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Triunfo táctico, juego rudo

Para la derecha es difícil crecer. No tiene hacia donde ampliar su alianza, al contrario del oficialismo, para quien ello depende del candidato, los recursos políticos e institucionales que mueva, y la capacidad de contener su desorden interno. No hay imán más poderoso que el ejercicio del poder.


Por Santiago Escobar

El resultado, en cifras gruesas, deja clavada la incógnita electoral presidencial debido a los resultados en materia de concejales. Esa especie de empate, que todos interpretan como triunfo, puede transformar el escenario político post electoral en una contienda sucia, donde lo que importe a unos y otros sea minar la capacidad de los adversarios antes que convencer a los electores.

Las elecciones son parte de un proceso político que no se acaba sino que fluye hacia una elección futura. Por lo tanto, fuera de elegir los candidatos importa el volumen y calidad de los votos que se obtienen para tres aspectos específicos. La simbología del triunfo electoral, la calidad de alianzas futuras, y la posición desde la cual jugará el próximo partido electoral.

En materia de bienes simbólicos la derecha obtuvo triunfos importantes. La primera es la derrota de Álvaro García en Cerro Navia. Ella aparece como un golpe contundente a una cierta prepotencia oligárquica que vive larvadamente en sectores del oficialismo. Por más dueños electorales que aparezcan los Girardi en  esa comuna, esa propiedad no alcanza para endosar los votos a un candidato absolutamente exótico en ella. En opinión de la gente que votó al candidato RN, a la Concertación la perdió la soberbia clientelista de unos caudillos que ofenden a la  democracia tratando a la gente como objetos.

Otro triunfo fue sobre Jaime Ravinet en Santiago. Derrota simbólica de  los viejos poderes de la Concertación, que por segunda vez pierden el mismo baluarte y de la misma forma. La primera fue con Jorge Schaulsohn en la elección pasada donde sacrificaron a Marcelo Trivelli. Esta vez fue con Ximena Rincón. Tales errores es un signo de agotamiento neuronal en la vieja elite concertacionista. Santiago ya no tiene la tradición cívica antigua, a la que apelaba Ravinet. Ella fue diluida por la estética inmobiliaria Paz Froimovich, y los miles de nuevos habitantes aspiracionales, a los cuales  el propio Ravinet les abrió la puerta. Zalaquet los interpreta mejor.

La euforia aliancista se completa con el triunfo en Valparaíso y Temuco, y la mantención de plazas como Concepción, Estación Central, Ñuñoa o Independencia. Ello hace explicable la sensación de victoria, que en el territorio de la subjetividad pública, que un afrodisíaco para interpretar durante los primeros días los resultados de una elección.

La Concertación y Claudina La Roja

Pero la política también es racionalidad. La contrapartida simbólica la jugó Michelle Bachelet en su discurso en La Moneda. Allí saludó el triunfo de Claudina Nuñez en Pedro Aguirre Cerda e instaló desde el símbolo del poder en Chile la idea de una alianza con la izquierda extraparlamentaria, que la candidata del PC ya había adelantado en sus primeras declaraciones, al saludar el pacto por omisión que permitió su elección. “Yo, dijo, represento también a todos los militantes de la Concertación”. Ello y la presencia de Guillermo Teillier en La Moneda ahorran comentarios.

Inevitablemente entonces cabe preguntarse por el valor de los votos obtenidos vis a vis una posible alianza electoral. Allí las cuentas de la Alianza debieran ser cautelosas. Si se analizan los números con frialdad, es indudable que la Concertación tiene una perspectiva electoral más clara y fácil que la Alianza. Y aunque las matemáticas políticas no son frías sino compuestas, en este caso con programa, acción y calidad de discurso, su proyección simple por ahora indica que si se maneja bien, la Concertación mantiene intacta su perspectiva de ganar la próxima elección.

Para la derecha es difícil crecer. No tiene hacia donde ampliar su alianza, al contrario del oficialismo, para quien ello depende del candidato, los recursos políticos e institucionales que mueva, y la capacidad de contener su desorden interno. No hay imán más poderoso que el ejercicio del poder.

La derecha está instalada en una doctrina de clausura en el acceso al sistema político, lo que la obliga casi a ganar por aluvión en primera vuelta. Y para ello, no puede descartarse la tentación del juego rudo, parte del cual estuvo presente en su campaña.

Eso determina desde dónde y cómo se empieza a jugar el segundo partido. La situación está llena de incógnitas, no sólo sobre el uso eventual de la violencia verbal sino de las alianzas. En la derecha, RN y la UDI están empatadas como fuerzas políticas. Y tienen que resolver la forma y calidad institucional de su alianza frente a las presidenciales. ¿Querrá la UDI un solo candidato, o levantará uno propio para no verse confinada como fuerza política? Una buena perfomance electoral parlamentaria en el actual sistema podría parecerle mejor que un triunfo presidencial como simple acompañante de RN. Sobre todo si subsisten diferencias de fondo sobre qué hacer para llegar y ejercer el poder.

El próximo tiempo será, al menos en apariencia, rudo. Pero la Concertación, pese a sus problemas de capacidad de gobierno en algunas áreas y la sombra de sus errores y de los efectos de la crisis, tiene el gobierno, y no es lo mismo manejarlo efectivamente que tener que armar un proyecto para ganarlo, sobre todo si se trata de convencer a la gente y ganar con votos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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