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Juzgan a la «neonazi» más peligrosa de Alemania

Juzgan a la «neonazi» más peligrosa de Alemania

Beate Zschaepe es juzgada por su presunta participación en la muerte de diez personas, en su mayoría turcos. Pero algunos dicen que la policía también debe responder por negligencia al perseguir a su organización radical.


Uno de los mayores juicios que se celebra en Alemania desde la Segunda Guerra Mundial se centra en un grupo calificado de neonazi.

Tiene una cara muy dulce. Beate Zschaepe sonríe amablemente a la cámara conforme gira para el video que la policía graba para sus archivos. Viste una camiseta rosa mientras hace la coreografía necesaria poco después de entregarse. Es la cara de la inocencia infantil, una mujer joven que no le haría daño a una mosca.

Pero, ¿es la imagen de una inocencia genuina o una cara engañosa que oculta su participación en la muerte de diez personas inocentes?

Los fiscales han calificado a Beate Zschaepe como la neonazi más peligrosa del país.

Está acusada de ayudar a matar a nueve hombres, todos -excepto uno- de origen turco, y una mujer policía.

Zschaepe se entregó poco después de la muerte de Uwe Boehnhardt.

Zschaepe se entregó poco después de la muerte de Uwe Boehnhardt.

También está acusada de colaborar en 28 intentos de homicidio así como de pertenecer a una organización terrorista. Y enfrenta cargos de robo y provocar explosiones y un incendio.

Este último cargo está relacionado con el incendio que -se cree- causó antes de entregarse el 8 de noviembre de 2011 y decirle a la policía que ella era a quien estaban buscando.

Compartía un piso en Jena, en la vieja Alemania del Este, con dos hombres (Uwe Boehnhardt y Uwe Mundlos). Los dos aparecieron muertos cuatro días antes de la entrega de Zscheaepe, en un aparente suicidio doble después de un fallido robo de banco.

Tras las muertes de los hombres apareció el arma que se utilizó para los crímenes de diez personas, con lo que se aclaraba un misterio, pero se abría otro: ¿cómo pudieron salirse con la suya durante tanto tiempo?

Esto abrió un debate sobre si la policía y servicios de inteligencia eran «ciegos en el ojo derecho» porque habían fracasado a la hora de identificar el terrorismo de derecha.

Y se especuló que incluso quizá lo habían detectado a través de informantes pero que no habían actuado por simpatizar con la ideología de los autores de los crímenes.

Tragedia familiar

Los activistas consideran que se deben investigar los crímenes con mayor profundidad.

Los activistas consideran que se deben investigar los crímenes con mayor profundidad.

La primera muerte ocurrió en un puesto callejero a las afueras de Nuremberg en la tarde del sábado 9 de septiembre de 2000.

Dos pistoleros acribillaron a un vendedor de flores en la cara. Dispararon ocho tiros contra Enver Simsek y seis de ellos lo alcanzaron. Dos días después, murió en un hospital.

Una de las armas empleadas era una pistola fabricada en la República Checa, una CZ 83, precisamente la encontrada después de que Beate Zschaepe se entregara once años después.

El patrón de ese primer crimen se repitió durante los seis años siguientes. Las víctimas eran de origen turco, salvo Theodoros Boulgarides, un cerrajero que pudo haber sido confundido con un turco.

La última muerte fue la de una agente de policía el 25 de abril de 2007. Nadie, excepto quizá Beate Zschaepe, conoce el móvil de esta muerte, aunque pudo haber sido un ajuste de cuentas o un intento de obtener armas.

De cualquier modo, después del doble suicidio y la rendición de Zschaepe, apareció un macabro video (algunos dicen que enviado por la mujer ahora enjuiciada) en el que se hacía alarde de los crímenes. Con la melodía de la Pantera Rosa, se mostraban los cadáveres de las víctimas y se identificaba a la «organización» tras los crímenes como la National Socialist Underground (movimiento clandestino nacional socialista).

Una de las armas empleadas en las muertes fue recuperada tras el suicidio de los dos hombres.

Una de las armas empleadas en las muertes fue recuperada tras el suicidio de los dos hombres.

Fue una revelación para la policía. Habían asumido inicialmente que los crímenes eran obra de la mafia turca. Esto se tradujo en que las familias de las víctimas fueron interrogadas, en pleno proceso de duelo, como potenciales perpetradores más que como víctimas. En uno de los casos, una madre que había frotado y limpiado el escenario de la muerte de su propio hijo se vio a sí misma como objeto de sospecha.

Mehmet Daimagueller, que representa a una de las familias, todavía hierve de la ira. Le dijo a la BBC: «Es obvio que no puedes sobrevivir clandestinamente en Alemania , tienes que tener gente que te apoye, y me gustaría saber quién dio apoyo a este grupo».

Él da voz a un descontento extendido sobre el juicio en Múnich. Dicen que está en juego mucho más que los cargos específicos contra una mujer.

Agencias múltiples

Se abren grandes interrogantes por el fracaso de las fuerzas de seguridad. El trío neonazi había participado en manifestaciones de la extrema derecha 20 años antes en Jena, la decadente ciudad donde se conocieron como adolescentes rebeldes.

Uno de los casos que se cita es en el que aparece una muñeca con el cartel «Judía» colgada del puente sobre una autopista. Los tres se dieron cuenta de que eran conocidos por las autoridades por lo que, según se dice, desaparecieron en 1998 para fundar su célula criminal.

Uno de los problemas para las autoridades es que han reconocido que documentos relacionados con la investigación fueron destruidos. Las preguntas que hacen los escépticos son: ¿le hablaron los informantes a las autoridades sobre las actividades de este grupo? Y, si así fue, ¿por qué no se puso fin a los crímenes?

El argumento que utilizan las autoridades en su defensa es que la aplicación de la ley en Alemania está en manos de múltiples agencias: policía, servicio secreto, oficinas nacionales y locales.

Además, los crímenes se expandieron en el tiempo y el espacio. A veces, los homicidas volvían a cometer un crimen en un período de semanas y otras veces dejaban pasar muchos meses.

Incluso hoy, es difícil saber por qué se escogió a estas víctimas en concreto.

Eran invariablemente dueños de pequeños negocios -sastrerías, cafés de internet, un puesto de flores, puestos de kebab-, sin un perfil público. Eran pequeños negocios, a menudo ubicados en zonas deterioradas de la ciudad. Los crímenes se extendieron por toda Alemania sin seguir un patrón específico.

‘Nunca más’

Uno de los autores destacados en temas de investigación en Alemania, John Goetz, escribió un libro sobre el caso. Llegó a la conclusión de que fue más un desastre que una conspiración.

«Estamos ante unos servicios de seguridad que fracasaron de forma dramática, pero por incompetencia o estrechez de miras, no por simpatizar con ideas nazis», le dijo a la BBC.

Según esta opinión, la destrucción de documentos se hizo más para proteger a los servicios de seguridad de la vergüenza por su incompetencia que para esconder su complicidad.

Sebastian Edathy, que lidera una investigación parlamentaria en Alemania, tiene un punto de vista similar pero además cree que hubo ceguera ante los crímenes de la derecha –la policía simplemente asumió que, al tratarse de víctimas turcas, estaba ante criminales turcos.

El Bundestag, dijo Edathy, debate una nueva legislación que obligará a la policía a investigar posibles antecedentes políticos ante cualquier crimen severo en el que la víctima sea miembro de una minoría religiosa o étnica.

«El extremismo de derecha no debe ser subestimado nunca más en Alemania», agregó.

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