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Bolivia y la falla del Estado liberal

A esta experiencia boliviana de reformular constituciones y proponer referendos por la autonomía regional, hay que ponerle atención porque detrás de todo el fenómeno está la centralidad del valor económico y el peso de la desigualdad en el desarrollo interno de las naciones. Dependiendo del resultado político de este proceso boliviano, por cierto habrá muchas otras regiones, en otros países de América Latina, que podrán reclamar autonomía.


Sería un error visualizar la situación en Bolivia como un fenómeno que responde a una desarticulación temporal del Estado liberal. Por el contrario, es un indicador de que los encargados de reencausar ese Estado en el pasado, inclusive para sus propios intereses han fallado. Y lo más grotesco es que aspiran a reconquistar la cuota de poder perdido con un claro apoyo de la alianza hegemónica occidental -EEUU y Comunidad Europea- que también ha fallado en hacer disminuir desequilibrios políticos y económicos en el mundo con todo el poder a su disposición, después de la caída de la Ex-URSS.



La V Cumbre de América Latina, el Caribe y la Unión Europea celebrada recién en Perú, es una reafirmación de esa falla política que se arrastra en la alianza transatlántica. Todavía hay algo más: existe un grado de hipocresía y cinismo frente al mundo, en no hacer participar -quiéralo o no- a Estados Unidos en ese tipo de eventos. Europa Occidental continúa contando el cuento público de su autonomía política de EE.UU., mientras que a puertas no tan cerradas mantiene una férrea alianza comercial y bélica frente al resurgimiento chino y ruso. América Latina y el Caribe a su vez, con la mayor parte de las naciones gobernadas por oligarquías de poder con prodigiosa ubicuidad para la mutación y adaptación, se deja cooptar, recurre al realismo más descarnado, y juega las vías paralelas. Por una banda no confrontar a EE.UU., con la excepción de Cuba y Venezuela. Por la otra, entra en negociaciones de Estado con Europa que hasta ahora han sido eternas.



Mientras tanto las trasnacionales europeas, especialmente España desde los años 90 y ahora una emergente Holanda, ocupan un lugar preponderante en la economía de la región.



La mezcla de oligarquías criollas incompetentes, más un poder externo tradicional que apoya, y que ha fallado especialmente en las últimas décadas, comprobadamente no ha funcionado. Cuando se habla de insurgencias, o Estados en crisis, es indispensable o medianamente honesto, explorar de verdad el cuadro completo.



Bolivia es de importancia estratégica vital para los EE.UU., sobretodo cuando el Safari estadounidense en el Medio Oriente y parte de Asia Sur y Central ha sido demoledor para su economía y su aspiración hegemónica.



En el proceso de recuperación del terreno perdido, EE.UU. para continuar con su hegemonía en la parte sur del hemisferio occidental, depende del cambio urgente en las actuales situaciones de Venezuela y Bolivia en particular.



La presión de la oligarquía boliviana por la autonomía territorial o la desintegración de Estado boliviano en los casos extremos que se manifiestan eufóricamente, no es solo un fenómeno de implicancias locales, sino que está entrelazado con una compleja dinámica de intereses internacionales donde el rol de las transnacionales es el eje.



En esta situación de crisis de Estado se podría aplicar con cierta libertad el concepto de biopolítica (R. Esposito) y el significado de los límites en el sentido de "vida o muerte del Estado", en cuanto a un cuerpo social orgánico. Al mismo tiempo se trata de un Estado enfermo y acosado por el poder externo orientado a la destrucción del tejido social interno y en algunos casos plasmando altos grados de sometimiento de la población a un concepto de gobernabilidad elitista.



Claramente Bolivia es un espejo de países con constituciones concebidas desde la perspectiva de un estado liberal con agudas divisiones de clase, e insuperables desigualdades de acceso a los recursos, donde sobresale el arquetipo de una elite de poder oligárquico aliada al capital transnacional.



Las democracias de última generación en América Latina – del período pos dictaduras militares de los años 70- son jóvenes y frágiles. Esta debilidad se manifiesta especialmente por la vulnerabilidad de sus Estados, y de su composición. Bolivia es quizás uno de los Estados más débiles, y ha sido hasta definido como un "territorio corporativo del capital transnacional", (Institute for Policy Studies).



Desde una postura más abierta y constructiva, puede ser también que lo que se está generando en Bolivia sea más genuino como proceso de decantación de los intereses que están en juego y los actores detrás de ellos.



En otra dimensión y con historias y culturas diferentes, lo de Bolivia es como el fenómeno de Nepal, en el sentido de que la antigua monarquía se resiste al cambio y a una apertura en la distribución del poder político. En Bolivia puede que esté sucediendo el fenómeno de que el estado liberal simplemente no resulta como experimento adecuado para formar naciones o estabilizarlas, menos bajo el marco de la globalización entendida como un eje de dominación de algunos poderes centrales.
A esta experiencia boliviana de reformular constituciones y proponer referendos por la autonomía regional, hay que ponerle atención porque detrás de todo el fenómeno está la centralidad del valor económico y el peso de la desigualdad en el desarrollo interno de las naciones. Dependiendo del resultado político de este proceso boliviano, por cierto habrá muchas otras regiones, en otros países de América Latina, que podrán reclamar autonomía.




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