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Opinión: El aporte de la banca en Chile


Leo que la banca ganó más de US $ 4.000 millones durante el año recién pasado, cifra especialmente importante dada la marcada desaceleración que caracterizó a la economía chilena durante el año pasado, con un crecimiento del PIB cercano al 1.7%, con una importante caída de la inversión, cercana al 7% en el país y sin embargo con una tasa de inflación anual que se acercó al 5%, cifra que explica notoriamente dichas utilidades.

Leí varios informes basados en datos de la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras, los que concluyen que si la inflación hubiera sido similar a años anteriores, notoriamente más baja, la rentabilidad de la banca habría caído durante el año pasado.

La razón fundamental de esto es que los balances de los bancos reportan mayores activos que pasivos indexados a la UF. Esto es básicamente que las decisiones de préstamos en UF la toman los deudores que adquieren préstamos (Activos), sean estos personas o empresas, y los depositantes adquieren acreencias típicamente en instrumentos denominados en pesos (Pasivos).

Además en la mencionada estructura de Activos en UF versus Pasivos en pesos, prima en forma muy extendida en las operaciones bancarias el hecho de que aquellos que adquieren préstamos lo hacen a plazos largos, en UF, típicamente, por ejemplo, aquellos que adquieren créditos para financiar viviendas, utilizan hasta 25 años, en cambio los depositantes lo hacen en su gran mayoría a plazos cortos, en pesos, típicamente 30 días, donde es más fácil predecir la inflación.

En definitiva, se trata de situaciones que ayudan a las utilidades de los bancos cuando la inflación efectiva resulta más alta que la inflación esperada y naturalmente perjudica a los excedentes cuando la inflación efectiva es más baja que la esperada y, en ese caso, los accionistas de los bancos absorben la diferencia, es decir, pierden dinero.

Obviamente la inflación esperada se puede intentar predecir, pero la inflación efectiva es una variable cuya trayectoria no depende de las decisiones bancarias y su diferencia con las expectativas puede aumentar las utilidades de los bancos, pero también las puede disminuir.

Más allá de las decisiones de los clientes de la banca ,indicadas anteriormente, encontramos a una Industria que ciertamente se mueve en forma pro cíclica con la evolución de la actividad económica en el país, y que ha aumentado su eficiencia, es decir, bajado sus costos unitarios, esto es, cuánto cuesta producir distintos productos bancarios, por cliente, en forma muy importante, en los últimos años, independientemente de la demanda de sus servicios, proveyendo con ello una legítima ganancia, asociada más bien a la extensión de sus operaciones, a la aplicación de tecnología de punta que suma más clientes personas y empresas, como lo han hecho otras industrias, como las telecomunicaciones, el retail, los salmones y hasta la industria del entretenimiento en Chile. Como lo han reportado cifras recientes de empleo, la banca ha continuado aumentando su fuerza de trabajo, profesional, bien pagada, y con alta productividad.

Los nuevos modelos de negocios y crecimiento, que está impulsando la industria bancaria, están determinados por cambios regulatorios que restringen la bancarización del país, esto es, no solo un entorno regulatorio que limita el acceso a financiamiento para personas de bajos ingresos y empresas pequeñas, sino también está considerando cambios que observamos en nuestra sociedad, donde importantes sectores de esta exigen, con toda justicia, más y mejores servicios, pero también busca enfrentar con más atención los abusos que muchas veces se observan en la provisión de servicios a sus clientes.

El impacto de esos cambios regulatorios no ha sido menor, en el año recién pasado observamos cómo los bancos cerraban sucursales, y dejaban fuera de sus operaciones a cientos de miles de clientes, quienes comenzaron a recurrir a redes de prestamistas informales, que cobran tasas mucho más altas que la tasa máxima convencional que restringe las operaciones bancarias y con métodos de recuperación del dinero que vemos en películas de Hollywood.

Al hacer un repaso de lo que he vivido trabajando para esa Industria, en casi 25 años de ejercicio profesional, he escuchado a parlamentarios exclamar que iban hacer “pedazos a la banca”; justo es decir también que ese tipo de epítetos los he escuchado muchas veces sin distinción de ideologías, partidos ni tendencias políticas. Justo es decir , además, que muchísimos miembros del Parlamento, la mayoría, no recurren a este tipo de descalificaciones y lo sé porque cuando me tocó asistir a la comisiones del Congreso para explicar la posición de la industria en muchas iniciativas, fui escuchado no sólo con respeto sino también con un genuino interés de informarse sobre el impacto que esos proyectos tendrían sobre los ciudadanos y las empresas en Chile.

La banca emergió de una crisis sin precedentes en los años 82-83, donde se registró la peor caída del PIB que haya observado en toda mi vida profesional. La banca quebró y tuvo que existir un largo período de recuperación y de consolidación, que llevaron a esta industria a un proceso de reformas inédito en el país. El resultado de ello se puede sintetizar en dos grandes efectos.

Primero, sobre el particular, recuerdo una conversación a la que me tocó asistir, entre un ministro de Hacienda y un gran líder de la industria en la década de los 2000, cuando el proceso de consolidación se había concretado y enfrentábamos una crisis internacional de envergadura. Ante la preocupación del ministro, el banquero lo tranquilizó diciéndole que podía dormir tranquilo porque la solidez de la banca iba a respaldar a nuestra economía frente al embate internacional.

Aunque el ministro se mostró sorprendido, así fue. La industria permitió que no sólo esta crisis internacional no nos hundiera, sino que también produjo y apoyó una rápida recuperación de la economía. Es la estabilidad del sistema financiero lo que previene efectos negativos cuando este tipo de situaciones ocurren.

Segundo, el desarrollo y el impacto de las reformas, especialmente aquellas que comenzaron a implementarse a partir del retorno a la democracia en Chile, permitieron acompañar los sueños de los chilenos. Primero fueron los televisores y electrodomésticos. Después vinieron los automóviles. Y, qué duda cabe, cuando los bancos financiaron el sueño de los sueños: la casa propia. También pudimos observar cómo se expandían los servicios financieros caracterizados en millones de transacciones que los ciudadanos realizan desde computadores, de sus teléfonos fijos y celulares, en las sucursales y en los cajeros automáticos del país.

Particularmente la banca chilena consolidó un proceso de financiamiento hipotecario de largo plazo, que no existe hasta el día de hoy en otros países latinoamericanos, donde incluso el financiamiento de las viviendas se realiza con préstamos de consumo.

Es importante destacar que las regulaciones que surgieron después de la gran crisis se basaron en reglas claras, que inhibían totalmente los préstamos a grupos relacionados a los propietarios, y obligaban a clasificar los riesgos del proceso crediticio en forma certera y rigurosa, en definitiva, una buena regulación

A todo esto se le llamó el proceso de bancarización, que prefiero denominar el proceso de inclusión financiera. Esto es, que más chilenas y chilenos tengan acceso a financiamiento, y a servicios financieros, tales como cajeros automáticos, transferencias electrónicas, tarjetas de créditos y débitos, entre otros, para, en definitiva, mejorar su nivel de vida.

Con inquietud veo entonces los cambios regulatorios implementados en los últimos 4 años. Entre ellos, tasa máxima convencional, el consentimiento explícito de los contratos, el rol del Sernac financiero, que bajo el seductor pretexto de que son necesarios para “proteger a los ciudadanos” terminan perjudicando a aquellos.

La banca es clave para el desarrollo de Chile y sus ciudadanos, independientemente de sus niveles de ingresos, el lugar donde viven, y las diferentes actividades que desarrollan para sacar adelante sus familias, emprender sus sueños y vivir tranquilos. Creo que es tiempo que se reconozca a la industria bancaria ese aporte, en lugar de castigarla por tener una trayectoria exitosa en nuestro país.

Alejandro Alarcón
Economista

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