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Reforma tributaria y elección presidencial

Tomás Jocelyn-Holt
Por : Tomás Jocelyn-Holt Candidato presidencial liberal independiente
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Más que debatir tasas, terminemos con la integración de impuestos personales, de empresas y ganancia de capital. Ahí está el círculo de evasión y concentración del país. Un sistema integrado que Vittorio Corbo llamará un “activo país”, pero que no existe en el resto del mundo. Los alemanes lo usaron después de la guerra solo por 10 años. Un modelo armado para cuando el SII estaba dirigido por el Inspector Gadget y no el de hoy.


Chile quiere discutir su carga tributaria como un todo, de cómo comparte el esfuerzo por financiar sus bienes públicos. No hemos tenido una discusión así desde la reforma Foxley. Desde entonces, los cambios tributarios han sido parciales y para gastos específicos. Algunos dirán que así debe ser siempre. Pero el clima cambió.

Juan Villarzú hace 15 años propuso discutir la carga tributaria. ¡Casi se lo comieron! Un trabajo de Engel, Galetovic y Raddatz sobre “Reforma Tributaria y Distribución del Ingreso en Chile” (1998) quitó presión sobre tipos de impuestos y centró todo en programas y en el modo de financiarlos, como fuere. Se inhibió el debate sobre equidad tributaria. Pero en el lapso, el FUT acumuló 1,5 veces el PIB y la convicción que la carga no es justa. Que los sectores altos que más se benefician de bienes públicos (seguridad, relaciones exteriores, etc.) son los que menos los financian.

[cita]Más que debatir tasas, terminemos con la integración de impuestos personales, de empresas y ganancia de capital. Ahí está el círculo de evasión y concentración del país. Un sistema integrado que Vittorio Corbo llamará un “activo país”, pero que no existe en el resto del mundo. Los alemanes lo usaron después de la guerra solo por 10 años. Un modelo armado para cuando el SII estaba dirigido por el Inspector Gadget y no el de hoy.[/cita]

El debate educacional catalizó el malestar de familias endeudadas por educación de mala calidad y que —hagan lo que hagan— no cambiarán lo que sienten, son sillas con nombre y apellido. Demandas que exigen un esfuerzo de entre 2 a 4 reformas de pensiones de Bachelet. Plata no falta, pero sí voluntad para invertirlas en innovación y capital humano. Creación de riqueza y no solo el output de profesionales como quien produce mesas.

¿Cómo se acomodan las élites a esa realidad? Los mismos autores anteriores se han desdicho. Mientras, el gobierno mira cómo su paquete tributario termina mal. Cómo se caen sus tramos, sus descuentos por educación, sus impuestos verdes (como si $50 mil por tonelada de bolsas plásticas lo fueran) y el trato a la elusión.

Más que debatir tasas, terminemos con la integración de impuestos personales, de empresas y ganancia de capital. Ahí está el círculo de evasión y concentración del país. Un sistema integrado que Vittorio Corbo llamará un “activo país”, pero que no existe en el resto del mundo. Los alemanes lo usaron después de la guerra solo por 10 años. Un modelo armado para cuando el SII estaba dirigido por el Inspector Gadget y no el de hoy.

Desintegrar destrabaría un debate tonto. Relajaría el rechazo a rebajar impuestos a las personas. Permitiría un flat tax. Terminar con uno de los modelos más IVA-dependientes existentes, dar alivio a la vena a la clase media y eximir a medicamentos o libros.

Pero es una cuestión más de carácter que receta. Satisfacer las demandas que se alimentan y dejar de vender pomadas que llegaremos al desarrollo con una carga tributaria del 20% del PIB. Algo que ya nadie cree.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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