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El adjetivo Pinochet

Marcelo Mendoza
Por : Marcelo Mendoza Periodista y doctor (c) en Sociología. Autor del libro "Todos Confesos".
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Lo que nos revuelve las hormonas todavía es la palabra Pinochet y sus significados. En este caso, no fue el verbo el que se hizo carne: es la carne la que se hizo adjetivo.


Tengo una relación profundamente insana con la palabra Pinochet, como todos (lo recalco) los de mi generación. Tenía 9 años para el golpe militar y desde entonces -pasó la infancia, la adolescencia, la universidad, los amores, el trabajo, las hijas, hasta llegar a las primeras canas: Ä„27 años!- Pinochet no sólo me ha sido impuesto como el nombre propio más presente y redundante sino que, además, en un momento se transmutó en un poderoso adjetivo.



No creo que haya siquiera uno de mi generación a quien le suceda algo distinto. Lo insano no está en la coincidencia que todos los de mi generación pudiéramos tener acerca del personaje que la palabra Pinochet eligió para encarnarse (de hecho no hay coincidencia en ello): lo insalubre está en que la palabra Pinochet, para todos nosotros, hizo el recorrido excepcional de partir como un nombre propio denominador de un sujeto único e indivisible para llegar a hacerse genérico y cargado de atributos: un adjetivo.



Aunque todavía no nos parezca así, ya no nos genera alteración el personaje Pinochet: a pesar de la antipática figura de los lentes oscuros, el personaje está muerto hace rato. Lo que nos revuelve las hormonas todavía es la palabra y sus significados. En este caso, no fue el verbo el que se hizo carne: es la carne la que se hizo adjetivo.



Casi siempre, todos los chilenos hemos vivido problemas severos para enfrentarnos a la palabra Pinochet. Tan traumática es la cosa. ¿Qué sinónimos ocupar para no reiterarla? Ayer mismo se generó una discusión dadaísta acerca de si era o no correcto utilizar el sinónimo de Vetusto, palabra que según la rigurosa Real Academia de la Lengua quiere decir «Muy antiguo o de mucha edad». Ése es un adjetivo, alguien dijo, en plan descalificatorio. Como también lo son Vitalicio, Dictador, Tirano, Militar, General y varios otros posibles sinónimos más. Todas esas palabras son adjetivos, pero para el caso, por la situación específica, también han llegado a ser nombres propios (a veces sólo basta antecederle el artículo El; a veces ni siquiera).



Está siendo hora de que reconozcamos que la palabra Pinochet ya hace un tiempo que también es un adjetivo, puesto que superó con creces a la materialidad del personaje en quien se encarnó. La tarea pendiente está en coincidir en su significado. El tiempo, su uso en el lenguaje, irá aproximando las divergencias. Pero tal vez deban pasar muchos años para que esto ocurra. Si la palabra Vetusto -término de por sí ya vetusto, que para unos tiene una significación peyorativa y para otros (yo incluido) posee una bella sonoridad y significado variopinto (¿es bueno o malo ser «muy antiguo o de mucha edad»?), acorde a la sensibilidad del auditor, lo que me parece magnífico- genera divergencias dadaístas, ¿qué se puede esperar que suceda hoy con el novísimo adjetivo Pinochet?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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