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Todos somos buenos


«En los últimos 150 años, La Gran Empresa (The Corporation), desde una relativa oscuridad, ha llegado a convertirse en la institución económica dominante en el mundo. Hoy las corporaciones gobiernan nuestras vidas. Determinan lo que comemos, lo que miramos en la TV, lo que vestimos, donde trabajamos y qué hacemos. Estamos inevitablemente rodeados por su cultura, iconografía e ideología. Como La Iglesia y La Monarquía en otros tiempos, se glorifican a sí mismas al imponer sus planteamientos que asumen infalibles y omnipotentes. Crecientemente dictan las decisiones de sus supuestos fiscalizadores en el Gobierno y controlan a la sociedad aún en áreas que normalmente correspondieron a la esfera pública (The Corporation: la persecución patológica de la ganancia y el poder», Joel Balkan, 2004)





No significaría mucho que Piñera vendiera sus acciones y empresas en el caso de que fuera Presidente de la República. Por lo demás, tendría que meter bajo el colchón el resultado de las ventas ya que cualquier uso del dinero contaminaría sus decisiones. Pero, no cabe duda que, con las acciones o con el dinero, él será la misma persona. Parece una buena persona, buen padre y esposo cariñoso, lo mismo Lavín. La mayor parte de los dueños y ejecutivos de empresas son buenas personas. De esta manera, no es la mayor o menor bondad del candidato la que deberá definir nuestro voto.



Lo importante para los chilenos deben ser los intereses que defenderá en su ejercicio como gobernante. Es claro, por su historia y patrocinadores, que Piñera representa los intereses de las grandes corporaciones, como los representó la dictadura de Pinochet y sus Chicago Boys. Como aún los representan los que fueron Ministros y Directores en la Administración Pública de la época. Como Joaquín Lavín, Sergio Melnick, Hernán Büchi, Jovino Novoa, que aunque ahora no visiten al tirano, no pueden borrar de sus CV su participación, profesional y técnica durante los 17 años de dictadura.



¿Y cuáles son los intereses de las grandes corporaciones? Los intereses de sus accionistas.



Y, como dice el ideólogo máximo de los Chicago Boys, Milton Friedman, los ejecutivos de las sociedades anónimas o corporaciones, sólo deben preocuparse de maximizar las utilidades de los accionistas. Friedman incluso considera ilegal que los Directorios hagan otra cosa: «Sus intereses son los intereses de sus accionistas. Ahora, ¿si deberían gastar dinero de los accionistas en propósitos llamados de responsabilidad social? Mi respuesta es NO». La llamada responsabilidad social es ilegal y sólo un engaño necesario en la publicidad.



Las sociedades anónimas están creadas con una legalidad que define lo que sus Directores y Administradores deben hacer. Y, a lo menos en EEUU y los países industrializados, sus ejecutivos deben priorizar los intereses de sus accionistas sobre todo el resto, estándoles prohibido por ley gastar los recursos de la empresa en obras para otros sectores de la sociedad. No se requiere de ellos investigar sobre las formas de contribuir a la solución de los problemas sociales, ni producir barato las medicinas que los pobres necesiten, ni financiar actividades ajenas. Según Milton Friedman, la llamada Responsabilidad Social es ilegal o sólo un recurso publicitario.



Los ejecutivos o los accionistas de las empresas, como buenos ciudadanos, deben cumplir el mandato de los accionistas y disminuir los costos al mínimo para maximizar las utilidades, aunque tengan que externalizarlos al conjunto de la sociedad perjudicando al que se ponga en el camino. Business are business, y así hacen sus fortunas los grandes empresarios. Así la hizo Piñera.



Así es el caso de todos los que tienen profesiones, quizás poco humanistas y cristianas. Deben funcionar de forma esquizofrénica para que la sociedad pueda funcionar. Así les ocurre a los grandes ejecutivos de las sociedades anónimas, a los traficantes de armas, a los torturadores, a los vendedores de droga y a los que deben matar a sangre fría en tareas de espionaje o de guerra. Si no pudieran separar su trabajo de su vida personal, se convertirían en sicópatas.



Estas ideas se encuentran en el libro The Corporation, de Joel Balkan, quien cita a Anita Roddick, dueña de The Body Shop quien trató de implementar un tipo de empresa diferente: «Debido a que (el Ejecutivo de una empresa) tiene que maximizar la utilidad… todo es legítimo para obtener dicho objetivo, todo… usar trabajo infantil, trabajo esclavo (el de los sweatshops), o destruir el ambiente… es legítimo siempre que sirva para aumentar las utilidades. Es legítimo despedir a 5000 trabajadores y destruir comunidades para maximizar las utilidades». Esta es la ley de la gran empresa y obligarla a cambiar, significa matarla, destruir la esencia de su funcionamiento.



Esto es lo que los grandes empresarios exitosos como Piñera, especialmente los salidos de la nada, deben hacer para triunfar y funcionar en una empresa y esas son las reglas del juego.



Pero si bien la sociedad no debe esperar nada, ni de la empresa ni de los empresarios, tampoco debe aceptar su externalización de costos ni el ejercicio de su poder omnímodo. Al contrario, es tarea del Gobierno y de la sociedad civil, defendernos del avasallamiento de las corporaciones exigiéndoles cumplir las leyes del país. Lo grave es cuando un Gobierno no exige el cumplimiento de la ley que nos protege, o no contribuye a que se legisle de acuerdo a los intereses de toda la sociedad, sino sólo de las grandes empresas asumiendo que lo que es bueno para la gran empresa es bueno para el país.



Por lo tanto, los electores sin soñar ya con utopías debemos exigir a los candidatos a la Presidencia que se definan contra la externalización de costos que hacen las grandes empresas a la sociedad civil, a través de: la evasión y elusión de impuestos, la depredación de nuestros recursos naturales, la contaminación del medio ambiente, el trabajo precario y esclavo, la usura de los grandes almacenes contra los proveedores y las tasas de interés en las tarjetas a los consumidores de menores ingresos.
Debemos exigir que se nos pague la deuda histórica de 17 años de destrucción de nuestras organizaciones sociales, a través de medidas concretas de apoyo para reorganizar nuestra defensa contra La Gran Corporación en sindicatos, organizaciones sociales y agrupaciones de todo tipo, que no se han podido recuperar por la imposibilidad de autoabastecimiento de medios e infraestructura.



Los afectados por la depredación y el vasallaje debemos organizarnos y defendernos con la denuncia sin esperar nada de la buena voluntad de las corporaciones o sus ejecutivos, exigiendo a los candidatos, que aunque tengan acciones o dinero bajo el colchón, velen por el cumplimiento de la ley que debe favorecer a todos los chilenos por igual.



Así de simple.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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