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Editorial: 21 de Mayo, la casa, el barrio, el mundo


En un lenguaje marcado por un acento coloquial y de vínculo directo con la ciudadanía, el primer mensaje presidencial de Michelle Bachelet trazó un programa para sus cuatro años de gobierno, de un contenido muy similar a lo que fueron sus propuestas durante la campaña presidencial.



El discurso contiene de manera concisa una agenda social y económica con mucha carga de equidad, omitiendo un marco político expreso, remitiéndose al efecto a un sentido de continuidad con lo obrado por la Presidencia anterior. Sus breves menciones al sistema binominal y a la elección de las autoridades regionales son la muestra palpable de que desea hablar de política a su manera.



Es previsible que parte importante del estilo Bachelet en política sea asumir de manera pragmática los temas y caso a caso, en especial los más complejos y controvertidos. Quizá, el hermetismo y el secretismo seguirán siendo, lamentablemente, la tónica durante todo su mandato.



Las cuatro prioridades que Bachelet marcó en su discurso constituyen una audaz promesa de equidad, pues implican una expectativa de importante aumento de gasto público, cuestión que siempre es controversial en Chile.



La protección social alude directamente a salud y a reforma provisional. Al respecto, debe tenerse presente que ya han surgido dudas sobre la factibilidad de financiamiento del AUGE.



En educación, el país ya está gastando casi un billón y medio de pesos y el salto a la calidad implica financiamiento adicional. La innovación y desarrollo tecnológico, tal como ella misma lo señaló, en Chile la debe hacer el Estado, ya que el sector privado es poco insensible al tema. Barrios y ciudades más amables significa enfrentar el tema de la integración social y va más allá de la construcción o reconstrucción de viviendas dignas.



Cada uno de los puntos planteados constituye por sí solo una agenda cuya relevancia social está fuera de dudas, pues han llegado a constituirse en rasgos sobresalientes de la inequidad del modelo de desarrollo del país y, al mismo tiempo, son hitos fundamentales e ineludibles si el país quiere hacer efectivamente un salto al desarrollo.



Como el discurso plantea una perspectiva de cuatro años, lo prometido queda sujeto a la excelencia y capacidad sectoriales para dar curso y tranco efectivo a las propuestas, y al rol del Ministerio de Hacienda, cuya misión -en lo comentado- debería ser el evitar que el gasto se dispare más allá de lo financiable por el país, a mediano y largo plazo.



Con todo, lo planteado por la Presidenta expresa una voluntad ciudadana renovada, diferente del boato formal y el cúmulo de cifras que han caracterizado los mensajes de los últimos años. Es verdad que no es una cuenta propiamente tal sino un compromiso gubernamental y, por lo tanto, habrá que esperar efectivamente un año para una primera evaluación de lo dicho. Pero deja el sabor optimista de un discurso moderno e íntimo, con fuertes pasajes emotivos, que le dan sentido a esta carta de navegación entre la casa, el barrio y el mundo.

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