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Los ejecutivos de empresas bajo sospecha

Ignacio Larraechea
Por : Ignacio Larraechea Gerente General de Acción RSE
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Una parte importante de la explicación tiene que ver con un cambio profundo en las percepciones y expectativas ciudadanas hacia todas las instituciones. Allí donde antes ni siquiera se planteaban preguntas hoy surge una abierta sospecha e incluso una profunda agresividad hacia todos los espacios de poder.


Menos del 20 % de la gente confía en que los directivos de grandes compañías dicen la verdad en sus negocios o son éticos en la toma de decisiones, según el informe 2013 Edelman Trust Barometer. Esta cifra, expuesta en la última reunión de Davos, fue recientemente analizada por Peter Bakker, presidente del World Business Council for Sustainable Development (WBCSD) y máximo exponente internacional del mundo empresarial en materia de desarrollo sustentable. En su última comunicación, Bakker señala que “el desgaste de la confianza pública en el sector privado es uno de los asuntos principales que deben enfrentar los líderes de grandes negocios”, ya que esta desconfianza afecta la credibilidad de los consumidores, los trabajadores y las comunidades respecto a los compromisos que las empresas asumen hacia ellos.

En el caso de Chile, hay noticias aún más inquietantes que en el resto del mundo: el informe de competitividad mundial 2012 del IMD World Competitiveness Center, en el que Chile aparece en un digno 28° lugar, nos prende una luz de alarma al situarnos comparativamente muy por debajo de nuestro promedio en lo que se refiere a “credibilidad de los ejecutivos”, ítem en el que Chile desciende del lugar 6 en el año 2008 al 42 en 2012. Esta impactante caída se produce también en otros dos factores relacionados con la confianza ciudadana: la calidad de las prácticas de gobierno corporativo donde se baja del lugar 6 al 39 y las prácticas de auditoría y contabilidad, en la que la caída es desde el lugar 16 al 45.

[cita]Una parte importante de la explicación tiene que ver con un cambio profundo en las percepciones y expectativas ciudadanas hacia todas las instituciones. Allí donde antes ni siquiera se planteaban preguntas hoy surge una abierta sospecha e incluso una profunda agresividad hacia todos los espacios de poder.[/cita]

¿Qué nos ocurre? ¿de pronto los ejecutivos chilenos se volvieron deshonestos? Definitivamente, creemos que no se trata de eso. Por el contrario, probablemente durante los últimos años hemos observado una nutrida agenda “pro transparencia” en grandes empresas, que comenzarán a dar sus frutos muy pronto.

Una parte importante de la explicación tiene que ver con un cambio profundo en las percepciones y expectativas ciudadanas hacia todas las instituciones. Allí donde antes ni siquiera se planteaban preguntas hoy surge una abierta sospecha e incluso una profunda agresividad hacia todos los espacios de poder.

La exposición a la luz de espacios antes oscuros, gracias a las nuevas tecnologías y a su profusa difusión, han puesto a la opinión pública ante la evidencia de las más diversas transgresiones a la fe pública en materias tan disímiles como la ética de los negocios, el manejo del poder político y el respeto y cuidado de la integridad de los niños. En otras palabras, la ciudadanía se ha descubierto como “abusada”…

Como consecuencia, el ciudadano ha asumido la desconfianza como su emoción básica y permanente hacia cualquiera que detente poder. Desconfía incluso de los que, en realidad, no abusan o abusan igual o menos que el mismo ciudadano si éste estuviera en una posición de poder.

La gravedad de este fenómeno nos lleva a preguntarnos con urgencia: ¿esto es irreversible? Nuestra experiencia en el mundo de la empresa es que el camino de volver a confiar es tan difícil como imprescindible. Es complejo, lento y con mucho dolor en el camino, pero no hay opción, si queremos construir una nación digna y próspera. Porque no se trata de “reconstruir la antigua confianza”, sino de edificar una nueva forma de relacionarnos.

El camino de construcción de confianza, para las empresas,  tiene por lo menos dos hitos impostergables. El primero es el del encuentro. Necesitamos comenzar por validar al “otro”: el “otro ejecutivo de empresa”, el “otro dirigente sindical”, el “otro poblador”, el “otro consumidor”, etc. No vamos a construir confianza entre personas y organizaciones que no se ven, que no se perciben mutuamente, que no dialogan. Por esta razón, es urgente la construcción de esos espacios de encuentro.

El segundo hito, se relaciona con lo que el filósofo José Andrés Murillo ha denominado “confianza lúcida”, es decir “ese espacio de luz” entre los sujetos, que permiten que la relación sea transparente (en contraste con la “confianza ciega”, en que se pierde de vista al otro). En el caso de las empresas, los grandes desafíos en ese ámbito tienen que ver con una profunda transformación en sus prácticas de gobierno corporativo, que permitan a los ciudadanos y a sus instituciones tener acceso fácil y directo a la información que les incumbe y tener instituciones creíbles a los que acudir cuando sus intereses y valores sean transgredidos.

Sólo en la medida en que la empresa pueda refundar su relación con los demás actores, en el marco de una comunidad humana que convive en transparencia, nos sacaremos este pesado lastre de desconfianza que nos inmoviliza y que destruye las bases de un auténtico desarrollo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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