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Gestión ética de las finanzas: ¿en qué, cómo y para qué usamos el dinero? Opinión

Gestión ética de las finanzas: ¿en qué, cómo y para qué usamos el dinero?

Gerardo Wijnant San Martín
Por : Gerardo Wijnant San Martín Subgerente de Impacto de Doble Impacto (Banca Ética). Director de Proyectos Proqualitas Sostenibilidad. Consultor de Comercio Justo en Chile
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Tal como lo plantea Joan Melé, impulsor y referente de la Banca Ética en Europa, “a veces nos olvidamos que los bancos no tienen dinero, sino que gestionan nuestro dinero, por lo tanto, invertimos y no sabemos o no nos preguntamos qué harán con nuestro dinero”. Es hora, entonces, de preguntarnos en qué y para qué este se usará y de ahí “la importancia del surgimiento de una Banca Ética que explique en qué va a invertir y en qué no, y en segundo lugar, que sea totalmente transparente y así generar riqueza que beneficie a todos y no perjudique  a nadie”.


A menudo nos quejamos de lo que hacen y cómo actúan determinadas empresas en variados ámbitos y nos indigna o molesta que algunas de ellas se coludan o lleguen a acuerdos para afectar los precios finales a los consumidores; que presten un mal servicio en relación con lo que se paga por ellos; que no respeten normas laborales; que contaminen y dañen el medio ambiente; que no sean justas en el trato con sus proveedores; que afecten la vida, cultura o tradiciones de comunidades; que no respeten normas mínimas de equidad de género o no discriminación; que cobren precios que no se comprenden; que ofrezcan “facilidades de pago” que muchas veces implican que estamos pagando dos o tres veces el valor real de un producto en el mediano plazo, etcétera.

Todo esto nos molesta y nos indigna con justa y absoluta razón. Sin embargo, cuántas son las veces en que nos preguntamos: ¿qué tan responsables somos de que esto ocurra?, ¿a quién compramos? o ¿por qué compramos en lugares o bien adquirimos productos que no nos parecen los más éticos o los más saludables? Qué incongruencia es esta. Deberíamos priorizar y privilegiar, entonces, a aquellas empresas y organizaciones que sí son honestas, lo demuestran cada día y buscan deliberadamente contribuir al bien común de la sociedad y, por ende, a las entidades financieras que evalúan parámetros éticos en el comportamiento de las mismas, no solo los mínimos legales, del todo insuficientes para poder construir un mejor mundo, y en ellas invertir nuestro dinero.

Esto nos lleva reflexionar acerca del trabajo que debemos hacer en educar en un uso consciente del dinero, preguntas tales como: ¿qué hacemos con nuestro dinero?, ¿a qué mundo o sociedad servimos?, ¿qué privilegiamos? Y cuando tenemos excedentes o ahorros, ¿en qué lugar o a qué los destinamos?, ¿en qué entidades bancarias los colocamos?,  ¿qué hacen esos bancos con nuestro dinero?, ¿ en dónde lo colocan, qué proyectos benefician?

¿Nos preguntamos esto? Creo que no o muy pocas veces. Somos y vamos como autómatas y nos disociamos. A qué sirve nuestro dinero, ¿debería ser parte de una buena educación financiera también?

Tal como lo plantea Joan Melé, impulsor y referente de la Banca Ética en Europa, “a veces nos olvidamos que los bancos no tienen dinero, sino que gestionan nuestro dinero, por lo tanto, invertimos y no sabemos o no nos preguntamos qué harán con nuestro dinero”. Es hora, entonces, de preguntarnos en qué y para qué este se usará y de ahí “la importancia del surgimiento de una Banca Ética que explique en qué va a invertir y en qué no, y en segundo lugar, que sea totalmente transparente y así generar riqueza que beneficie a todos y no perjudique  a nadie”.

Existe o se pretende avanzar en una “educación financiera” de la que muchas veces se habla, pero que no centra su mirada en “Valores” sino que solo en cómo ahorrar de mejor manera o cómo invertir mejor, pero de una forma neutra, sin considerar lo que hay detrás de esa inversión. No podemos solo buscar la rentabilidad financiera o el interés por nuestro dinero, que, siendo legítimo, no lo es todo o bien pierde contenido de generación de riqueza y equidad. Es necesario dar una mirada más profunda.

Educación financiera en el sentido no neutro, sino que tener claridad de en qué invierto, en dónde coloco mi dinero. Si conociese el comportamiento de las empresas en las que un banco invierte, ¿estaría dispuesto a colocar mi dinero ahí’? Si tenemos depósitos en bancos o en fondos mutuos y otros instrumentos, y si hacemos un análisis más profundo de las empresas en que estos dineros están invertidos, es altamente probable que para un número importante de estas, uno diría (al conocer sus prácticas) ‘es que yo no quiero que mi dinero esté ahí o alimentado ese tipo de organizaciones’.

Es hora entonces de preguntarse a quién quiero que sirva mi dinero (el uso consciente) y, por otro lado, si soy empresa, ¿de dónde obtengo los recursos que necesito?, ¿de entidades correctas y honestas y que lo pueden demostrar o solo desde el mejor postor en el mercado? Y cuando tengo excedentes en las empresas, ¿en dónde los invierto?, ¿qué coherencia hay ahí? Sin duda, muchas preguntas, pero que deben ser parte de una verdadera educación financiera que se base en Valores.

La gestión ética de las finanzas desde la mirada de la economía y el balance del bien común

Desde la óptica de la “Economía del Bien Común” (EBC) y el Balance que mide la contribución de las empresas y organizaciones al bien común general de la sociedad, es un punto importante el que las empresas y organizaciones orientadas en este sentido, puedan trabajar con entidades de crédito éticas (cuando ellas existan) para proveerse de los recursos financieros necesarios para realizar sus actividades, tal como lo plantea esta propuesta.

Y así, como coincidentemente lo plantea el movimiento de Banca Ética, la Economía del Bien Común “considera que la financiación es un medio para que las organizaciones puedan desarrollar actividades, y por tanto, no debe ser el objetivo de estas organizaciones”. Por ende, la coherencia y coincidencia de considerar al dinero como medio y no como un fin en sí mismo.

Se plantea, entonces, que las empresas y organizaciones podrían desempeñar un relevante papel en los mercados financieros en dirección hacia el bien común, con propuestas de diversa índole (algunas más realistas que otras, de acuerdo con nuestro desarrollo en Chile), tales como: trabajar con entidades no orientados al lucro; considerar otras formas de financiación fuera del mercado financiero; préstamos, donación, trueque, crowdfounding, etc.; o concesión de préstamos (sin interés) entre organizaciones.

Precisado lo anterior, lo que concretamente propone el Balance del Bien Común y que nos genera una medida de actuación y evaluación, es poder apreciar cuatro aspectos y sus respectivos objetivos:

  1. Institucionalización: cuyo principal objetivo es “desarrollar programas para anclar la gestión ética de las finanzas en la declaración de objetivos de la empresa u organización”. Es decir, poner a un mismo nivel los beneficios sociales y los beneficios financieros o, mejor aún, los primeros por sobre los segundos, haciéndonos preguntas tales como: ¿de qué manera está la Gestión Ética de finanzas implementada en la empresa?, ¿con qué medidas se garantiza la estabilidad financiera, en particular cuando la facturación está en declive? O bien, ¿qué tipo de acciones sociales pone en marcha la empresa con los beneficios obtenidos en la propia explotación?
  2. Calidad ética y sostenible de los proveedores de servicios financieros: el objetivo aquí es trabajar con entidades financieras éticas y es por eso que hoy en Chile empieza a surgir una iniciativa que abordamos más adelante y que responde a esta necesidad imperiosa. Es así que, como empresa, debemos hacernos preguntas tales como: ¿qué servicios financieros se utilizan? (cobros y pagos del negocio, créditos, depósitos, etc.); ¿quién es el proveedor de estos servicios?; ¿hasta qué punto están esas instituciones especializadas exclusivamente en servicios financieros sociales y/o sostenibles?; ¿qué conocemos acerca del enfoque ético de la entidad financiera?
  3. Inversiones financieras orientadas al bien común: el objetivo es que las empresas que se orienten al bien común puedan aportar a desarrollar programas para favorecer objetivos sociales/sostenibles a través de sus inversiones y, por tanto, como empresas, debemos preguntarnos: ¿qué uso hace la empresa de sus activos financieros?, ¿en dónde invierte la empresa?, ¿existen criterios ESG (Environment, Social, Governance) para las inversiones?, ¿qué tratamiento se da a los eventuales intereses? Si existe o definimos una renuncia total o parcial de los rendimientos de capital (intereses o dividendos) para inversiones sociales/ecológicas; si se invierten en proyectos sociales/sostenibles (ejemplo: préstamos a proyectos ético/sostenibles, etc.). O si se ha definido algún criterio de exclusión sobre las inversiones (relativas a los socios del proyecto, clientes, proveedores, etc.).
  4. Financiación de la organización orientada al bien común: el objetivo aquí es: desarrollar programas para orientar la financiación al bien común y, por consiguiente, debemos preguntarnos si: ¿la forma jurídica de la empresa favorece el bien común?, ¿cómo se financia la organización?, ¿de dónde viene el capital prestado?, ¿se practica la financiación a través de los grupos de interés (clientes, proveedores, etc.)? ¿Cómo? Etc.

El apoyo hacia la creación de una banca ética de Chile, es un avance hacia una gestión ética de sus finanzas y una contribución muy clara al Bien Común.

Es en este contexto que la creación (hoy más necesaria que nunca) de una Banca Ética o con valores, significa una oportunidad enorme, tanto para inversionistas, que pueden sentirse satisfechos al constatar que su dinero es invertido en programas y proyectos de Desarrollo Sostenible o aportando a empresas y organizaciones de las más diversas expresiones de economía social, educación, cultura, etc., que generan un impacto positivo real en las personas, las comunidades y el medio ambiente y, por otro lado, para estos mismos proyectos, para que logren acceder a una fuente de financiamiento confiable que no se basa en especulación y que comparte las dinámicas de los proyectos y se transforma en un socio de acompañamiento en el proceso y trabajo.

Para las personas, y de manera creciente, se empieza a tomar conciencia de que no da lo mismo en qué se invierte su propio dinero o sus ahorros.  Se ha verificado que si la gente posee información suficiente y puede diferenciar entre empresas que generan un trato laboral respetuoso,  que no dañan, sino que impactan positivamente al medio ambiente,  que se preocupan de las comunidades y aportan al bien común, la propensión a aportar en ellas es mucho mayor que en aquellas que no toman en cuenta estas consideraciones y, al contrario, especulan o son contrarias al bien común.

Por tanto, tenemos hoy una gran oportunidad de dar un nuevo Sentido a nuestro dinero y con ello afectar positivamente nuestra sociedad. En Chile, hasta la fecha, no existe banca ética, como se define en este artículo, y solo desde hace un año y medio se ha comenzado un camino hacia la creación de un Banco Ético. La iniciativa “Doble impacto”, plataforma de inversiones sociales, bajo esquema de crowdfunding (que hoy ya existe y en funciones y fuerte crecimiento) es la base de construcción del primer banco ético en Chile, en un plazo programado de 4 años. Esto tiene gran potencial hoy, pues se van dando las condiciones en los anhelos de las personas y la necesidad de empresas que optan por la sostenibilidad y el aporte al Bien Común.

Vemos hoy cómo el consumismo, lejos de generar respeto, crea dependencia, explotación que no alcanzamos a percibir, maximización de utilidades sin considerar los costos laborales y humanos ligados a la producción masiva. Imágenes de marketing que nos prometen la “felicidad y realización” al comprar algún producto y, si tuviésemos en cuenta o nos preguntáramos qué hay detrás de la producción, cómo se efectúan determinados procesos productivos y conociéramos realmente las formas de producción, probablemente no estaríamos dispuestos a consumir esto que se nos presenta como la felicidad envasada, ni menos a invertir en ese tipo de empresas. Historias de mucha tristeza, explotación de niños, falta de consideraciones ambientales y miseria, se esconden detrás de muchos productos que hoy se venden en el gran mercado y que nos prometen esta seudofelicidad.

Teniendo valores y consideraciones éticas, ¿estaríamos dispuestos a perpetuar estos esquemas? Creemos y tenemos fe en que no y que una economía con Rostro Humano sí es posible. La búsqueda de un Desarrollo Sostenible y las diversas expresiones de economía social nos entregan hoy una alternativa concreta, real y viable hoy y una banca con sentido ético contribuirá a canalizar adecuadamente el dinero necesario para aportar a la construcción de un mundo mejor.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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