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¿Aprovechándose de nuestra mala educación?

Franco Ferreira
Por : Franco Ferreira Periodista de TVN
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Se nos revuelven en el estómago los Goebbels, las balas mágicas, las agujas hipodérmicas y todo tipo de ardides comunicacionales, viendo cómo el debate se centra en frases, nada más que pequeñas frases.


¿Lo de los mapitas y colores para identificar buenos y malos colegios?, gran idea. ¿Los liceos de excelencia?, ¡suena bien! Pasos cruciales a partir de esa estocada que es el SIMCE en el orgullo de un país que se jura a las puertas del desarrollo.

Pero en lo inmediato, ¿no nos estaremos aprovechando, mientras podemos, de ese Chile con mala educación, que entiende mediana o malamente las indicaciones inscritas en una lata de conserva?

Y lo pregunto, porque con el «oterazo» -rematado por esa declaración impresentable de: «yo no quería ser embajador»- se nos pasó colado otro temita. Pues, que no deja de ser ruin que el debate sobre la Ley de Financiamiento para la reconstrucción (la que le lleva alza de impuestos, pa’ los regalones) se haya circunscrito a un área tan menuda, como es aquella a la que lo han querido llevar algunos coroneles y otros tantos soldados rasos desde las tiendas de la diestra. Eso de que rechazarlo es ser «antidemocrático» o «no querer que el país salga adelante».

[cita]Se nos revuelven en el estómago los Goebbels, las balas mágicas, las agujas hipodérmicas y todo tipo de ardides comunicacionales, viendo cómo el debate se centra en frases, nada más que pequeñas frases.[/cita]

Desde la derecha se insiste en ideas fuerza como que el rechazo a la Ley, tal como la presentó el Ejecutivo, es únicamente un ataque personalizado hacia la figura del Presidente. Y ahí es donde se nos revuelven en el estómago los Goebbels, las balas mágicas, las agujas hipodérmicas y todo tipo de ardides comunicacionales, viendo cómo el debate se centra en frases, nada más que pequeñas frases, que quedan en un titular o una nota de prensa y que son rápidamente memorizables con resultados notables: «oh, mira, la Concertación va a rechazar el proyecto, porque quiere perjudicar al Presidente».

Nimio. Considerando que la postura opositora no se basa en jorobar gratuitamente al Presidente, si no en asumir el hecho -o por lo menos atreverse a discutirlo- de que la reforma tributaria así como está (a pesar del paso enorme que supone en un área donde la Concertación nunca pudo ni siquiera «meter la puntita»), no ayudaría más que al «aquí y ahora». El famoso «pan para hoy, hambre para mañana», que -a propósito de lenguaje asequible- enarbolan harto desde la oposición. Y que se explica, por ejemplo, con lo que me comentara en amena plática el buen Joseph Ramos (que algo más que yo sabe de estas materias). Eso de que lo recaudado vía royalty minero era mejor conseguirlo en un crédito «afuera», porque básicamente, el acuerdo con las mineras es igualmente un crédito, pero carísimo.

¿Pero finalmente?, en vez de ese tipo de consideraciones, lo que tenemos son masas populares a las cuales se les integra a la discusión con espurios argumentos cuya profundidad se mueve, simplemente, entre un: «ellos te quieren cagar» y a modo de réplica un: «no los escuches, son ellos los que te van a cagar más».

Todo porque, claro, mientras sepamos que hay una interesante porción de la opinión pública que no entiende lo que lee (y que por añadidura tampoco analiza mucho lo que escucha), existirá siempre el atractivo de centrar los debates en áreas poco profundas e insustanciales a través de dichos «vendedores» que puedan conseguir apoyo fácil y masivo para nuestras posturas.

¿No se estarán, algunos, aprovechando de nuestra mala educación?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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