Hoy en día ya no hay duda de que aumentos en el PIB no son sinónimos ni de progreso ni de mayor bienestar. De hecho, el Premio Nobel de economía Joseph Stiglitz ha desmenuzado los errores en que incurrimos al considerar esta variable como sinónimo de desarrollo. Sin embargo, durante más de 70 años hemos venido asumiendo esta errónea premisa. Sin duda el crecimiento económico es importante, pero no puede ser la principal variable a considerar a la hora de medir los avances de las naciones.
Diversos estudios han mostrado que, al contrario de lo que muchos piensan, la felicidad está estrechamente relacionada a nuestro capital social y muy poco al dinero y a lo material. Pero si esto es así, ¿por qué seguimos midiendo el bienestar y el progreso de las naciones a través del crecimiento económico? Suena absurdo. Hoy, por lo tanto, ha llegado el momento en que comencemos a dar más importancia a medidas de bienestar y felicidad, medidas que han sido postergadas por mucho tiempo. Afortunadamente, las Naciones Unidas, lideradas por el Reino de Bhutan, han dado impulso a este gigantesco proceso de cambio. Probablemente el cambio más importante en los últimos 70 años.
Déjenme explicarles…
El mundo está en un serio peligro. Por un lado, la International Energy Agency (Agencia Internacional de Energía, IEA) ha planteado que estamos consumiendo recursos naturales un 35% más rápido de lo que estos pueden renovarse, lo que en pocos años agotará la energía del planeta y nos llevará a una crisis ecológica irreversible. Por otra parte, tenemos un modelo económico en crisis que cada vez aleja más a ricos y a pobres y que ha generado múltiples revoluciones sociales. Un sistema económico con tremendas desigualdades, donde el 20% más rico de la población mundial consume el 86% de sus bienes, mientras que el 20% más pobre sólo el 1.3%; donde el 20% más rico consume el 58% de la energía del planeta, mientras que el 20% más pobre menos del 4%; donde los primeros consumen el 84% de su papel y el 87% de sus vehículos, mientras que los segundos menos del 15%; donde el 20% más rico emite el 63% de los gases con efecto invernadero, mientras que los más pobres menos del 2%.
¡Inaceptable e insostenible!
Para muchos, el origen del problema se centra en nuestro afán desmedido por promover un crecimiento económico ilimitado en un planeta que, como ya sabemos, posee recursos “finitos”. Un sistema económico donde su estandarte de lucha ha sido por años el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que el ser humano ha pasado a segundo (o quinto) plano.
[cita]Hoy en día ya no hay duda de que aumentos en el PIB no son sinónimos ni de progreso ni de mayor bienestar. De hecho, el Premio Nobel de economía Joseph Stiglitz ha desmenuzado los errores en que incurrimos al considerar esta variable como sinónimo de desarrollo. Sin embargo, durante más de 70 años hemos venido asumiendo esta errónea premisa. Sin duda el crecimiento económico es importante, pero no puede ser la principal variable a considerar a la hora de medir los avances de las naciones.[/cita]
Hoy en día ya no hay duda de que aumentos en el PIB no son sinónimos ni de progreso ni de mayor bienestar. De hecho, el Premio Nobel de economía Joseph Stiglitz ha desmenuzado los errores en que incurrimos al considerar esta variable como sinónimo de desarrollo. Sin embargo, durante más de 70 años hemos venido asumiendo esta errónea premisa. Sin duda el crecimiento económico es importante, pero no puede ser la principal variable a considerar a la hora de medir los avances de las naciones. El desafío es, entonces, cómo incorporamos nuevas medidas de bienestar que reflejen nuestro verdadero avance. Medidas que de verdad reflejen la calidad de vida de nuestra generación y de las generaciones venideras.
Necesitamos, por lo tanto, medidas que generen los incentivos suficientes para vivir en una sociedad más próspera y más sustentable. Necesitamos con urgencia un nuevo paradigma de desarrollo.
Afortunadamente, en un hecho histórico, la Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante la resolución A/65/L.86, presentada por el Reino de Bhutan y apoyada por 68 Estados Miembros, junto con la unanimidad de su pleno, ha hecho un llamado formal a la construcción e implementación de este nuevo paradigma. Paradigma al que se le ha llamado “enfoque holístico hacia el desarrollo” y que se ha comenzado a discutir en una de las reuniones más importantes de los últimos 70 años realizada en la sede de la ONU la semana recién pasada.
La ONU ha apoyado la idea de que necesitamos un paradigma que ya no estará basado en el PIB, sino que en la felicidad. Así es, en la felicidad.
En este sentido, la ONU le encomendó al mismo Reino de Bhutan liderar el proceso de implementación de este nuevo modelo de desarrollo, reuniendo la semana pasada en Nueva York a líderes claves de los países miembros, junto con los más prestigiosos economistas y científicos del mundo, además de representantes de la sociedad civil, y líderes espirituales. La conclusión fue una sola: debemos re-pensar urgentemente nuestro sistema de mercado y re-orientarlo hacia uno que apunte a una integración más armónica entre nuestras necesidades y la naturaleza, y que ponga al ser humano y a su felicidad al centro del debate. La búsqueda de la felicidad debe pasar a ocupar el rol que durante 70 años ha ocupado el crecimiento económico.
Aunque es difícil de dimensionar, este nuevo paradigma es mucho más de lo que podamos imaginar. Cuando empezamos a medir algo, empezamos a hablar de ese algo. Y cuando las personas hablan de ese algo, los individuos (y sus psiquis) comienzan a buscar ese algo. Esto es precisamente lo que ha ocurrido con el PIB. El actual modelo económico incentiva la búsqueda de crecimiento económico y progreso material. Pero al hacer eso, ha hecho infeliz a muchos. La búsqueda de lo material (por sobre lo intrínseco) ha sido causante de mucha infelicidad y sufrimiento, tal como diversos estudios científicos lo han demostrado. Hoy, nuestro mundo está centrado más en el dinero que en lo que realmente nos hace felices. Sin embargo, si cambiamos el foco, las cosas cambiaran. Por ejemplo, si cambiamos este paradigma y ahora empezamos a medir felicidad, las personas comenzaran a hablar más de la felicidad. Pero al hablar más de ella, sin duda se buscará más. Y todos sabemos que la búsqueda de la felicidad produce un círculo virtuoso. Personas más felices no sólo son más felices, sino que además son más productivas en sus trabajos, aprenden más rápido en las escuelas, cuidan más la naturaleza y viven más años. Lo que el pasado lunes 02 de abril sucedió en la ONU, esperamos que sea uno de los cambios más grandes que el mundo haya experimentado en pos de su florecimiento, y de la disminución de las injusticias, la miseria y del sufrimiento humano.
¡Al menos es lo que yo espero!