Publicidad
Chile le da una bofetada a su cultura Opinión

Chile le da una bofetada a su cultura

Mauricio Electorat
Por : Mauricio Electorat Escritor y académico chileno. Autor de "El paraíso tres veces al día", "La burla del tiempo", "Las islas que van quedando" y "No hay que mirar a los muertos", entre otros textos.
Ver Más

En todos los países ser invitado de honor a la Feria de Fráncfort se vive como una distinción y da pie a una verdadera fiesta de la cultura, porque el retorno en materia de contratos y de “imagen país”, es muy superior a la inversión. Ningún país, por modesto que sea, ha rechazado nunca esa invitación. Pero en Chile somos pioneros. La decisión de rechazar la invitación de Fráncfort es en realidad un incumplimiento de contrato, porque Chile ya había aceptado, e incluso había pedido la fecha de 2025. El gobierno nos condena, así, a cien años de soledad cultural porque este “tropiezo” no se olvidará fácilmente, ni en Alemania ni en ninguna otra parte. Chile le da una sonora bofetada a su cultura. La peor que haya recibido en tiempos de democracia. (VER AL FINAL NOTA DE LA REDACCIÓN)


La decisión del gobierno de rechazar la propuesta de la Feria del Libro de Fráncfort para que Chile sea el país invitado de honor en 2025 es una aberración de un calado pocas veces visto en la gestión estatal de los asuntos culturales. 

Vayamos por partes. La Feria del Libro de Fráncfort es un acontecimiento mundial y es, desde luego, la cita planetaria más importante en el universo del libro y de las industrias culturales asociadas a él. Pero no sólo eso: por su repercusión mediática –entre 10 y 15 mil periodistas la cubren cada año- es una formidable vitrina para la cultura de un país. Y es que hay una riquísima tradición asociada a este evento que data por lo menos del siglo XV. Peter Wiedhass, que fue su director entre 1974 y 1999, refiriéndose a la primera edición de la Feria ha escrito que “Gutenberg aún vivía y es muy probable que haya ido personalmente a la Feria del Libro de Fráncfort en 1454”.

En otras palabras, la cita de Fráncfort está íntimamente asociada a la historia del libro, que ha sido el principal vector de la cultura moderna. Asumiendo esa historia, la Asociación de Libreros y Editores Alemanes reanudó, en 1949, con esta tradición de los mercados de libros europeos e hizo de Fráncfort el evento mundial que es ya desde hace mucho. 

En la Feria de Fráncfort se han consagrado internacionalmente generaciones enteras de escritores y las culturas de múltiples países. Eso fue lo que pasó en España, por ejemplo, que fue invitada de honor por primera vez en 1991, en el cénit de los gobiernos socialistas de Felipe González. Ese año muchos de los autores de la llamada “nueva narrativa”, como Eduardo Mendoza, Manuel Vázquez Montalbán, Almudena Grandes o Antonio Muñoz Molina, lograron una repercusión internacional que antes no tenían y las culturas españolas brillaron por todo lo alto, lo que redundó en un espaldarazo a la España democrática. Porque la cita de Fráncfort no es sólo literaria, comprende cine, música, artes plásticas, gastronomía, en definitiva, incide en el vasto repertorio de las industrias culturales, incluido el turismo.

En Chile, el Ministerio de las Culturas ha declinado la invitación aduciendo falta de presupuesto y de personal. Pero hay países más pobres que Chile que han sido homenajeados en Fráncfort, todo es cuestión de ingenio y de voluntad. Es el caso de Georgia (2018), Lituania (2002), Islandia (2011) y de países a lo mejor presupuestariamente tan modestos como Chile, como Hungría (1999), Portugal (1997), Irlanda (1996) y Grecia (2001). *

Yo me pregunto: ¿qué mejor reconocimiento mundial a nuestro país? ¿y si la idea es organizar una gran Feria Internacional del Libro de Santiago, qué mejor que lanzar la iniciativa en Fráncfort?

La verdad, los argumentos del poder no resisten análisis. O mejor dicho, sí, y la conclusión de ese análisis se resume en una sola palabra: payasada. En todos los países ser invitado de honor a la Feria de Fráncfort se vive como una distinción y da pie a una verdadera fiesta de la cultura, porque además se entiende que el retorno en materia de contratos y de “imagen país”, como dicen los sociólogos, es muy superior a la inversión.

Ningún país, por modesto que sea, ha rechazado nunca esa invitación. Pero en Chile somos pioneros. Lo cierto es que después de los ridículos desplantes a Israel por parte de políticos de la “nueva izquierda”, incluyendo al propio Presidente, asistimos ahora a un nuevo episodio circense en política internacional, esta vez en el ámbito de la cultura. La decisión de rechazar la invitación de Fráncfort es en realidad un incumplimiento de contrato, porque Chile ya había aceptado, e incluso había pedido la fecha de 2025. El gobierno nos condena, así, a cien años de soledad cultural porque este “tropiezo” no se olvidará fácilmente, ni en Alemania ni en ninguna otra parte. Chile le da una sonora bofetada a su cultura. La peor que haya recibido en tiempos de democracia.

*Nota de la Redacción: Este artículo fue modificado con posterioridad a su publicación por petición de la Cancillería chilena, puesto que en la columna el autor citaba una información del medio Ex Ante, que resultó ser incorrecta. La información suprimida hacía referencia a un comunicado interno de Cancillería en el que se señalaba que: “se prestará especial atención a proyectos culturales que tengan como eje la memoria, la solidaridad y la sensibilización a los 50 años del Golpe de Estado”. Este documento que, en rigor era una circular, respondía a otro contexto que nada tenía que ver con la Feria del Libro de Fráncfort.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias