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Macondo forever

La experiencia de la modernidad en América Latina existe solamente como pastiche, como una configuración de elementos tomados de cualquier parte pero siempre fuera de su contexto de origen. Somos la gran fotocopia de la modernidad de Occidente.


Ernesto Sábato no se cansa de repetirnos que desde hace algunos años asistimos a una falsa modernidad. A una modernidad sesgada, donde el abismo entre institucionalidad y cotidaneidad deja un enorme vacío que ha obligado, en distintas etapas de la vida republicana latinoamericana, al surgimiento de un padre autoritario.



Quizá lo que puede considerarse obsoleto de la modernidad en América Latina son sus codificaciones, cuya fuerza descansa en el dogma del progreso y de la modernización.



La experiencia de la modernidad en América Latina existe solamente como pastiche, como una configuración de elementos tomados de cualquier parte pero siempre fuera de su contexto de origen. Somos la gran fotocopia de la modernidad de Occidente. Las ideas de la modernidad liberal revolucionaria de las independencias, por ejemplo, nunca fueron reales ni palpables para la gente de a pie.



Igualmente, cuando en América Latina llegaron hace algunas décadas las ideas de la revolución, o recientemente las del neoliberalismo, ninguna llegó a concretarse de una manera sustantiva. Todo estaba en la superficie.



En el Macondo de García Márquez, por ejemplo, el progreso comienza por un proceso genético de nombrar las cosas. («El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre y había que señalarlas con el dedo».) Esto sucede con el imán y el hielo, pero sus portadores, los gitanos, se rigen todavía por paradigmas medievales.



Esta llegada de elementos modernizadores, posibilitada por portadores arcaicos, produce una ansiedad por el Progreso, no así por la Razón, y los macondianos deciden salir a buscarlo de cualquier manera. José Arcadio, llega incluso a querer cambiar territorialmente de lugar a Macondo. Esto también sucede hasta hoy (de Chile algunos dicen que es un buen país pero que está mal ubicado).



Cuando Ursula descubre la ruta que la lleva en sólo dos días de viaje a pueblos donde llegaba el correo y había máquinas de bienestar, se metaforiza la modernidad de los otros que son capaces de presenciarla, pero no de presentirla ni de escucharla, ni mucho menos de formar parte de ella.



Cuando por fin comienzan a llegar verdaderos elementos de modernización infiltrando ideas de modernidad, y ésta se les pone al alcance de la mano, rápidamente surge una negación de lo aprendido. Llega la peste del insomnio y la enfermedad del olvido: deben escribir para no olvidar los nombres de las cosas, a pesar de que han llegado cosas tan importantes como el daguerrotipo, el corregidor, el Estado, la Policía y el Ejército.



Aparecen los inmigrantes, se construye el primer templo y el primer teatro. Llega la política con la seudodemocracia y la guerra derivada de la política: conservadores contra liberales que finalmente son recuperados por la corrupción y el poder.



Indudablemente, la llegada de la política y de las «ideas de la ciudad» son nuevamente fuentes de modernización, no necesariamente de modernidad. Lo que parte como una lucha entre conservadores y liberales por principios distintos desemboca en un matrimonio por conveniencia. Lo mismo sucede hoy en buena parte del continente.



Cuando Aureliano Buendía se da cuenta de que ha abandonado los principios originarios de su vitalidad y de que lucha sólo por el poder, decide retomar los viejos principios de las luchas épicas, como defender a los débiles y etcétera. Aureliano se desengancha así de las recomendaciones de sus ex compañeros liberales cuando decide abanderizarse con el máximo concepto político iluminista: la revolución, mientras el liberalismo se conservaduriza para lograr el poder.



Entretanto, sigue llegando la modernización a Macondo preñada de ideas de modernidad. Viene la época de Aureliano Segundo. Se mejora la vivienda cambiando el barro y la cañabrava por ladrillo y pisos de cemento, para hacer más llevadero el calor. Se sofistica la prostitución y las maneras de hacer el amor. Se sofistica la reflexión sobre lo cotidiano: «el secreto de una buena vejez es un pacto honrado con la soledad», piensa Buendía.



Esto se hace notar cuando nacen los primeros intentos de crear un movimiento social: la huelga organizada por uno de los Buendía en contra de la compañía bananera que provoca la entrada tiunfal del Estado en Macondo: tres mil macondianos son asesinados por el ejército. De la modernidad se encarga un diluvio. Hay que comenzar de cero. Se vuelve a lo arcaico, a elementos caóticos. Los conocimientos del hombre medieval vuelven a tener importancia.



Comienza el tiempo de Aureliano Babilonia, en el que reina la conciencia religiosa y la conciencia mítica en general.



La modernidad no volverá a aparecer hasta que vuelven al pueblo Amaranta Ursula y Gastón, y también el último José Arcadio, pero en ambos casos son envueltos e involucrados por la fuerza de Aureliano Babilonia que los lleva a ambos, salvo a Gastón, que es el estereotipo y embajador del enciclopedismo, lejos del camino de la iluminación y definitivamente a terminar con la estirpe.



Macondo ha sido el itinerario de una modernidad siempre clausurada, a pesar que la modernización, de una manera u otra, nunca cesa. El círculo debe cerrarse con el nacimiento del hijo de Aureliano Babilonia y Amaranta Ursula, y la estirpe debe terminar para dejar paso de una vez por todas a una historia abierta.



Sólo una historia abierta podría traer una democracia más profunda para la gente común. Pero en estos países, por desgracia, las historias abiertas no controladas por ciertos poderes cupulares, sean políticos, económicos, religiosos o militares, asustan muchísimo a todo el mundo.



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