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Desquiciado espectáculo


La Cámara de Diputados ha sido testigo de dos espectáculos desquiciados, es decir, salidos de quicio, de lo propio de ese Parlamento. En efecto, en una sesión se hicieron presente hermosas bailarinas de la farándula en las que un diputado intentó demostrar sus condiciones para integrarse a la profesión de los «farsantes o comediantes», como define a los faranduleros el Diccionario de la Real Academia. Para los menos, resultó simpático.



Más desquiciado fue lo ocurrido a raíz de la citación del Ministro del Interior por algunos diputados que, invocando la reforma constitucional introducida en el artículo 52 de la Constitución Política en el año 2005, con el fin de formularle preguntas en relación con materias vinculadas al ejercicio de su cargo, el diputado designado transformó en una desviación de poder la atribución, pretendiendo hacer efectiva la responsabilidad política mediante el uso de la publicidad del procedimiento. En cada pregunta hizo el diputado un alegato político previo a formularla y después de la respuesta, desvirtuando así la finalidad de la institución. El diputado fue muy felicitado por algunos de sus pares por esta «viveza criolla», que no corresponde al sistema presidencial de gobierno que nos rige, sino que es propio de los gobiernos parlamentario o semipresidencial. Por el prestigio de la política y de los políticos es necesario rectificar, cambiar estas conductas desquiciadoras.



Así, es muy oportuna la propuesta aprobada por la «Comisión sobre Política» del Encuentro de Profesionales y Técnicos del Partido Demócrata Cristiano, efectuado el 11 agosto, de patrocinar, en el Congreso del Partido, que se efectuará en el mes de octubre, la sustitución del sistema de gobierno actual por un gobierno semipresidencial, con censura constructiva, lo que permite contribuir a transformar los partidos políticos de «electoralistas» a partidos responsables de gobierno o de oposición, en su caso, y evita, al mismo tiempo, la oposición meramente crítica, negativa, pues la censura exige la presentación de alternativas de gobierno.



Asimismo, teniendo presente el número de personas no inscritas en los registros electorales, preferentemente los jóvenes (muchas veces víctimas del individualismo y del consumismo estimulado por la «usura»), los que deberán gobernar la sociedad chilena del futuro, se acordó en el referido Encuentro proponer la inscripción automática en los registros electorales, la tecnificación en la emisión del voto, y el sufragio obligatorio, con las antiguas exigencias y sanciones que permitían tener un cuerpo electoral representativo de la ciudadanía, como también, el voto de los chilenos que residen en el extranjero en la elección de Presidente de la República, y el reemplazo del sistema electoral binominal por un sistema proporcional restringido.



Se sugirió, para interesar a los jóvenes y las mujeres en la participación política, que el Partido Demócrata Cristiano establezca una razonable y operativa discriminación positiva a favor de los que se interesen en tal participación, debidamente verificada y concordante con la actividad partidaria. Se estimó también necesario patrocinar un gobierno elegido para las Regiones y para Santiago, con atribuciones de adoptar decisiones exclusivas sobre el uso de los recursos asignados para la región, manteniendo el Estado Unitario, pero con una efectiva descentralización y desconcentración. Hubo también una propuesta de establecer un parlamento unicameral.



En el Encuentro se concluyó que todos los partidos políticos debían tener una organización interna democrática y participativa, asegurada por la Ley de Partidos Políticos y, en lo posible, que las candidaturas a cargos de representación popular más importantes se determinaran mediante primarias.



Todos debemos hacer un esfuerzo efectivo, eficiente y sincero para efectuar reformas que contribuyan a mejorar la actividad política y a actuar en ella como auténticos demócratas servidores públicos. Además de democracia, se necesitan demócratas convencidos.



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Francisco Cumplido. Rector de la Universidad Miguel de Cervantes. Ex ministro de Justicia

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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