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Primer año de gobierno: ¿marido o amante?

Todas las iniciativas del gobierno se han enmarcado en la lógica del buen administrador, pero faltan aquellas que realmente hagan soñar con un futuro muy distinto a que si hubiese seguido un nuevo gobierno de la Concertación.


Mustafa Kemal Atatürk (1881–1938) fue el fundador y primer presidente de la moderna República de Turquía. Muchos historiadores aseguran que pocos países en la historia moderna han vivido cambios tan profundos y permanentes, hechos por un solo gobernante, como fue el caso de Atatürk.

Atatürk introdujo todas las grandes reformas que Turquía necesitaba para convertirse en un país moderno, no dejando prácticamente ningún aspecto del futuro turco sin su marca personal. Atatürk, según cuentan sus biógrafos, tuvo una personalidad arrolladora, siempre dispuesto a tomar riesgos y enfrentar todos los peligros y todas las resistencias de la “vieja” Turquía, con tal de cumplir su objetivo de ver surgir una Turquía moderna, secular y cercana a Occidente.

Atatürk llevó al pueblo turco a vivir la pasión y entusiasmo del salto al futuro, a soñar en cosas grandes. Tras su muerte, fue reemplazado por su más leal colaborador y mano derecha. Me refiero a Ismet Inönü, quien -como casi siempre ocurre en las grandes duplas de la historia-  tenía una personalidad radicalmente opuesta a la de su mentor. Ismet era un gran administrador, muy cuidadoso, ordenado y eficiente, pero sin grandes ideas.

Ante de este cambio de gobierno, se dice que una importante mujer de la sociedad turca habría señalado: “Turquía ha perdido a su amante y ahora debe vivir con su marido”.

[cita]Todos estos éxitos hacen de este gobierno (siguiendo el ejemplo de Atatürk e Ismet), sin duda, un marido casi perfecto.  Sin embargo, estos éxitos no son suficientes para marcar una diferencia, pues aún están pendientes las grandes reformas que un gobierno de centroderecha sabe que son necesarias para cambiar el rumbo de un país y producir un verdadero salto al desarrollo.[/cita]

La comparación entre Atatürk e Ismet Inönü puede servir como parámetro para evaluar el desempeño político de un gobierno. Todo gobierno quiere dejar huella y todo buen gobierno no sólo se contenta con que lo respeten, sino que, por sobre todo, un gobierno quiere que lo “deseen”, que lo busquen, que lo quieran, en definitiva, que la gente sienta que lo necesita.

Para lograr ese efecto, junto a la eficiencia, la gente necesita de alguien que los haga soñar, que los haga sentir seguros, que los haga tener ilusiones. Los pueblos necesitan que sus gobiernos les muestren un rumbo hacia el cual mirar. Algo que les recuerde constantemente la idea fundamental de por qué apoyaron a ese gobierno y no otro.

En el primer año de gobierno del Presidente Sebastian Piñera, sin duda que podemos apreciar logros de eficiencia muy positivos. Hoy en día, entrar a un ministerio es una experiencia distinta. Hoy se puede ver a mucha gente joven, entusiasmada, con vocación, queriendo demostrar que ellos también lo pueden hacer bien, sintiendo la responsabilidad de construir Chile. Esto es un tremendo logro que la Concertación ya había perdido.

Lo segundo es que el Presidente Piñera ha logrado imprimir una política de gestión en el aparato público realmente sorprendente. Hoy día, no se vota la plata y menos se pierde el tiempo. Tenemos un gobierno que cuida e invierte los recursos como si fueran propios, con mucha responsabilidad.

Asimismo, también reflejan un tremendo logro las cifras de crecimiento económico y la impresionante cifra de generación de empleos en nuestro país, lo que constituye siempre, la mejor política social que un país puede tener.

Todos estos éxitos hacen de este gobierno (siguiendo el ejemplo de Atatürk e Ismet), sin duda, un marido casi perfecto.  Sin embargo, estos éxitos no son suficientes para marcar una diferencia, pues aún están pendientes las grandes reformas que un gobierno de centroderecha sabe que son necesarias para cambiar el rumbo de un país y producir un verdadero salto al desarrollo.

En este punto estamos en deuda. Todas las iniciativas del gobierno se han enmarcado en la lógica del buen administrador, pero faltan aquellas que realmente hagan soñar con un futuro muy distinto a que si hubiese seguido un nuevo gobierno de la Concertación.

Como lo demuestra la historia política de los países -y en forma muy gráfica la historia de Atatürk e Ismet-, los pueblos quieren más que un buen marido; los pueblos necesitan soñar y recuerdan a quienes dejan una huella imborrable en sus vidas; los pueblos, en definitiva, recuerdan a sus amantes más que a sus maridos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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