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Pido que la Corte se explique


La Corte Suprema tendría que explicar, de la manera más coherente y convincente, los motivos que tuvo para alejar al ministro Calvo del caso Spiniak. Es claro que esta decisión no tiene que ver sólo con una interpretación de hechos y acontecimientos, sino con una enunciación y una interpretación de derechos. En suma, se trata de comprender si el juez Calvo ha sido discriminado, y en ese caso por qué motivos lo fue, o si el máximo tribunal de justicia chileno no tenia otras alternativas.



Soy un periodista italiano interesado en este asunto, por la extraordinaria coincidencia de dos motivaciones que prefiero explicar -visto que pido al tribunal supremo que dé las suyas-. Estoy ligado a Chile porque hace muchos años fui a conocer lo que ocurría con la Unidad Popular y terminé recluido en el Estadio Nacional, con otros extranjeros y muchísimos chilenos, durante tres semanas.



Hace dos meses viajé de nuevo, por el trigésimo aniversario del golpe de Estado; no soy indiferente a la democracia y a la vida de Chile, más bien lo siento como un país cercano y hermano. He advertido que todavía no se ha logrado plena luz sobre los muchos delitos de la dictadura, comenzando por aquellos cometidos en el Estadio Nacional.



La segunda motivación es que, desde hace años, estoy comprometido por los derechos de la minoría homosexual, de la cual formo parte. Nosotros, gays, somos internacionalistas, sentimos como nuestros los pasos hacia adelante o hacia atrás que se producen en cada lugar del mundo. Chile me parece un país en movimiento respecto de la cuestión homosexual, pero en el que la liberación, reciente, es todavía frágil.



Por esos motivos sigo con preocupación el caso del juez Calvo, «descubierto» en la frecuentación de un sauna gay, actividad que no tiene nada de malo -pero que en general se realiza con la máxima discreción, porque cada uno tiene sus problemas-. No querría pensar que se desautoriza a un juez porque se descubre que es homosexual. No querría pensar que la justicia chilena, tan lenta y blanda en el proceso a los militares asesinos, sea tan rígida en las consideraciones que determinan la incompatibilidad de un juez. Que en Chile, en 2003, alguien diga que un juez, por el simple hecho de ser homosexual, no puede procesar a los pedófilos.



Trato de comprender si en el fondo de la decisión de substituirlo podría haber -quizá inconscientemente- homofobia. Todo gira alrededor de los menores, de su protección y de sus libertades. El increíble denunciante-delator dice que Calvo se acompañaba con chicos muy jóvenes. «¿Y Entonces?, ¿y qué?», contestaría yo. En la cuasi histeria que acompaña, no solo en Chile, la lucha contra la pedofilia, cuesta comprender cuales son los límites de edad, los confines del libre consentimiento.



En estos días, he descubierto que, según la ley chilena, está prohibido a un varón mayor de edad una relación homosexual con un menor de edad, aun cuando tenga 17 años y la consienta, mientras que al mismo mayor de edad no le está prohibida la misma relación, pero heterosexual, con una chica menor que también la consienta. Es una ley casi desconocida, que en todo caso refleja un prejuicio discriminatorio que surge como fondo en el caso Calvo.



En Europa nos hemos batido victoriosamente para uniformar la edad del consentimiento, que creo se puede fijar entre los 14 y 16 años, pero que de todas maneras tiene que ser la misma para relación homo o heterosexual. En Bélgica -en medio de un escándalo sobre pedofilia mucho más grave que el chileno, porque incluye asesinatos- se intentó desautorizar el líder socialista Di Ruppo revelando que era gay e iba con chicos jóvenes. «¿Y entonces? ¿y qué?». Di Ruppo resistió y tuvo razón. En Italia todo eso difícilmente pudiera ocurrir, porque existe un extremo rigor frente a la privacidad sexual de los personajes públicos, a excepción de los del espectáculo.



Tal vez este aspecto en Italia se deba a cierta hipocresía santurrona-católica, pero aun así es mejor que la moralina de otras partes. En los países protestantes anglosajones, a veces la moral calvinista enjuicia a un presidente por una relación oral -mientras quizás no se investigan las actividades de la CIA)-. Pero por lo menos en esos países están legalizados divorcio, aborto y parejas gays. No querría que Chile viviera solo la desventaja de ambas situaciones: ninguna legalización y ni siquiera respeto de la privacidad de los actos íntimos.



Volviendo al juez Calvo, querría rechazar la argumentación de que se lo desautoriza porque era «chantajeable». Es típico, en algunas formas sutiles de homofobia, utilizar la argumentación de la vulnerabilidad: un homosexual no puede hacer carrera en el ejercito de EE.UU., no por «contra naturaleza» (la Constitución no lo permitiría) sino porque sería «chantajeable», dice el reglamento militar. En realidad, son estas motivaciones las que convierten en vulnerables no sólo a los homosexuales escondidos, sino a todos aquellos que por cualquier motivo tienen algo que temer.



En el entendido de que la Corte Suprema ha convocado al tribunal ético de la magistratura -y también al de los periodistas- deseo que lo más pronto posible se apruebe una Ley antidiscriminacion, con su respectivo Tribunal Ético incluido para evaluar casos como éste, en el cual temo y sospecho puedan haber elementos de discriminación..



Paolo Hutter es periodista italiano

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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