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El poder de los sitios de conciencia


Recientemente nos reunimos en Chile representantes de los 15 países que conforman la Coalición Internacional de Museos de Consciencia en Sitios Históricos. Participamos con mucho interés en la Conferencia «Memorialización y Democracia», organizado por FLACSO-Chile, el Centro Internacional de Justicia Transicional y la propia Coalición. El objetivo era intercambiar reflexiones, estrategias y señalar los desafíos más importantes que enfrentamos quienes trabajamos por hacer de las experiencias de violencia política y vulneración de derechos una herramienta para el fortalecimiento de la sociedad civil.



Realizar esta conferencia en Chile ha sido un gran honor. Un país que en su pasado reciente experimentó graves abusos a los derechos humanos y que hoy se abre a consolidar la experiencia que nos deja la memoria. A la conferencia confluyeron países de todo el mundo, expertos, agrupaciones, artistas, cientistas, curadores y abogados con el único ánimo de hacer de la historia de cada sociedad la base para el diálogo sobre el presente y el futuro.



Una de las conclusiones más destacadas de este encuentro fue la convicción compartida de que los derechos humanos deben ser el principio fundamente de las democracias modernas e inclusivas. De allí que los esfuerzos de memorialización no sólo permiten instalar un «Nunca más» reparador, sino cumplir un rol activo en la vinculación entre los hechos del pasado y los problemas del presente. Para la Coalición este vínculo se expresa fuertemente en lo que llamamos el «poder de los sitios de consciencia».



Desde ceremonias improvisadas, memoriales y conmemoraciones oficiales, millones de personas alrededor del mundo se reúnen en lugares de recuerdo para buscar alivio, justicia, reconciliación y trazar las rutas para un mejor futuro, pues estos espacios son la evidencia irrefutable de que la represión sí ocurrió.



Nuestro proyecto consiste en tomar este impulso humano básico -el recuerdo- y convertirlo en una herramienta concreta para interpretar la historia a través de acciones educativas, culturales, museales, intercambio de experiencias, programas e investigación, todo lo cual, estamos convencidos, contribuye a crear una cultura de respeto hacia los derechos humanos y a re-dignificar a las víctimas como personas.



Con este propósito se fundó la Coalición hace ocho años, compartiendo «la creencia de que los sitios históricos tienen la obligación de ayudar al público a establecer conexiones entre la historia del sitio y sus implicancias actuales, entendiendo que nuestra función primordial es estimular el diálogo sobre aspectos sociales apremiantes y promover valores humanitarios y democráticos». Con esta premisa nuestra red acoge a 17 «sitios de consciencia» dedicados a esta labor: Constitución Hill (Sudáfrica), Escuela de la Paz Monte Sole (Italia), La Casa de los Esclavos (Senegal), Lower East Site Tennement Museum (USA), Memoria Abierta (Argentina), Memorial de Mednoe (Rusia), Museo del Distrito Seis (Sudáfrica), Museo de la Guerra de Liberación (Bangladesch), Museo Gulag de Perm 36 (Rusia), Museo Memorial de Terezin (República Checa), Museo nacional de Derechos Civiles (USA), Sitio Histórico Nacional Eleanor Roosevelt (USA), Museo Nacional Japonés Americano(USA), Sitio Histórico Nacional de los Derechos de la Mujer (USA), Parque por la Paz Villa Grimaldi (Chile), The Workhouse (Inglaterra) y el Sitio Histórico Nacional Martin Luther King Jr., la mayoría de los cuales asistieron a la conferencia en Santiago.



Al ser el único miembro chileno, la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi, fue nuestro anfitrión en las múltiples reuniones de directorio y de los Comités Programáticos de la Coalición. Como red estábamos especialmente interesados en conocer más de cerca la experiencia de Villa Grimaldi, una entidad que a pulso de perseverancia no sólo recuperó un lugar simbólico para la historia del país, además fue capaz de levantar un programa sensible y actual que interpela a los jóvenes de hoy. Con solemnidad recorrimos sus senderos, escuchamos la historia de boca de sus sobrevivientes, observamos las estrategias para combinar la restauración y la trascendencia, y vimos cómo los escolares lo recorren con mil preguntas en los labios.



Sin duda, uno de los desafíos de los sitios de consciencia es trascender las interpretaciones cerradas, absolutas y estáticas sobre la historia. Para que exista diálogo se necesitan espacios activos y proposititos, donde personas de diferentes generaciones se sientan tocadas y conectadas entre sí. La función de los memoriales es involucrarse con el presente, de allí que no tengan nada que ver con la idea de «un signo del pasado» erigido en monumento. Estos espacios deben ser deliberados, porque desde su edificación ayudan a comunicar la verdad animando al presente y señalando, con preguntas, al futuro.





Naturalmente, un mismo hecho y su dolor su dolor confronta a las personas de una misma comunidad, e incluso a la propia familia. Allí es donde el sitio emerge como una poderosa herramienta de diálogo. Nadia Baesi, directora de la Escuela de la Paz Monte Sole, siempre recuerda las palabras de un joven alemán que recientemente visitó la Escuela: «Mi abuelo era nazi; yo no soy responsable de lo que él hizo, pero yo sí lo soy de lo que puedo hacer con mi vida». Miradas semejantes cruzan todas las experiencias de sitios históricos; en Villa Grimaldi, por ejemplo, muchos estudiantes de enseñanza media se muestran asombrados de reconocerse tan parecidos a los jóvenes que fueron desaparecidos en ese recinto, los mismos rasgos, el mismo uniforme, la misma edad; o el caso del Museo Nacional Japonés Americano que retrata la violencia sufrida por miles de ciudadanos americanos de origen japonés, y que en su propia tierra fueron tratados como enemigos.



Una democracia sin sitios de consciencia es como una mesa con tres patas, inestable. Pero se trata de mucho más que una reparación simbólica. Al contrario los sitios de consciencia son espacios de acción civil, «long term» y se refiere a la forma en que los pueblos se enfrentan a su historia. Quizás es la mejor manera de asegurar el Nunca Más, animándose a actuar como una ciudadanía vigilante. Pero si queremos que sean reconocidos como la cuarta pata de la mesa, es necesario demandar «accountability», al igual que el resto de la institucionalidad. Los memoriales no deben ser tratados como «productos» sencillos, ordenados, finitos o saldados. Por su sentido y función sociopolítica y cultural debemos considerarles más bien como procesos orgánicos, al igual que la democracia, cada día enfrentándose a nuevos desafíos; esa es la tarea, y no otra, de la memoria.





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Liz Sevcenko. Directora de la Coalición Internacional de Museos de Consciencia en Sitios Históricos

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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