Hay muchos responsables involucrados en el actual momento del Barcelona, más allá de la sensible baja de rendimiento de Xavi y, muy especialmente, de Iniesta. Hay también un desgaste natural, propio de los mecanismos más exactos, el consabido desgaste de materiales…
Este Barcelona no juega como el de Guardiola. Ni de lejos y menos de cerca. Pero no nos confundamos: es un excelente equipo, con cracks en todas sus líneas y una delantera más poderosa que la de cualquier campeón del mundo.
El conjunto del triángulo que formaban Messi, Xavi e Iniesta sigue siendo demoledor, pero perdió parte de su esencia, como el mago viejo que de tanto repetir sus trucos solamente arranca aplausos de agradecimiento y no de asombro.
Pero en esto hay muchos responsables, más allá de la sensible baja de rendimiento de Xavi y, muy especialmente, de Iniesta. Hay también un desgaste natural, propio de los mecanismos más exactos, el consabido desgaste de materiales, que hace peligrosas a estructuras que parecían indestructibles.
Además de un período de adaptación, de crecimiento, de envejecimiento, de conocimiento de los rivales, de dependencia insana en la brillantez de Messi…
Con todo, y algunos ingredientes más que escapan a la lista precedente, me encantaría ser entrenador del Barcelona. Mucho más que técnico del Real Madrid. Aparte de consideraciones personales (creo que me costaría soportar a un tipo como Cristiano Ronaldo), lo encuentro un equipo mucho más equilibrado, con mejor defensa (incluyendo, por supuesto, al arquero) y más variantes para llegar al arco rival.
¿Por qué no es puntero? ¿Por qué no fue campeón la temporada pasada? Por la razón eterna: en el fútbol no siempre ganan los mejores. Qué estupidez, pensará usted, y tiene razón. Porque el fútbol es uno de los deportes más estúpidos que conozco, lleno de imponderables y extrañezas, en el que es raro que siempre gane el mejor.
Por lo demás, y este es un tema de debate permanente: ¿quién es mejor en el fútbol? ¿El que tiene mayor posesión de pelota?, ¿el que llega más veces al arco rival?, ¿o el mejor es el que juega más armónicamente o el que defiende tan bien su pórtico que es casi inexpugnable o el que posee mayor equilibrio entre sus líneas? ¿O, simplemente, como argumentaba Puskas, el que mete un gol más que el rival?
O desde otro punto de vista. Digamos, uno más práctico: el que gana más puntos en un torneo, ¿es siempre el mejor? Un técnico chileno de la vieja escuela decía con sencillez que el mejor es el que gana.
Se lo recordé una tarde, en San Carlos de Apoquindo, cuando la UC cayó 1-0 con Cobresal en un partido que dominó a voluntad y en el que los cruzados se crearon una docena de ocasiones claras, sin poder convertir siquiera el empate. Me miró desafiante y me dijo secamente: “No, no siempre gana el mejor”. Y estuvimos de acuerdo.
