Partiendo de la premisa de que el estatus quo no está funcionando para ellos (“no somos antisistema, el sistema es antinosotros”) y eso atraviesa todas las líneas políticas, rechazan la política tradicional y formulan una agenda proactiva propia. Por lo mismo, es más un movimiento de tendencia progresista donde todo cabe pero que apunta a una democracia inclusiva, más que un germen para un Tea Party de la izquierda.
Nadie había prestado mucha atención al movimiento Ocupa Wall Street, el que desde hace algunas semanas presiona al corazón mismo del capitalismo financiero, ese lugar de los grandes bancos y corporaciones financieras, hasta que logró encontrar un lugar en la agenda mediática en medio de una intensa campaña electoral y nutridas señales de crisis económica a nivel interno e internacional.
Si bien la protesta en Brooklyn aún no puede ser comparada con las de la Puerta del Sol en España, las de Tahrir en Egipto, las de Jerusalem en Israel o las de Atenas en Grecia, por nombrar alguna de las tantas que han asomado en el mundo en el último tiempo, ella ha tenido la virtud, además de generar efectos imitativos en varias ciudades de la unión (ir sumando geográfica y estamentalmente), de poner en la agenda la discusión de temas que apuntan al modelo como la avaricia, usura, malas prácticas hasta aquellos más de fondo como el rol del Estado (y del gobierno), brecha de oportunidades, la cohesión social y el tipo de democracia que se quiere. La página web de “Occupy Wall Street” expresa claramente esto al decir que su objetivo es que “se escuche la voz del 99 % del país y no la del 1 % que sigue enriqueciéndose”.
[cita]Partiendo de la premisa de que el estatus quo no está funcionando para ellos (“no somos antisistema, el sistema es antinosotros”) y eso atraviesa todas las líneas políticas, rechazan la política tradicional y formulan una agenda proactiva propia. Por lo mismo, es más un movimiento de tendencia progresista donde todo cabe pero que apunta a una democracia inclusiva, más que un germen para un Tea Party de la izquierda.[/cita]
Siendo aún un eco tímido de la indignación social que internacionalmente ha esta reaccionando ante la captura del sistema financiero por unos pocos, el “Occupy Wall Street” y el “We are change” tienen anclajes que se remontan a las manifestaciones contra la cumbre de la OMC en Seattle (movimiento antiglobalización) de fines de 1999 (antes había sido Madrid 1994). En ese entonces, unas 40 mil personas de procedencias diversas (trabajadores, ecologistas, artistas, intelectuales, etc.), protestaron en contra de las medidas desregulatorias destinadas a impulsar el libre comercio mundial (entre ellos, mecanismos como el NAFTA) y sus posibles consecuencias negativas como la pérdida de empleos, la precarización de las condiciones de trabajo y la perdida del poder del Estado así como de sus impactos sobre el medioambiente.
A partir de este primer nodo surgido durante las movilizaciones de Seattle (y Washington ese mismo año) y con el apoyo de las tecnologías de la comunicación, se crearon redes para romper los vetos de los medios y que se expresaron en las movilizaciones de Praga, Génova, Gotemburgo, Barcelona, Salzburgo, Rostock, etc, además de asentar la idea de que la articulación no sólo era algo posible sino que necesaria.
¿Por qué Estados Unidos?
Desde la quiebra de Lehman Brothers en el 2008, cuarto banco de inversión, Estados Unidos no ha podido salir de la crisis económica y de los impactos negativos que ha tenido sobre la gente. No sólo Standard & Poor’s cree que la deuda pendiente de 14.3 billones de dólares y el déficit proyectado para los próximos años en Estados Unidos ya no garantiza la nota máxima (triple A) que le había asignado a la primera potencia mundial desde 1941, sino que un reciente informe de la Oficina de Censo publicado por el periódico USA Today referente al 2010, expresa que la pobreza en ese país se alzó al 15,1% (el más alto de 1983 ), afectando a 46,2 millones (2,6 millones más que el 2009) y que el desempleo fue 9,6% (0,3 más que el 2009). Si bien es cierto que para EE.UU. una familia pobre es la que cuenta con un salario anual de alrededor los US$ 22.300, no es menos cierto que esta cifra hay que vincularla a los más de 50 millones de personas sin seguro médico y/o acceso al seguro de desempleo, por no hablar de la buena educación necesaria para la movilidad social o aquellos que perdieron su hogar y viven de allegados (y si tienen suerte en moteles) con la crisis inmobiliaria.
El Presidente Obama ha tratado de ser parte de esta indignación, no sólo al decir que «No podemos aceptar un sistema en el que el accionista hace dinero con estas operaciones si el banco gana, y si el banco pierde, es el contribuyente el que paga la factura», sino que al tomar varias medidas para restringir las especulaciones, por ejemplo dando más poderes a los reguladores para que restrinjan las operaciones especulativas y la posibilidad de limitar el tamaño de las entidades de este rubro, por cierto con la resistencia de las entidades especulativa como lo expresó el secretario del Tesoro, Timothy Geithner a CNN.
Sin embargo, la decisión del gobierno para exigir responsabilidades a Wall Street por la crisis del 2008 no ha quedado ahí. Así, por ejemplo, la Agencia Federal de la Vivienda (FHFA, en sus siglas en inglés) presentó una demanda multimillonaria en la que acusa a los bancos Bank of America, JP Morgan Chase, Deutsche Bank, HSBC, Barclays, Citigroup, Nomura y otros grandes grupos financieros de provocar pérdidas de 41.000 millones de dólares a las dos entidades prestamistas públicas Freddie Mac y Fannie Mae tras venderles hipotecas de dudosa calidad por valor de 179.000 millones. La agencia que vela por estas dos agencias hipotecarias semipúblicas, considera que estos bancos mintieron sobre la calidad de los paquetes de deuda hipotecaria que le vendían a Fannie Mae y Freddie Mac, lo que contribuyó a inflar la burbuja inmobiliaria y, posteriormente, provocó severas pérdidas a los contribuyentes.
Incluso más, tras estos sucesos y conocerse que la cadena de prácticas dudosas llegaba incluso al gigante hipotecario Fannie Mae, denuncias que se hicieron el 2003 y que fueron ignoradas (The New York Times), el Gobierno de Estados Unidos anunció en febrero pasado un plan para cerrar gradualmente Fannie Mae y Freddie Mac, como parte de una extensa reforma del mercado hipotecario nacional. Fannie Mae y Freddie Mac engloban cerca de 30 millones de préstamos hipotecarios en EE. UU.
Por último, con la propuesta del “American Jobs Act” (políticas pro empleo), usada también en el marco electoral (si se aprueba recibe un espaldarazo electoral y si se rechaza es un tema de interpelación a los republicanos), el Presidente Obama estas tratando de responde a un desafío urgente para la cohesión social.
¿Governanza multinivel?
Estas medidas de restricción, judiciales y de empleo, sin embargo y como lo expresa Joaquín Estefanía, no han parado el debate sobre las responsabilidades “de quienes condujeron a esta catástrofe con sus acciones o ideas, pero también las de quienes abusaron, estafaron, desregularon con el objeto de apoyar prácticas irregulares, se enriquecieron ilícitamente, etc”. Hasta ahora, la única persona que está en la cárcel por sus propias estafas es Bernard Madoff (150 años por 11 delitos), autor de la “pirámide” que defraudó alrededor de US$ 50 mil millones.
Claramente las responsabilidades son distintas entre los que se beneficiaron de los problemas de tanta gente, de los supervisores y reguladores que no actuaron bien o a tiempo, y de los que legislaron sin visualizar los efectos, corregirlos o simplemente apoyarlos. Más allá de esto, la bola de nieve ha seguido rodando y ya alcanza más de una treintena de ciudades y a sectores que rebasan a los acampados en el parque Zuccotti en los alrededores de Manhattan. Ahí está ahora el movimiento “Occupy LA” o la declaración del presidente de la Federación Estadounidense del Trabajo (más de 10 millones de trabajadores), Richard Trumka, quien aseguró que su institución apoyará a los manifestantes “de cualquier manera que sea posible… (porque) tenemos una economía que no está sirviendo al 99% del país”.
Si bien el modelo de los indignados de Estados Unidos es la presión popular, el mismo que llevó a Roosevelt a crear el New Deal o a Johnson legislar a favor de los derechos civiles, también tiene un eje sustancial distinto.
Partiendo de la premisa de que el estatus quo no está funcionando para ellos (“no somos antisistema, el sistema es antinosotros”) y eso atraviesa todas las líneas políticas, rechazan la política tradicional y formulan una agenda proactiva propia. Por lo mismo, es más un movimiento de tendencia progresista donde todo cabe pero que apunta a una democracia inclusiva, más que un germen para un Tea Party de la izquierda.
“Los indignados son una forma de contrapoder que pone en duda la forma como se gobierna y se toman las decisiones. Son como una forma de contrapoder social que ha puesto al descubierto una realidad como es la erosión de la confianza en el sistema democrático representativo” publica en un artículo elcomercio.com. Es decir, en las demandas frente a “un sistema económico roto” como lo denominó un manifestante, se esconden, además de intereses particulares, cuatro ejes propios de la democracia inclusiva (Ramón Máiz): a) la atención a los problemas de la desigualdad material y el antagonismo en torno al poder político en los contextos de decisión democrática; b) la necesidad de articular los niveles local y estatal a efectos de participación, control y cooperación; c) la gestión del pluralismo y la representación de los grupos minoritarios ;y, d) la recuperación del poder que nace de la acción colectiva. Al final una suerte de governanza multinivel.
El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Ben Bernanke, declaró entender la exasperación expresada por muchos estadounidenses: “Ellos le reprochan no sin razón al sector financiero de habernos conducido al desbarajuste en el que nos encontramos y están descontentos de la respuesta» de las autoridades contra Wall Street. La pregunta, sin embargo, no es comprender la exasperación, sino las profundidades y consecuencias de un movimiento de potencialidad 2.0 y que nadie esperaba.