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Mi primer abuso Yo opino

Mi primer abuso

Laura Quintana
Por : Laura Quintana Periodista. Coach Ontológico y Mentora. Fundadora de El Mostrador Braga. Experta en comunicación estratégica, género e inclusión. Sígueme en Instagram @coachdevida_lauraquintana.
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«Hay quienes dicen que porque una viste minifalda y escote otros tienen derecho a acosarte, abusarte e incluso es justificación para que te violen. A esos les digo que, cuando pasó esto, yo vestía un jumper largo y chaleco de lana azul marino hasta el cuello. Estoy segura, porque ahora no puedo sacar esa imagen que había borrado de mi mente».


Creo que fue en México donde comenzó la campaña viral #miprimerabuso, cuyo lanzamiento fue a pocos días de recordar cuál había sido el primer abuso del que fui víctima.

Un tipo, que dijo ser compañero mío de octavo básico, me agregó en Facebook pero a primera vista no lo reconocí. Entonces me dijo una referencia (sexista) que me hizo saber quién era: «Soy Pablo, amigo de Julio, ese que estaba enamorado de ti».

Yo en octavo básico tenía 10 años y mis compañeros 12 y 13. Abrí sus fotos para ayudar a la memoria y quedé helada. Así, de repente, al ver su cara, recordé un episodio horrible: una encerrona contra las mesas y él pasando una mano por mis pechos mientras se tocaba con la otra. ¡Cómo no le dije a nadie! ¡Cómo pudo afectarme tanto para callarlo y borrarlo de mi mente! Toda la rabia vino a mí. Le escribí por el chat de Facebook: «Me acuerdo de ti, tú me ‘corriste mano’ cuando chica».

Pablo, tras leer el mensaje, me eliminó y luego bloqueó.

En ese momento reviví el miedo y el asco que tuve cuando eso ocurrió y me pasó nada más que por ser mujer. Hay quienes dicen que porque una viste minifalda y escote otros tienen derecho a acosarte, abusarte e incluso es justificación para que te violen. A esos les digo que, cuando pasó esto, yo vestía un jumper largo y chaleco de lana azul marino hasta el cuello. Estoy segura, porque ahora no puedo sacar esa imagen que había borrado de mi mente.

El miedo se transformó en rabia y la rabia quiero que sirva para que este relato nos haga tomar conciencia que el acoso callejero, el «manoseo» en el metro y en la calle, los «piropos» obscenos y de mal gusto no se pueden seguir permitiendo.

Las mujeres tenemos derecho a caminar en paz por la calle, sin temor a que un tipo se te acerque y te diga al oído frases que te revuelven la guata. O que en el metro aparezca algún pervertido que se acomode reiteradamente para apoyarse detrás de ti. Es de lo más básico para la convivencia entre personas el respeto, hombres y mujeres debemos unirnos para castigar, denunciar y sobre todo educar acerca de este tema. No voy a poner cifras de las mujeres abusadas porque no serían reales, porque yo nunca lo denuncié, por ejemplo, pero deben ser millones al año, sin exagerar.

A veinticinco años de #miprimerabuso las cosas no han cambiado mucho. En realidad, han empeorado. Es cosa de mirar a los humoristas de los diarios, como Hervi, para quienes sigue siendo un asunto gracioso. O en el taxi o en la micro, donde no es tan difícil escuchar letras de (mal llamadas) canciones que incitan a golpear a la mujer y a tener sexo violento con ella, cosificándola de tal manera que no es más que un culo en un video clip.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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