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Opinión: Mitos y verdades sobre el crecimiento económico de los últimos años


Alejandro Puente, Economista

La opinión de una mayoría de economistas, analistas y políticos acerca del desempeño económico de Chile en los últimos años es que este ha sido extraordinariamente positivo, uno de los mayores logros de este gobierno, y notablemente mejor al de otros países y al del país en el pasado, especialmente al compararlo con el desempeño durante la administración de Michelle Bachellet.

Esta opinión parece transversal, y no es inusual escuchar a economistas y políticos de centro izquierda repitiendo lo anterior, para luego poner el foco de la discusión no en la generación de la riqueza sino en su distribución. Lo curioso es que una revisión cuidadosa de las cifras de actividad económica desde una perspectiva puramente estadística permite concluir que no hay diferencias significativas con los resultados de la administración de Michelle Bachellet. Más todavía, desde una perspectiva conceptual, esto es, estudiando los factores que explican el crecimiento y su sostenibilidad, se puede afirmar que la velocidad a la que ha crecido la economía y la actual desaceleración era esperable y tiene muy poco que ver con lo que ha hecho este gobierno en materia económica.

Lugar común 1: el crecimiento ha salido del letargo al que fue llevado por la anterior administración

La simple aritmética del crecimiento muestra que esta afirmación es errónea. Escribo aritmética y no contabilidad del crecimiento, porque en la literatura económica por contabilidad del crecimiento se entiende generalmente la medición de la contribución de los distintos factores –trabajo, capital, y productividad- al crecimiento económico. En esta parte me interesa una aproximación más superficial, que es la que usualmente se usa cuando se habla del buen desempeño económico de este gobierno. Más adelante veremos los factores detrás del crecimiento, tanto desde el punto de vista de la oferta, como de la demanda.

Sobre la aritmética del crecimiento es bueno recordar el viejo best seller de Paul Krugman, “Peddling Prosperity”, ensayo en el cual este advertía sobre la sensibilidad de los resultados de un estudio a la escogencia del periodo de referencia para el análisis. En este sentido, al estudiar el crecimiento económico durante un periodo de tiempo no se puede desconocer la situación cíclica de la economía, y esto es relevante tanto para comparar un país con otros países, como para distintos periodos dentro de un mismo país. En el caso de Chile, no se puede obviar el efecto que tiene en los promedios el incluir el año 2009 en que el crecimiento fue 1% negativo. Así, con este dato, el crecimiento durante el gobierno de Michelle Bachellet fue de 3,3%. Pero al excluirlo, incluso haciendo abstracción de que el efecto de la recesión global comenzó a manifestarse con fuerza en el segundo semestre de 2008, se llega a un crecimiento de 4,7%, muy cerca de lo que se ha estimado como crecimiento potencial de la economía chilena durante este periodo. Por otro lado, si se cumple el crecimiento de 4,2% que de acuerdo a la Encuesta de Expectativas Económicas va a tener Chile en 2013, el crecimiento promedio del gobierno de Sebastián Piñera va a ser de 5,3%, a pesar de los factores cíclicos favorables del periodo. De hecho, para el año 2014, el consenso de los analistas anticipa que se repetirá un crecimiento por debajo del potencial. Pero así como no tenía sentido hablar de una pérdida de dinamismo estructural al final del gobierno de Bachellet, tampoco tiene sentido concluir lo mismo en este caso. Una mirada de más largo plazo, es decir olvidándonos de los periodos de gobierno, indica que el crecimiento en Chile ha tendido a su potencial, lo que es positivo porque se aprovechan los factores productivos disponibles y porque no se compromete la sostenibilidad del crecimiento.

En cuanto a la comparación con otros países, es fácil demostrar que en esencia el desempeño de Chile ha estado en línea con el de un grupo de países emergentes, por supuesto corrigiendo por diferenciales de nivel de ingreso, que hace esperable un menor crecimiento en el caso de Chile. A modo de ejemplo, entre 2010 y 2012 cuando el crecimiento en Chile promedió 5,8%, en Perú y Argentina promedió 7,3% y 6,7%, respectivamente. Sin embargo, también es importante destacar la mayor volatilidad del crecimiento de países como Argentina o Brasil. A este respecto, habría que destacar positivamente a Chile no por la velocidad de su crecimiento sino por su estabilidad y sostenibilidad, que a su vez depende de una institucionalidad macroeconómica que ha funcionado bien en un horizonte largo.

Lugar común 2: el mejor desempeño de crecimiento de Chile resulta de políticas públicas que impulsan la inversión, la productividad y el empleo

Con relación a la tasa de inversión esta afirmación es errónea, ya que el comportamiento de esta variable en los últimos años responde a factores esencialmente exógenos.

Es cierto que en la actual administración se han adelantado políticas e ideas que buscan estimular la inversión y la productividad. Entre lo avanzado cabe destacar la reducción de los días para constituir una empresa. Entre las ideas que falta llevar a la práctica está la simplificación de los procedimientos para disolver una sociedad luego de su quiebra. Lo que en cambio resulta bastante más difícil de sostener es que estas políticas e ideas que apenas comienzan a implementarse, o que incluso no se han materializado, pueden explicar el dinamismo de la inversión.

El dinamismo de la inversión en Chile, como en buena parte del mundo emergente, ha resultado principalmente de dos factores: condiciones financieras extraordinariamente favorables –producto de políticas monetarias expansivas en los países desarrollados, que explican los flujos de capita hacia los países en desarrollo-, y favorables términos de intercambio para los productores de materias primas, como es un elevado precio del cobre en el caso de Chile.

La simple revisión de la composición de la inversión en Chile permite comprobar la importancia de los aspectos señalados: dos tercios de la inversión realizada y prevista tiene como destino los sectores minero y energético. No solo eso, buena parte de los proyectos energéticos están asociados a proyectos mineros. Si además se considera la inversión inmobiliaria, donde las condiciones financieras juegan un rol relevante, se explica el comportamiento de cerca del 90% de la inversión total.

En cuanto a la supuesta recuperación de la productividad, lo cierto es que lo que se conoce como productividad total de los factores (PTF) se estima como residuo luego de restar del crecimiento del PIB las contribuciones del trabajo y el capital. Esta metodología determina que, en general, cuando las economías crecen la PTF aumenta y cuando se desaceleran la PTF disminuye e incluso se vuelve negativa. No es de sorprender entonces que hayamos tenido una recuperación de la PTF al iniciarse el gobierno, y se observa pérdida de dinamismo al cierre del periodo.

El comportamiento del empleo es probablemente una de las luces de este gobierno. La creación de empleo y la baja en la tasa de desempleo ha sido mucho más pronunciada que luego de crisis previas. Sin embargo, claramente no responde a reformas al mercado de trabajo, porque no las ha habido. Probablemente, en este mercado han jugado algún papel factores psicológicos, o lo que podría caracterizarse como cierto fetichismo ideológico del mercado. No obstante, sabemos que los “animal spirits” son de corto aliento. Igualmente, también en este comportamiento del empleo ha sido muy relevante el carácter notablemente expansivo y casi sin precedente de las políticas monetaria y fiscal en los últimos años.

Lugar común 3: una gestión más eficiente del gasto público explicaría el mayor crecimiento

No es fácil una refutación objetiva de la anterior afirmación, ya que hay varios ejemplos en los distintos periodos de gobierno de errores de política pública. Lo que si resulta irrefutable es el carácter esencialmente expansivo de la política fiscal y monetaria de los últimos años. De hecho, como se ha destacado recientemente, el aumento en el margen del déficit estructural y la mantención del equilibrio presupuestario global en un periodo de “vacas gordas” reflejaría un cierto relajamiento de la regla de balance estructural o cíclicamente ajustado. Otra forma de ver lo anterior se obtiene al observar que la caída secular del endeudamiento público neto durante las últimas administraciones se detuvo en el actual gobierno, ya que si bien se ha recuperado el nivel de los recursos en los fondos soberanos esta recuperación ha sido equivalente al aumento de la deuda pública.

En cuanto a la política monetaria, si bien la tasa de instancia se ubica en torno a su nivel neutral hace bastante tiempo, no se debe olvidar el retardo de varios trimestres con que actúa la política monetaria, lo que determinó el carácter expansivo que tuvo esta política en los primeros años del gobierno.

Lugar común 4: ya no basta sólo con el crecimiento, también son importantes las políticas inclusivas de crecimiento para hacerlo sostenible

No se si este sea un lugar muy común, ya que aunque es una de las principales tesis del ensayo económico de moda “Por qué fracasan las naciones”, de Acemoglu y Robinson, no estoy seguro que los que lo han leído han interpretado correctamente lo que allí se plantea. En todo caso, parece ir creciendo el consenso en torno a que no basta sólo con el crecimiento, y que hay que ir emparejando la cancha, lo que también indicaría que a veces, ojala la mayoría de las veces, los lugares comunes no tienen por que ser errores comunes.

Para concluir, creo que es importante recuperar la idea de crecimiento con equidad. Hasta la fecha el énfasis en Chile ha estado en el crecimiento. Se debe equilibrar esta balanza, pero esto no necesariamente debe implicar un retroceso en el crecimiento. En este sentido, si bien las tareas pendientes están principalmente en el ámbito de la desigualdad, también hay falencias en políticas para estimular el crecimiento.

Por cierto, las que tienen que ver con la acumulación de capital humano como la educación, pero también aquellas orientadas a favorecer el desarrollo de sectores distintos a los ligados a los recursos naturales. Sobre esto ultimo es interesante destacar que la diversificación del sector productivo chileno es importante tanto desde la perspectiva del crecimiento como de la distribución del ingreso, ya que mientras el dinamismo esté centrado en la minería, sector capital intensivo, y el comercio, sector demandante de trabajo de baja calificación, es muy difícil que la mejora en la distribución del ingreso sea autónoma y no se requieran políticas publicas como reformas tributarias y aumentos del gasto fiscal.

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