Los materiales de baterías eléctricas como el cobalto, el litio y el grafito, son abundantes en la corteza terrestre comparados con los metales realmente raros del grupo del platino, o incluso elementos como el cobre, el plomo, el estaño, el oro, la plata y el mercurio, que han sido extraídos de las minas desde la Antigüedad. Hay cerca de 400 toneladas de litio por cada tonelada de platino, según el Departamento de Energía de EE.UU.
Hace medio siglo, al sector de las materias primas le preocupaba la posibilidad de que las nuevas tecnologías automotrices menos contaminantes pudieran causar que el mundo se quedara sin metales raros.
No se trataba de las baterías eléctricas, sino que conversores catalíticos. Introducidos a mediados de la década de 1970 en Estados Unidos para eliminar el monóxido de carbono y los hidrocarburos tóxicos del escape de los automóviles, sus ingredientes más importantes eran algunos de los elementos más raros de la Tierra: el platino y el paladio.
El llamado grupo de metales del platino se encuentra en grandes cantidades solo en cuatro lugares. Antes como ahora, cerca de 90 por ciento de la producción proviene de lo que entonces eran la Sudáfrica del apartheid y la Unión Soviética. Como la tecnología avanzó hacia una adopción generalizada de conversores catalíticos a fines de los años 1960, los metalúrgicos empezaron a temer que la oferta simplemente no sería suficiente.
Los precios del platino de los operadores, que se habían cotizado en mínimos de US$98 la onza (28 gramos) en 1964, se dispararon a US$230 la onza en 1967, y luego a US$300 la onza al año siguiente; el paladio subió de US$24 la onza a US$56 la onza en el mismo período.
En medio de temores de que se produjera una escasez, el refinador de metales londinense Johnson Matthey Plc fue una voz de calma. No había por qué preocuparse, dijo en una conferencia de 1969 en Nueva York: en Sudáfrica solamente, las reservas subterráneas eran suficientes como para producir 200 millones de onzas durante los siguientes 30 años, el equivalente de cerca de 12 veces todo el platino en circulación en ese momento.
¿Cómo resultó la predicción? Notablemente bien: de hecho, el mundo extrajo alrededor de 223 millones de onzas entre 1969 y 1999, y desde entonces ha producido otros 213 millones de onzas. Lejos de agotarse, las últimas estimaciones del Geological Survey de EE.UU. indican que todavía hay otros 2.200 millones de onzas en reservas económicamente recuperables.
Esta historia sigue una dinámica de largo tiempo en el sector de las materias primas.Cuando hay un nuevo uso para un elemento menor, la demanda puede dispararse bastante antes que la oferta. Surgen temores de escasez global, alimentados por el lento ritmo de las operaciones para llevar nuevos depósitos a producir y por la incertidumbre, dado el nuevo interés, sobre cuánto material existe.
Luego los consumidores industriales desarrollan nuevas formas de usar el elemento más eficientemente, y la serie de proyectos aprobados durante el auge de precios finalmente empieza a lanzar el producto. El resultado es un excedente que con el tiempo desarrolla un equilibrio conforme productores y consumidores adquieren un mejor manejo de la oferta y la demanda.
No hay razón para pensar que este patrón vaya a ser diferente para los materiales de baterías como el cobalto, el litio y el grafito. Los tres son abundantes en la corteza terrestre comparados con los metales realmente raros del grupo del platino, o incluso elementos como el cobre, el plomo, el estaño, el oro, la plata y el mercurio, que han sido extraídos de las minas desde la Antigüedad. Hay cerca de 400 toneladas de litio por cada tonelada de platino, según el Jefferson Lab del Departamento de Energía de EE.UU.
El grafito suministra una vívida ilustración de cuán rápido estas expectativas pueden cambiar. Tan recientemente como en 2012, el Geological Survey de EE.UU. estimó que las reservas globales eran de solo 77 millones de toneladas. Cuatro años más tarde, la exploración ha elevado esa cifra a 250 millones de toneladas.
Los recursos minerales se convierten en reservas cuando son económicamente recuperables a las actuales estimaciones de los precios a largo plazo, de modo que, si el grafito se volviera más costoso, como lo hizo el platino en los años 1960, ese total subiría más. En el proyecto Balama de Syrah Resources Ltd. en Mozambique, solo 19 millones de toneladas de 129 millones de toneladas en recursos se cuentan en la actualidad como reservas.
Incluso allí donde el legado mineral no cambia tanto –las reservas globales de cobalto, por ejemplo, han estado fijas en 7 millones de toneladas durante 15 años y el litio apenas si se ha movido desde 2010–, vale la pena considerar cómo están compuestas las reservas minerales antes de declarar una escasez mundial.
(Esta columna no refleja necesariamente la opinión de Bloomberg LP y sus dueños.)