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Oceana, la disidencia controlada


Para quienes se relacionaron con nuestro trabajo en Servicios Profesionales Medioambientales Marinos Ltda. (Oceana Ltda.) y se encuentran en conocimiento de los incidentes que derivaron en la disolución de nuestra oficina en Chile, es necesario precisar algunas verdades jurídicas, los sucesos gatillantes y la forma en que se desarrollaron los acontecimientos.



Oceana Ltda. operó en Chile como una empresa de responsabilidad limitada, independiente jurídica y fácticamente de Oceana Internacional, existiendo sólo una vinculación de tipo comercial ya que se trataba de la típica figura de dos sociedades distintas, relacionadas a través de la prestación de un servicio. Esto porque los norteamericanos nunca enviaron los documentos necesarios para formalizar la tramitación y creación de una fundación que actuara como un brazo de la ONG internacional.



Esta independencia jurídica en ningún caso fue considerada por la delegación de Oceana Internacional cuando inquisitivamente y transgrediendo nuestra legislación invadió nuestra oficina en Chile, indagando entre documentos privados e interviniendo el sistema computacional y nuestras cuentas personales. Hasta el día de hoy, un mes después de transcurridos los acontecimientos, seguimos sin acceso a nuestros correos personales.



A resultas de esta acción se produjo incautación de datos, confiscación de información, intervención y bloqueo de los computadores y la desaparición de los correos personales de la última semana de varios funcionarios, desvinculando electrónicamente a los profesionales tanto en sus lazos como sus relaciones laborales. Conjuntamente, se cayeron las líneas telefónicas asociadas al sistema computacional, mientras los interventores se justificaban señalando que era necesario impedir que Marcel Claude (director ejecutivo) reaccionara públicamente. O sea que el batallón norteamericano no sólo nos atropelló, sino que además intentó reprimir ilegítimamente nuestro derecho a replicar a través de la prensa.



Sutilmente, también intentaron coartar nuestro derecho a entablar acciones judiciales, al presionarnos e intentar seducirnos con contratos de trabajo con una nueva sociedad, con manifiestos vicios de nulidad. En las nuevas condiciones contractuales casi imperceptiblemente asomaba una pequeña cláusula que nos obligaba a desistir de cualquier acción legal, esto porque ellos bien sabían que su intromisión se encontraba fuera de derecho, razón por la cual actualmente se tramita una querella criminal contra la comitiva norteamericana por allanamiento de morada y delito informático.



Esta irrupción norteamericana estuvo precedida por las malintencionadas expresiones de algunos lideres ambientalistas chilenos, quienes cobardemente atacaron a Marcel Claude y el trabajo de nuestra oficina sin siquiera hacerse responsables de sus propios dichos, caudillos que más que velar por el medio ambiente, se mueven en procura de sus intereses particulares.



Es necesario considerar que el financiamiento de nuestra oficina era equivalente al 5% del presupuesto del total asignado a las 4 o 5 oficinas en el mundo. No obstante, se nos advirtió que el monto destinado a cancelar nuestros servicios profesionales se iba a disminuir en un 50-60%, argumentando entre otros que era necesario renovar el motor de la embarcación de la oficina de España. Obviamente nosotros nunca dispusimos de un bote pero iba a ser necesario despedir a gran parte del personal en Chile para que los españoles pudiesen navegar tranquilamente por las aguas del Atlántico.



También hubo buenos tiempos, una actividad apoyada por un gran equipo de trabajo, un enorme grupo humano comprometido con cada causa, hasta daba gusto levantarse cada día a trabajar. Los mejores deseos y mucha fuerza para los compañeros que continúen en Oceana, tienen el profesionalismo y la experiencia para sacar adelante cualquier proyecto, aunque este nuevo escenario involucra censura, restricciones y nuevas prioridades.



Más fuerza aún para quienes no continuamos desempeñándonos en Oceana, tenemos la convicción que hicimos lo correcto, pues a pesar de las necesidades a veces el estómago se resiste. Si existe gente consecuente entonces la lucha no es solitaria, todavía existen quienes creemos que es posible generar un cambio, una verdadera reivindicación social.



Nuestro trabajo en Chile fue comparativamente superior a cualquiera de las otras oficinas. Con un menor presupuesto logramos posicionarnos en materias sociales-ambientales asociadas a los océanos en Chile y nuestro continente. La potente figura de Marcel Claude, las asociaciones estratégicas, la potenciación de las campañas y el fuerte despliegue comunicacional nos permitieron mantenernos a la vanguardia en estos conflictos y crear conciencia en la población.



Por otra parte, a diferencia de la mayoría de las ONGs nacionales, no teníamos financiamiento de ninguna entidad, partido político, autoridad o empresario chileno, una ventaja comparativa que nos garantizaba un accionar sin ninguna subordinación ni pleitesía y por ende, con rigor, transparencia e imparcialidad. La única restricción era que los temas tuviesen relación con los océanos, aunque obviamente también existían algunos tabú, ni hablar del cuestionado Tompkins y las hidroeléctricas.



Sin ser muy perspicaz es fácil darse cuenta de las nuevas directrices de Oceana en Chile, manifiestas en las propias expresiones de la delegación norteamericana y el nuevo director ejecutivo. La nueva administración va a privilegiar el lobby con autoridades y empresarios, siendo que en nuestro país las cosas no funcionan así. La voluntad política no existe, la única forma efectiva de conseguir cambios es la acción comunicacional, mediática, e incisiva, en la medida que la sociedad civil adquiere conciencia de los conflictos y se moviliza, la autoridad otorga. Es paradójico que Extend, la empresa de comunicaciones que asesora al proyecto Pascua Lama, haya sido contratada por los norteamericanos siendo que siempre nos opusimos y propiciamos las movilizaciones para encarar al devastador proyecto. Igual de contradictorio resulta que el directorio de Oceana en Washington haya recibido cordialmente a representantes de la transnacional Celco, cuya macabra trayectoria no es necesario detallar.



La nueva orientación de Oceana apela a una agenda exclusivamente conservacionista, sin comprender que los problemas ambientales siempre van de la mano con los problemas sociales y en definitiva todo se traduce en política, más que un mal necesario un mal inherente al ser humano. Para los norteamericanos el movimiento estudiantil y las reformas a la educación era un tema secundario y excedía el ámbito de nuestra oficina, tampoco importaba la situación de las poblaciones indígenas afectadas por el proyecto Pascua Lama, asociarse con los sindicatos de los trabajadores de las salmoneras para ellos era irrelevante, una pérdida de tiempo, lo único trascendental era la «protección de los océanos».



Esta lógica hace cuestionarse cómo el imperio se pasea por el mundo pregonando su mea culpa ambiental, las dos caras de la moneda, ya que son ellos uno de los países que más atenta contra el ambiente y reniega de los protocolos y tratados internacionales. En conclusión hablamos de caretas, una carta de presentación «conservacionista» de una ONG dedicada a proteger los océanos, sólo eso y sin exagerar.



El país del norte siempre ha asumido como un derecho adquirido el controlar el destino de los países subdesarrollados, ellos financiaron y propiciaron la dictadura en nuestro país, desentendiéndose a través del anonimato. Para ellos se justifica la tortura y el asesinato como una forma de imponer mediante la fuerza su modelo económico. La actual administración norteamericana ha dado muestras de sobra de este repugnante proceder. Cabe entonces preguntarse hasta que punto la ambición norteamericana puede condicionar la suerte de los países tercermundistas, como el afán de lucro y poder puede prevalecer sobre los ideales, ignorando la muerte y la miseria.



Se podría pensar que esta columna responde a una represalia personal, ya que previo a la intromisión gringa nadie reclamo nada. Estos eran temas vetados y si bien podían existir dudas respecto a las verdaderas motivaciones de los norteamericanos, existían los recursos para propiciar transformaciones sociales en nuestro país, o al menos se podía concientizar a la población. Esta denuncia es un llamado a toda la ciudadanía, una advertencia para que nadie se deje atropellar por el imperialismo. No debemos tolerar la intromisión ni la vulneración de nuestros derechos esenciales, el dinero no puede comprar la dignidad. En la medida que defendemos acérrimamente estos derechos vamos a ser capaces de definir nuestros propios destinos, tenemos que hacer valer nuestra soberanía, que en su país los gringos hagan lo que quieran.



Si vulneraron los derechos básicos de los trabajadores, irrumpieron en oficinas ajenas, incautaron información, interfirieron plataformas tecnológicas, incomunicaron a los trabajadores y se hicieron de información confidencial y valiosa, tienen que hacerse cargo de sus actos, y será la justicia chilena quien resuelva frente a una actuación jurídicamente inaceptable.



Era necesario señalar el correcto orden de las cosas, toda vez que en más de una oportunidad se ha querido mancillar el nombre de Marcel Claude y la fecunda acción de nuestra oficina en Chile. A todos los trabajadores de Oceana Ltda. se nos ofreció un nuevo contrato laboral exigiendo nuestra renuncia y conservando la antigüedad. No obstante, sólo se comprometían a asegurarnos continuidad laboral hasta el mes de diciembre, ya que la disminución de presupuesto de todas maneras se haría efectiva a partir del 2007 y tampoco podían garantizar la permanencia de algunos pocos, pues no podían pasar a llevar la voluntad del nuevo director ejecutivo, su subordinado, servil súbdito al servicio de la protección de los océanos.

Ojalá que a través de su permanencia en nuestro país, el escuadrón norteamericano logré empaparse de nuestra paupérrima realidad y comprenda que nuestras desmejoradas comunidades costeras son las vulnerables, es a ellas a quienes debemos proteger. Conservar para alcanzar la sustentabilidad y mejorar la condición de vida de los más necesitados, bien nos advierte el escritor José Saramago cuando sentencia «no cambiaremos de vida si no cambiamos la vida».





Juan José Valenzuela. Biólogo marino

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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