Es extraño lo de Velasco. No me refiero a que su candidatura no parezca tener mayor destino y salvo a él y a unos pocos más, no parezca importarle. Incluso, se le veía bastante feliz arriba de su caravana veraniega.
Es que no me refiero a su sagacidad política, sino a sus ideas.
De leer sus propuestas —las que parecen haber sido hechas en un cónclave de ex funcionarios de Hacienda de la Concertación—, queda una impresión mayor: para Velasco parece que el tiempo no hubiera pasado.
Como si al igual que el tango los últimos años no fueran nada. Como si la sociedad que él dirigió —acompañando a Bachelet— es sustancialmente la misma y lo que falta es poder terminar sus obras inconclusas.
[cita]¿Estará Velasco hoy dispuesto a eliminar el reemplazo en la huelga y apoyar la negociación colectiva por rama o área productiva, a las que ayer se opuso con la furia del converso? Difícil creerlo.[/cita]
Sus propuestas para el Chile que viene son de una modestia sorprendente. Sus redactores siguen pensando que lo que necesitamos es un edulcorante del modelo económico y social que ellos, con bastante convicción, sostuvieron en sus años de poder.
Nada de calado, nada que haga girar el modelo en otra dirección. Mucho, eso sí, de la Concertación old style: aderezos varios de justicia social y plato de fondo neoliberalismo.
Ni hablar de sus propuestas a los más postergados de Chile: los trabajadores.
De la sola revisión de sus propuestas —al menos, de las contenidas en la página andresvelasco.cl— se llega a un hecho sorprendente: la palabra sindicato no aparece.
Ni menos derecho a huelga —que suena muy marxista hay que reconocerlo—.
Sí aparece profusamente, la palabra emprendedor. De hecho, de ellos se dice que “los emprendedores requieren apoyo para que las ideas o nuevas tecnologías”.
¿Se trata quizás, pensará alguno de sus partidarios, de simples omisiones sin mayor relevancia, o incluso de un error técnico de la pagina web del candidato?
La historia reciente de Velasco no deja margen a la duda.
El 21 de Mayo del 2009, Bachelet en su último discurso ante el país, decía algo que era largamente esperado por los trabajadores y sus organizaciones sindicales —sin decir que había sido una promesa del programa de la Concertación desde 1989 con Aylwin y que nunca se había cumplido—: se modificarían sustancialmente las normas de negociación colectiva en Chile.
Por fin, se vendría término a la larga y gélida noche de alienación laboral que había significado el reinado del Plan Laboral de Piñera y Pinochet.
Pero la esperanza duró poco. Ahí descubrimos que el Plan Laboral, ese que tiene a Chile sin sindicatos y sin negociación colectiva, tenía un silente partidario.
Velasco —presuroso y ágil— declaró que en ningún caso se modificarían las reglas laborales y vetó cualquier posibilidad de reforma.
¿Estará Velasco hoy dispuesto a eliminar el reemplazo en la huelga y a apoyar la negociación colectiva por rama o área productiva, a las que ayer se opuso con la furia del converso? Difícil creerlo.
De hecho, la única vez que en sus propuestas se habla de la negociación colectiva lo hace en referencia a las mujeres y los jóvenes.
Un avance se podría decir. Sí, con el detalle que lo hace para permitir más flexibilidad laboral —aquí llamada cuidadosamente adaptabilidad—. Ahora de las jornadas de trabajo.
Sin comentarios.
¿Debería algún trabajador chileno sumarse a la candidatura de Velasco?
Claro. Los que tengan el síndrome de la víctima insatisfecha. Y con ardor.