Existen tres factores que son barreras de entrada para ejercer la libertad que propone Teresa Marinovic. Y por su envergadura y complejidad, no pueden resolverse desde el esfuerzo individual. Tampoco desde el mercado que no invierte en estos territorios por su bajo ingreso, creciente inseguridad o la ausencia de servicios. Por ello, profesionales de centro derecha que conocen esta realidad, como Felipe Kast, Juan Carlos Jobet o Francisco Irarrázaval; afirman que el Estado debe intervenir para reducir estas brechas.
Me fue imposible dejar de leer la última columna de Teresa Marinovic. Como buena polemista primero golpeó con el título “la desigualdad no es problema” y luego remató afirmando que incluso era un “buen síntoma”, ya que reflejaba la libertad de las personas para surgir por sus propios méritos y esfuerzos, siempre que el Estado no metiese su cola (léase políticas sociales), cuestión que teme esté ocurriendo con la derecha. Luego pedía reemplazar el concepto de desigualdad por inequidad, (que es básicamente lo mismo) y relativizaba el problema, al poner como ejemplo los inmigrantes que llegaron “con una mano por delante y la otra por detrás” y que hoy son dueños de grandes fortunas como en las películas de Holywood.
Discrepo totalmente de su argumento y quisiera rebatirlo desde el tema que mejor conozco que es la ciudad. Para ello la invito a mirar el mapa de Santiago que adjunto al texto. Le cuento que en gris se muestra el área construida y en rojo las manzanas formadas mayoritariamente por hogares de categorías socioeconómicas “D” y “E”. Los primeros son 562.773 y ganan $352 mil mensuales y los segundos son 229.500 hogares y ganan $156 mil mensuales. El promedio ponderado entrega un ingreso aproximado de $300 mil, tres veces menos que la media regional, estimada en 1 millón de pesos al mes, y 8 veces menor que el promedio del barrio alto.
[cita]El Estado debe formular políticas públicas que reduzcan los tiempos de viaje, aumenten la dotación y calidad de las áreas verdes o reparen y demuelan los bloques de vivienda social, para que las familias puedan acceder a viviendas dignas que generen patrimonio y plusvalía. Esta intervención parece molestarle a Teresa, ya que afecta la “desigualdad positiva”. El problema es que esta sólo funciona en un país de las maravillas. En esa fracción menor de Santiago que aparece en las guías de turismo y donde probablemente vivimos ella y yo. La invito a conocer el resto para aterrizar su teoría.[/cita]
Pero lo más preocupante es su distribución espacial. Como puede verse, varios sectores se ubican en áreas periféricas de gran tamaño, homogéneamente pobres y donde la libertad individual está limitada por tres factores a lo menos. El primero es la lejanía, lo que obliga a las familias a destinar cerca de un 25% de sus ingresos en transporte, con viajes que superan las dos horas por día, lo que es una limitación para surgir por mérito propio. El segundo factor es la inseguridad que supera, por lejos, la que se percibe en cualquier punto de Santiago, debido al control territorial que ejercen bandas de narcotraficantes y a la violencia que genera la droga.
Por último, la libertad está limitada por la desesperanza del entorno, representada en esos guetos de vivienda social con bloques de cuatro pisos que parecen cárceles y espacios públicos enrejados (ver foto). La columnista convendrá que es muy difícil que una familia pueda surgir viviendo en estas celdas de 35 metros cuadrados sin ventilación, ni privacidad. Menos si pierden valor en el tiempo debido a su pésima localización y diseño, lo que impide ponerlas en el mercado para comprarse una vivienda mejor. Y como muchos habitantes son propietarios, tampoco pueden optar a un subsidio, así que están condenados a vivir en bloques por el resto de su vida.
Estos tres factores son barreras de entrada para ejercer la libertad que propone Teresa. Y por su envergadura y complejidad, no pueden resolverse desde el esfuerzo individual. Tampoco desde el mercado que no invierte en estos territorios por su bajo ingreso, creciente inseguridad o la ausencia de servicios. Por ello, profesionales de centro derecha que conocen esta realidad, como Felipe Kast, Juan Carlos Jobet o Francisco Irararrázaval; afirman que el Estado debe intervenir para reducir estas brechas. Que debe formular políticas públicas que reduzcan los tiempos de viaje, aumenten la dotación y calidad de las áreas verdes o reparen y demuelan los bloques de vivienda social, para que las familias puedan acceder a viviendas dignas que generen patrimonio y plusvalía.
Esta intervención parece molestarle a Teresa, ya que afecta la “desigualdad positiva”. El problema es que esta sólo funciona en un país de las maravillas. En esa fracción menor de Santiago que aparece en las guías de turismo y donde probablemente vivimos ella y yo. La invito a conocer el resto para aterrizar su teoría.