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Con el desprendimiento de siempre


El Senado de la República fue el anfitrión, en el presente mes de Octubre, de la celebración del centésimo quincuagésimo aniversario de la promulgación del Código Civil, ocasión que nos trajo nuevamente a la memoria el recuerdo de la figura y la obra de Andrés Bello, su autor.



Hablar de este notable jurista venezolano de nacimiento y chileno por adopción, me trae a la memoria, necesariamente, recordar su paso por la institución que hoy me corresponde nuevamente dirigir.



El Senador Andrés Bello estuvo 27 años ejerciendo su cargo, realizando una prolífica obra, tanto en la organización interna de nuestra Corporación, como en la participación permanente en importantes leyes dictadas durante ese período.



Quisiera destacar que al Senador Bello le correspondió redactar el primer Reglamento formal del Senado, en agosto de 1837, cuyo ejemplar manuscrito se encuentra en nuestra Biblioteca del Congreso Nacional y su vigencia es plena en muchas de sus normas hasta el día de hoy.



Como muchos de nosotros, era un convencido que había que dotar al Senado de reglas y procedimientos claros y eficaces, capaces en sí mismo de poder resolver con justicia las diferentes vicisitudes que pueden ocurrir durante la tramitación de un proyecto de ley.



En esos tiempos no fue extraño que este parlamentario, inquieto y estudioso, que se caracterizaba por su permanente disposición para participar en innumerables comisiones y servicios en representación de la Cámara Alta, aceptara el cometido de sus pares para emprender la tarea de sistematizar de manera coherente y ordenada la diversidad de normas y usos heredados de la costumbre y de aquel primogénito Senado de 1812, emprendiendo la tarea de redactar el Reglamento del Senado.



A pesar de las múltiples funciones que desarrolló durante su vida, trató de mantener la sencillez y el carácter cívico de sus aportes intelectuales. Incluso el hecho de ocupar la investidura senatorial no lo hacía diferente de un ciudadano común y corriente. En este sentido, siempre fue un tenaz enemigo de dotar al Senado de privilegios que fuesen más allá de lo tolerable y solía decir, como lo fue en la Sesión del 6 de junio de 1845, con ocasión de la discusión de la abolición del fuero privilegiado de los senadores y diputados de dicha época, que «yo creo que nosotros, en esta discusión, nos hallamos en el caso de empezar a dar el ejemplo de desprendimiento, y en ninguna parte debe hacerse mejor que en el Congreso mismo».



Lo anterior tiene especial significación, ya que a 166 años de la redacción de su Reglamento, en estos instantes el Senado vuelve a vivir momentos de especial trascendencia para su vida y funcionamiento como institución permanente de la República.



La transparencia, a través de la publicidad de los actos y resoluciones del Senado, como organismo del Estado, es un paso trascendente en nuestra vida institucional y en ello estamos colocando nuestro mejor empeño y decisión para ubicar a nuestra Corporación en el lugar que concibió Andrés Bello y para lo cual se requiere del mismo desprendimiento y altura de miras con que la gente sencilla de nuestro Chile nos quiere ver.



Sergio Romero P., Presidente del Senado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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