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Perdiendo otra vez una gran oportunidad


El Chile de 1910 nos sorprendió dolidos. Chile parecía retroceder. La literatura de esos años abundaba en diagnósticos acerca de nuestro subdesarrollo. Para unos era la «raza chilena» la defectuosa, propensa al alcoholismo. Otros reclamaban en contra de nuestra mala educación pública. La acción del imperialismo británico era denunciado junto con el norteamericano. Nuestro régimen político era acusado de engendrar la politiquería y los escándalos que caían en la blanda superficie de la complicidad generalizada. Se enjuiciaba al conquistador español y al capitalista criollo de primitivos que buscaban ser ricos, con la mayor rapidez posible y empleando cualquier medio, para luego gastar fortuna. Eran quienes esperaban hacerse ricos a golpe de suerte o encontrando una veta de oro formidable. Todo lo contrario de los modernos empresarios germanos y anglosajones que utilizaban sus utilidades para acumular capital, invertir en tecnología de largo plazo, ampliar sus empresas, parar crecer y hacerse más ricos.



Sobre todo nos dolía Miguel de Unamuno, cuando en una carta dirigida a Luis Ross Mujica, describía a Chile como «un país de cartagineses, organizado para el botín de guerra, y al cual el salitre ha corrompido». Jefes políticos y abogados de fuste se convirtieron en representantes de filiales extranjeras que venían a explotar tan magníficas riquezas naturales. La mayor parte de esta fortuna fue destinada a construir palacios tipo francés neoclásico, que hoy aún se ven en la parte vieja y muchas veces derruida de Santiago Centro. Otros lo jugaban y perdían todo en la Bolsa. Las diferencias sociales se ahondaban haciendo imposible la conciencia nacional. Por una parte, ambiente de lujo y derroche de los sectores privilegiados, por la otra miseria y limosna.



Se acerca a pasos agigantados el 2010. ¿Qué nos dirían nuestros antepasados? Sin duda nos pedirían que no repitamos la historia del salitre y que profundicemos aún nuestros esfuerzos en materia de educación, ciencia y tecnología. Hoy José Joaquín Brünner y Gregory Elacqua han insistido que debemos invertir más en capital humano basal y en el avanzado, «para asegurar el crecimiento económico de mediano plazo, eliminar la pobreza y crear oportunidades de progreso para toda la población».



Hemos avanzado en esa dirección. Habiendo triplicado el presupuesto educacional, los frutos están a la vista. La matrícula total de enseñanza básica pasó de 1.987.758 niños en 1989, a 2.355.594 en 2000, lo que significa una cobertura del 95%. En la enseñanza media dicha matrícula pasó de 742.010 alumnos en 1989, a 822.946 en 2000, lo que significa una cobertura del 86%. La reprobación en enseñanza básica ha caído de un promedio de 7% en los años 80′, a una tasa de 3% de repitencia en los 90′. En enseñanza media el índice de reprobación fue de un peak de 13% en 1988, a uno de 6,5% en 2000. La deserción en enseñanza básica ha bajado de 4% a 2% y en la educación media igualmente ella bajó de 12% a 8%. El 80 por ciento de los alumnos de enseñanza básica egresan, porcentaje que cae a 71% en el caso de la educación media. La cobertura en educación superior se ha triplicado entre los jóvenes. Los programas de alimentación escolar pasaron de atender a 295.000 niños en 1980, a 1.044.510 infantes y jóvenes en 2000. Entre 1990 y 2001, se han quintuplicado la cantidad anual de textos escolares que el Estado entrega a los alumnos, desde 2 millones, a más de 10 millones. Ocho de cada diez alumnos chilenos estudian en escuelas dotadas de computadores.



Sin embargo, el estado sólo destina 29.000 pesos mensuales por niño en una escuela municipalidad. Cada año siguen desertando entre 50.000 y 90.000 niños de sus escuelas, y entre 70.000 y 90.000 jóvenes secundarios. ¿Qué hace un joven entre 13 y 17 años fuera de la escuela y sin trabajo? Los resultados de la prueba Simce demuestran que debemos avanzar más rápido. Sólo el diez por ciento de los jóvenes más pobres pueden llegar a la universidad. La mitad de la fuerza de trabajo no posee educación secundaria. Sólo 28% de nuestros estudiantes de educación superior se gradúan. En los países desarrollados esta tasa es del 42%. Menos del 20% de los chilenos está capacitado para ingresar con alguna posibilidad al mundo desarrollado de la sociedad de la información y del conocimiento. Sólo tenemos 12 investigadores por 10 mil trabajadores. En los países desarrollados tienen 62 investigadores. Apenas 0,6% del PIB se va a ciencia y tecnología, contra 2,25% de los países desarrollados. Sólo se ejecuta el 15% del gasto en ciencia y tecnología en las empresas, mientras el promedio para los países de la OECD es de 69%. Sin estado, ni universidades fuertes no hay investigación en Chile.



Producto del rechazo de la sola idea general de legislar acerca del royalty, debido al voto de la derecha, la Cámara de Diputados acaba de desaprobar la posibilidad de crear un fondo de 100 millones de dólares anuales para ciencia y tecnología. Se nos está escapando de las manos la posibilidad de dar un paso más en educación, ciencia y tecnología. Necesitamos esos recursos que vienen de nuestras riquezas naturales, para destinarlas a nuestra gente. El fantasma del salitre y del 1910 sobrevuela sobre nosotros. Espero sinceramente que la oposición de derecha reconsidere su posición en el Senado.



*Sergio Micco es director ejecutivo del Centro de Estudios para el Desarrollo (sergiomicco@hotmail.com).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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