron el concepto de educación gratuita, más allá que uno esté de acuerdo o no con la gratuidad, esa fuerza no está para descontaminar la ciudad. Juan Grau decía en su tiempo: aparecen los volantines en septiembre y la gente se olvida de la contaminación. Entre septiembre y marzo, la contaminación no es tema. En realidad, de acuerdo a las encuestas del CEP, nunca es tema.

-¿Qué hay que hacer para que este plan tenga éxito?
-Decirles a los santiaguinos que hay que emitir 30% menos y quedarnos en eso. Eso implicará un cambio en los precios relativos.

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