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Neruda en Atlántida, Gabriela en Montevideo


Pocos saben de la presencia de Neruda en Atlántida, un hermoso y tranquilo balneario costero del Río de la Plata, a cuarenta kilómetros de la capital uruguaya.



Gracias a la persistencia y el cariño nerudiano de Selva Santurión y Miguel Quenón, un matrimonio oriental que se prodiga en su país y fuera de él por dar a conocer a nuestro poeta, es posible tomar contacto material -en el Museo que con gran esfuerzo mantienen para turistas y sobre todo estudiantes- con el Neruda que encontró en esta Atlántida sudamericana un refugio -algunos dicen que un escondite- en el cual vivir los comienzos de su historia de amor con Matilde Urrutia, y desde el cual le fue posible mirar el mundo de otra manera, diferente a cómo se percibe contemplando el Pacífico, más caprichoso y voluble que las tranquilas aguas del río-mar en el que el sol parece ponerse por el este.



Gracias a la generosidad del arquitecto y cineasta Alberto Mántara, un aristócrata uruguayo democrático y liberal al que Neruda conociera compartiendo la travesía marítima volviendo a Chile desde su exilio en Europa, en que surgió una larga amistad alegre y entrañable, el poeta y su amada disfrutaron muchas veces de la hospitalidad del uruguayo, que puso su casa atlanteña a disposición de la pareja, y que quedó abierta para ellos todo el año.



En ella, según apreciamos por los objetos que se exhiben en el museo, y por los relatos de Miguel y las cartas cruzadas entre Neruda y Mántara, el vate parralino escribió muchos versos y también apuntaló líricamente el famoso Herbolario de Atlántida realizado por Matilde.



Buscando ocultar el lugar preciso de sus escapadas, Neruda le puso nombre semi críptico al balneario: Datitla, y le dedicó dos poemas: «Datitla» y «Oda a las flores de Datitla». De pasada le hizo uno también a un peculiar puente relativamente cercano que está en Punta del Este, donde ahora hay un monumento recordatorio: » Al puente curvo de la barra de Maldonado».



El poeta chileno por excelencia tiene en la banda oriental del Uruguay una presencia notable, que se va perpetuando día a día en la casa museo de la Atlántida rioplatense.



Mientras en Montevideo también nuestra Gabriela está presente en una plaza de Pocitos, en la Rambla que bordea el río, y hace unos días lo estuvo en la sede de la Aladi en esta capital, en un inolvidable concierto de la soprano chilena María Luz Martínez que ofreció, además de arias famosas, un repertorio especial de poemas de la Mistral musicalizados por el chileno Edgardo Cantón y el argentino Carlos Guastavino.



Es el Chile del espíritu, humanista, romántico y estético, que se proyecta hacia nuestros vecinos y pervive fuera de nuestras fronteras, para recordarnos porfiadamente que no sólo de economía vive el hombre, y por eso mismo, que la integración latinoamericana será cultural o no será.



* Embajador de Chile ante la Aladi.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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