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Destacado semanal: la potente irrupción de la Fundación SOL en la agenda económica y política

Iván Weissman S
Por : Iván Weissman S Editor El Mostrador Semanal
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Los dos economistas están haciendo algo que ningún progresista ha logrado desde el retorno a la democracia: cambiar el eje del debate y desafiar la hegemonía de los economistas del «establishment».

Ninguno de los dos tiene postgrado de Chicago, Harvard o MIT, las universidades donde se educan los líderes de la elite económica criolla. Sus estudios de postgrado los realizaron en la Universidad de Turín, en Italia. Ambos fueron alumnos del actual ministro de Hacienda, Felipe Larraín y del ex presidente del Banco Central, Vittorio Corbo en la Universidad Católica, y trabajaron como asesores en el Ministerio del Trabajo en el gobierno de Michelle Bachelet, pero no tienen los pergaminos de Oscar Landerreteche o Alejandro Micco, economistas emblemáticos de la Concertación.

Pero Gonzalo Durán, 32, educado en el colegio La Salle, y Marco Kremerman, 35 y educado en el Instituto Nacional, están haciendo algo que ni Landerretche, ni Micco, ni Engel, ni ningún economista progresista —de adentro o afuera de la Concertación— ha podido o querido hacer desde el retorno de la democracia: cambiar el eje del debate económico y enfrentar la hegemonía del consenso neoliberal del sistema.

Kremerman y Durán lo están haciendo con las herramientas preferidas de los economistas: datos duros.

Estos son algunos antecedentes que dio Kremerman en Tolerancia Cero el domingo pasado:

-“La propuesta de salario mínimo del Gobierno sólo cubre el 66% de la línea de pobreza familiar para cuatro personas”

-“En Chile haya gente que trabaja 45 horas a la semana y son pobres, y eso no es tema, no es debate”

-“Una hora de trabajo se paga menos que un café”

-“En el 2011 los gerentes generales de las empresas más grandes de Chile vieron su sueldo subir en un 19%, los directores en un 24,5% y los trabajadores en 6,7%”

-“Un gerente general en promedio gana 102 veces más que los que menos ganan. En la OCDE es 32, en Egipto por ley no puede ser más que 36. En Alemania el objetivo es que sea 20”.

Ya el simple hecho que Kremerman fuera invitado a Tolerancia Cero —el programa que marca la pauta política del país— es una señal fuerte de que el trabajo que él y Durán desarrollan desde la Fundación SOL está marcando la pauta y desafiando el consenso. Su aparición en el programa fue trending topic en Twitter por casi 24 horas.

Camino a la fama

La rigurosidad de sus análisis y la originalidad de sus argumentos no ha sido ignorada por La Moneda. Un abogado del Ministerio de Hacienda los contactó y pidió que le enviaran sus datos y análisis durante el conflicto estudiantil. También durante el conflicto de Aysén los llamaron y les pidieron sus estudios para ‘socializarlos’. Han sido invitados a exponer en el Senado y sus datos y estudios son los únicos de relevancia que se citan como contrapeso a la posición oficialista en el actual debate sobre el salario mínimo.

Pero también han sacado ronchas y reconocen haber sentido la hostilidad de parte del «establishment».

Una de sus más duras críticas ha sido la ministra del Trabajo, Evelyn Matthei (UDI). En dos entrevistas, una en 2011 en Tolerancia Cero, otra en Canal 24 horas hace pocas semanas, los ninguneó duro. En la última, los trató de “extrema izquierda” y en Tolerancia Cero, ironizó con que la fundación “descubrió la pobreza”, por un estudio en el que cuestionaban la mala calidad de los empleos generados desde la llegada de Piñera al Gobierno.

No es usual que una ministra de Estado se muestre tan agresiva hacia una fundación que tiene 7 empleados y que se dedica principalmente a asesorar a sindicatos. Y es esa reacción la que observadores políticos ven como una señal de que el mensaje de Kremerman y Durán está golpeando y está siendo escuchado.

Pelea con L&D

Su pasión por las datos duros los llevó a ganar un gallito con quienes hasta ahora siempre han sido los campeones del debate tecnócrata en defensa del sistema: Libertad y Desarrollo, la fundación que dirigen los ex ministros de Pinochet, Carlos Cáceres y Hernán Büchi, custodios del modelo neoliberal.

En medio del debate por el salario mínimo la economista de LyD, Cecilia Cifuentes, disparó por Twitter el 25 de junio: “Parece que @lafundacionsol inventa datos. No logro que suban las cifras de Sal.Min. en Europa hace 40 años, pero hablan de esos números”.

Luego el 30 de junio la encargada de prensa del mismo instituto, Marily Lüders, la hija del ex ministro de Hacienda (también de Pinochet), Rölf Lüders, los cuestiona y les pide por la misma vía series históricas del salario mínimo.

Durán se ríe de la situación y cuenta lo difícil que fue convencerlos y explicarles hasta que tuvieron que mostrarles con «pantallazos» de la computadora donde clickear para encontrar las cifras. La fuente: la OCDE, no muy conocido por su radicalismo o progresismo.

Ya en noviembre del año pasado la fundación se encontró en el ojo del huracán luego que El Mostrador le publicara a Kremerman una columna que terminó siendo una de las más leídas en Chile: «Las 4 mil familias que viven en el mundo de Bilz y Pap».

En ella, usando datos de la encuesta CASEN 2009, mostraron que en Chile 4.459 familias tienen un ingreso autónomo promedio mensual de $19 millones, se trata del 0,1% de los hogares más ricos, y son quienes manejan el país. La columna muestra que entre esas familias se encuentran los principales accionistas de los 114 grupos empresariales y los ejecutivos que sirven a las empresas que pertenecen a estos Holdings. Esa columna fue leída por casi 80 mil personas y se comentó y debatió hasta en La Moneda. Fue la oportunidad que sacó a la fundación del mundo académico, principalmente de izquierda, y los puso en el mapa.

Durán afirma que la columna es uno de los hitos que ha marcado la creciente influencia de la fundación. Desde entonces su presencia en los medios aumentó y su mensaje comenzó a ser parte integral del debate. «Los economistas clásicos, ya sea tanto de la derecha como también de oposición de alguna manera ya hablan sobre nuestros datos, nuestras metodologías… y empiezan a decir que no son correctas, pero está bien porque quiere decir que hay un ruido y quiere decir que estamos molestando. Estamos mostrando información que a ellos les causa cierta molestia».

Y esto se traduce en el tratamiento que ahora le dan los medios tradicionales. Interesante es la diferencia en el trato que les da La Tercera, de Alvaro Saieh, y El Mercurio. «En el caso de La Tercera ha costado harto. Nos dieron un espacio así como un blog donde podemos opinar cuando queramos, pero así como ser la fuente alternativa para que opinemos particularmente de un tema, ahí no.» Curiosamente, el diario de Agustín Edwards, que históricamente ha sido el fiel defensor de la derecha y el neoliberalismo, los ha recibido con los brazos abiertos. «Hace unos meses ya los periodistas de economía del Mercurio —yo diría de todos— se han contactado con nosotros para pedir la visión alternativa y buscar nuestra opinión», cuenta Durán, y añade que han hecho un esfuerzo para cultivarlos como fuente y usarlos como contrapeso a las voces neoliberales tradicionales.

El fracaso del modelo 

Los dos economistas de la PUC observan que el éxito que están teniendo en cambiar los parámetros del debate no se debe solamente a que usan datos duros de una manera inteligente, sino que más importante es que se han atrevido a meter la política como parte central de sus argumentos, negándose a aceptar que temas como el salario mínimo, reforma tributaria, igualdad, debieran ser sólo un debate técnico.

«Durante el gobierno militar se sacó a la política de todos los debates económicos y laborales. Se quiso despolitizar la economía y la Concertación la mantuvo. El crecimiento macro de los últimos 23 años validó ese argumento, pero ahora llegó a su límite», es como lo explica Durán. «Tenemos un país que en términos macroeconómicos es fuerte, pero en lo micro es débil e injusto y eso hay que cambiarlo, y eso es un debate de valores, de política» enfatiza el economista.

Un ejemplo es el estudio que muestra la inequidad del salario mínimo en Chile, porque cuando países como Australia, Bélgica, Estados Unidos, Holanda, Canadá o Francia tenían el mismo PIB per cápita ajustado por paridad de poder de compra que hoy tiene Chile, su salario mínimo por hora era en promedio el doble que el que exhibe nuestro país en la actualidad. El debate para cambiar esa realidad, argumentan ellos, no es técnico, «pasa por tener la voluntad política, por decidir cuanto valor como sociedad le damos al trabajo».

Durán y Kremerman van más allá en su explicación: «El problema con el debate del sueldo mínimo es el diagnóstico: está pésimamente hecho. El salario mínimo tiene un rol político, cumple un rol social, cumple un rol histórico. Es el valor del trabajo finalmente. Y cualquier sociedad debe decidir cuál es el punto de partida y esa discusión no es técnica, es política».

Los dos son parte de un grupo de economistas, sociólogos y cientistas políticos que opinan que el modelo como está tocó fondo y la estrategia de desarrollo debe cambiarse. El nuevo modelo, defiende Durán, debe ser basado en lo que ellos definen como ‘buen vivir» y «bien común», y para eso las reglas del juego, «que fueron hechas en dictadura, en forma no democrática, deben cambiar. No valen la pena más reformas. Se necesita un sistema totalmente diferente, con un rol del Estado que garantice ciertos derechos universales como la salud, la educación, la previsión».

La Concertación no quiso hacer cambios

-¿Ustedes fueron parte de la Concertación, por qué este debate, estos cambios, no se hicieron con ellos en el Gobierno?

Durán responde el porqué a nadie le convenía dar esa discusión. «La Concertación tuvo su oportunidad, tuvo su espacio para transformar esa realidad pero no lo hizo. ¿Por qué no lo hizo? Porque de alguna manera le convenía no hacerlo».

El economista apunta a que «las personas que en ese entonces dirigían el gobierno no tenían interés ni en cambiar ni en polemizar con este tipo de difusiones. La visión que tenían en ese entonces, y que muchos aún la tienen, no se prestaba». Y apunta sus dardos al ex ministro de Hacienda Andrés Velasco como uno de los culpables. «En el gobierno de Bachelet no existía el espacio, el foco no era ese, sobre todo por el poder que tenía el ministro de Hacienda».

«Si tú le preguntas a una persona de la Concertación —que fueron los que en su momento estaban viendo estos temas— sobre nuestras ideas, la mayoría de ellos tampoco están de acuerdo con lo que nosotros planteamos y tiene que ver con la matriz de análisis que ellos ocupan», puntualiza Durán. «Nosotros creemos que aquí existe una cierta colusión entre la elite política y los grupos económicos», y esta existe «para permitir que el país se desarrolle con una estrategia que favorece principalmente a estos grupos».

El éxito del mensaje

Durán admite que otra de las razones por la cual el mensaje de la fundación está llegando se debe a que la sociedad chilena ha cambiado en el último año, cuestiona más, pide más, y eso lo hace más fácil.

Durán y Kramerman se definen a grandes rasgos como parte del espacio de la izquierda política. Saben que el desafiar el consenso neoliberal y encontrar tribuna es una amenaza al poder establecido. La fundación dice no sentirse identificada con las corrientes predominantes de los centros de pensamiento ni de la derecha ni de la Concertación. Su mirada va más allá de cuestionamientos personales a ciertos economistas, pues les interesa más bien controvertir ciertas premisas y supuestos de la teoría económica que son incuestionables para la mayoría de los economistas.

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