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Mejor volver a los carritos con caballos


A pesar que ya otras veces lo hemos vivido, los chilenos perdemos rápidamente la memoria. Sería recomendable que los Parlamentarios constituyesen una Comisión Investigadora para conocer a los responsables de los siguientes hechos:



Señalaba la crónica del año 1938, que la Compañía Chilena de Tracción y Alumbrado, procedía de manera sistemática al empeoramiento progresivo del servicio tranviario. Los desperfectos no se arreglaban, el material no se renovaba y en la mitad del recorrido los tranvías quedaban en pana.



Pareciera ser una constante en la empresa privada del transporte, que muchos de los servicios licitados rechinan con ruido de fierro viejo y su carrocería se cimbra como tembladera. Es lo que ha estado sucediendo con el Transantiago.



«El escaso número de Tranvías en una ridícula desproporción con la población movilizable de Santiago, que se aglutinaba como racimos en todos los recorridos, solo hacían añorable volver al tiempo de los Carritos con Caballos».



En toda este complejo ambiente, «solo hay una entidad comercial beneficiada: la Compañía que reduce su presupuesto de gastos, y un enorme conglomerado humano perjudicado: el público, la gran masa de pueblo y clase media que usa el carro eléctrico como único medio de locomoción»



«Quién no ve a diario en todas las líneas de la ciudad tranvías que deben detenerse hasta cuatro veces en una cuadra porque el «tomacorriente» pierde contacto con el cable eléctrico ?». Después el maquinista o el cobrador deben treparse al toldo para readaptarlas y esto con peligro de caer.



Quién vigila la buena marcha del servicio de Tranvías?



El Superintendente.



¿ No ha visto el estado de los carros, no se ha sentido alguna vez pasajero, a la hora de doce, aplastado por la masa humana que apenas si respira en un carro 36? ¿ No ha visto los descarrilamientos? ¿ no se ha impacientado cuando un tranvía pierde al tomacorrientes cuatro veces en una cuadra? ¿ No ha sido obligado a trasbordar? Señor Superintendente, no se hacen inspecciones a vuelo de pájaro desde un veloz aerodinámico de ocho cilindros. Usted no sabe lo que es eso de ser pasajero de un Tranvía.
Hay tranvías que se caracterizan porque es muy raro que hagan su recorrido completamente. Ahí están 33 y 4, de la línea San Pablo Avda. Matta. Deben dar vuelta por Vicuña Mackenna para seguir por la Alameda y tomar San Antonio hacia San Pablo. Pero por lo general se descomponen en Avenida Matta y vuelven por Santa Rosa. La hora que el pasajero tenía programada en su viaje, se ve defraudada, dado que el cobrador indica que «tome el de atrás». Y resulta que al trepar al tranvía que sigue, el pasajero se ve nuevamente defraudado; menos mal que no había tarjeta Bip.



El transporte público es un problema viejo. Un asunto muy cacareado. La población de Santiago crece como un pulpo fabuloso. Y el número de tranvías permanece invariable. La Revista Crack en su edición del 24 de febrero del año 1939, consignaba que: » los carros de la línea 36, que son del tipo moderno, tienen una capacidad más o menos exacta de 66 pasajeros sentados y de pie en los pasillos; sin embargo a la hora pick, esto es al medio día, la cantidad de pasajeros transportados supera fácilmente las cien personas; saber el numero exacto de ellos, es como contar estrellas.



Un cuarto de Hora en recorrer ocho cuadrasÂ…



«Si usted tiene la curiosidad de subirse a un carrito de cualquier línea que haga el recorrido por la calle San Antonio, podrá anotar un hecho curioso. No hay ningún carro que se demore menos de un cuarto de hora en hacer el viaje. En ocho cuadras se demora más el tranvía que lo que se demora el pasajero en hacer el recorrido de a pie».



«El conductor se detiene por curiosidad, por cansancio o por otros motivos que permanecen ocultos a la «cachativa» del reporter, 15 minutos para recorrer mil metrosÂ…sin duda alguna los carros santiaguinos tienen caracteres espacialísimos que difícilmente que difícilmente se producirán en otros paísesÂ….



Después de leer estas y otras crónicas del 1900, claro esta que los llamados a resolver los problemas del transporte público chileno, han de ser los historiadores, más que los economistas o ingenieros.



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Nolberto Salinas R. Santiago del 1900 Fuente: Revista Crack 1938-1939

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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