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Decepción de Cancún

Después de lo sucedido, queda en evidencia que si en algún momento la OMC parecía ser la esperanza de las naciones en desarrollo, ahora quedó demostrado que más bien el triunfo se lo anotaron los poderosos.


Tal como muchos pronosticamos, las informaciones confirman que la Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que se realizó en Cancún, resultó un completo fracaso.



Este encuentro en que los optimistas suponían un avance en materia de liberalización del comercio y el principio del fin de los subsidios agrícolas de los países desarrollados, terminó enredado en temas como las inversiones extranjeras y la transparencia en las compras públicas, como condición de las naciones poderosas para avanzar en las dos primeras. El resultado: los gigantes económicos se imponen, manejan la OMC y se concluye que sin su voluntad se hace imposible atender las aspiraciones de los países en desarrollo.



Detrás de este fracaso subyace un aspecto ético que debiera preocupar a países como el nuestro y a sus autoridades. Las naciones ricas anteponen los buenos negocios y la consolidación de su hegemonía económica a la superación de la pobreza en las más atrasadas. En efecto, nadie discute hoy que la mantención de gigantescas protecciones, elegantemente llamadas subsidios -unos 350 mil millones de dólares- condenan a la ruina a los agricultores de países pobres, que son un componente relevante de su población, mientras las condiciones que intentan imponerles son una apertura a la que los mismos poderosos se resisten.



Por otra parte, resulta curioso leer y escuchar los argumentos de algunos ortodoxos locales que continúan sosteniendo que las barreras al comercio con que responden los países pobres, son una suerte de auto-castigo que les impide competir y aprovechar sus ventajas comparativas. Verdaderamente hay que estar en sus pantalones para advertir que no hay ventaja comparativa suficiente para hacer frente a mayor tecnología, menores tasas de interés, mano de obra más calificada, etc, etc, si además se cuenta con redes de normas proteccionístas que hacen polvo la competencia y dólares de los contribuyentes que en sumas sin limites, garantizan jugosas rentabilidades.



Frente al fracaso de Cancún, que muchos estimaban como una ocasión que difícilmente se volvería a presentar en el futuro inmediato para posibilitar mayores grados de igualdad en el comercio, vale la pena preguntarse cuándo tendremos una nueva oportunidad.



Después de lo sucedido, queda en evidencia que si en algún momento la OMC parecía ser la esperanza de las naciones en desarrollo, ahora quedó demostrado que más bien el triunfo se lo anotaron los poderosos.



Este fracaso no es más que una mera postergación para alcanzar un poco más de justicia e igualdad de oportunidades en el proceso de globalización.





el autor es diputado de RN por el Distrito 49, IX Región.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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